Capítulo 28.

20K 1.3K 319
                                    

¿No eran los gatos negros los que daban mala suerte?

 —Qué fuerte. Madre mía, Lea. No puedo ni imaginar por lo que has pasado —Jossie se cortó, de forma brusca y arrugó el ceño— ¿Podéis poneros serios medio segundo?

Su queja fue completamente ignorada.

Isaac y yo nos encontrábamos demasiado centrados en el asunto que, en ese momento, nos traíamos entre manos. El chico no paraba de realizar movimientos parecidos a convulsiones a un ritmo errático, tratando de seguir las figuras que marcaban los monigotes de la pantalla.

Yo por mi parte ponía especial énfasis en marcar en el momento adecuado la postura, en un baile que en mi mente era todo perfección y armonía, pero desde fuera se veía penoso y descoordinado.

La pelirroja se cruzó de brazos y acomodó en el sofá con expresión de pocos amigos. Su mirada trasmitía una extrañeza profunda, como si de repente ambos hubiésemos mutado a dos criaturas extraterrestres y cargantes.

La canción llegaba a su final y me concentré para conservar la corona sobre mi nombre en la pantalla. El último paso y...

—¡Victoria! —alcé ambos brazos en un gesto teatral y exagerado. El mando de la Wii soltó un pitido afianzando mi posición.

Isaac resopló, agotado y se dejó caer en el sofá. Gotas de sudor perlaban su frente y se deshizo de su pesado jersey oscuro que yo misma le había regalado por Navidad. Me puse frente a él y comencé a describir mi peculiar baile de la victoria.

—No te canses, Cole, pienso pedirte la revancha —dijo, con tono algo inestable y jadeante—. Tan solo dame... un minuto... o tres.

—Estás en baja forma, pingüino —apuntó Jossie.

El lamentable estado de Isaac había logrado sacarle una pequeña sonrisa, fracturando su expresión de molestia. Me senté junto a ella y le pellizqué el brazo.

—Mira, llevo dos días enteros sumergida en dramas y pensamientos negativos. Ahora solo quiero seguir adelante. Mi madre está medicada para poder dormir y habla poco, pero se está sanando, puedo verlo. Y Robert... muestra una paciencia intachable. Después de lo ocurrido en Navidad es más sincero con nosotras.

Me paré a tomar aire. Había soltado todo aquello sumamente rápido, en una avalancha, encadenando sílaba tras sílabas sin apenas espacios para aspirar oxígeno.

—Y mi padre... también lo intenta. Hablan por teléfono. Está preocupado por su estado. Sé que aún la quiere y tengo esperanzas. No soy tonta, no aspiro a que todo sea igual que antes, pero sí que mejore la situación.

Jossie asintió. En sus ojos capté una sombra de agradecimiento. Estaba preocupada por mí, y el hecho de que hablase de forma abierta y sincera, podía tranquilizarla. Entendía su punto. Yo me sentía de igual manera cuando mi hermano se guardaba sus preocupaciones.

Miré a Isaac. Éste seguía medio tumbado sobre los cojines, pero sí estaba atento. Aquello me provocó una punzada en el pecho de cariño y calidez hacia mis amigos. Me sentí apoyada, querida y eternamente agradecida por haberme topado en la vida con aquel par de locos sin remedio.

—¿Preparado para la segunda ronda? —inquirí en tono retador.

Kowalski se puso en pie y recogió su mano. Asintió con una decisión tan seria que rozaba lo cómico. Sonreí con amplitud e imité su gesto.

—Vale, ahora me toca a mí elegir la canción —comentó, ceñudo.

No pude evitar soltar una risa divertida.

Cole © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora