Capítulo 25.

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Navidad en el hospital.

Fue el peor trayecto en coche de toda mi vida. La nieve se acumulaba en los limpiaparabrisas y tapizaba la carretera en una resbalosa capa blanca. El camino que de normal tan solo tomaba unos diez minutos se extendió hasta casi media hora de estrés puro.

Robert permaneció en los asientos traseros, sosteniendo la mano de nuestra progenitora en todo momento. La conversación de esa noche parecía no haber existido. Yo por mi parte me mordisqueaba salvajemente las uñas mientras trataba de centrarme en cada detalle de la vía en semejantes condiciones.

Llegamos al hospital, mi hermano cargando a la mujer entre sus brazos. La sala de urgencias estaba repleta de borrachos, alguna indigestión debido a la copiosa cena y los pocos médicos de guardia estaban desbordados. Aún así Robert fue demasiado convincente y pronto nos atendieron.

He de admitir que en esos momentos sentía una extraña apatía hacia todo, como si la magnitud de los sucesos me hubiese insensibilizado aparcando momentáneamente el torrente de emociones que me esperaba, implacable.

Noah no me soltó ni un solo segundo desde que nos apeamos del vehículo.

–Lo has hecho genial –me susurró, pasando un brazo por encima de mi hombro y depositando un beso en mi coronilla– Genial.

Me giré para contemplar su perfil. Traía el cabello rubio despeinado y mantenía esa atípica expresión de seriedad acorde con las circunstancias. Recordé el extraño enfrentamiento visual de la cena. Quizás mi mente procuraba en fijarse en los temas más suaves para evitar un colapso en el sistema, como fuese, mis pensamientos se enfocaron ahí.

—¿Qué ha pasado entre mi hermano y tú? —interrogué, constatando que tenía la voz inusualmente ronca.

Noah también me miró. Se debatió unos segundos, después miró a nuestro alrededor como si temiese ser escuchado. Me sostuvo de los hombros para conducirme a uno de los asientos de la sala de espera.

Toda esa atmósfera incrementó mi curiosidad inicial.

Era más sencillo centrarme en eso que en el posible aborto de mi madre, sin lugar a dudas. Tragó saliva, haciendo descender su nuez de adán y se mordió el labio inferior como si no terminase de convencerse a sí mismo de confesarme el motivo de esa chispa de resentimiento entre ellos.

—Robert se ha enterado de que estaba enamorado de Rowen.

Parpadeé.

¿Qué?

Repito: ¿qué?

—¿Estás enamorado de Rowen? —repetí con pasmo, quizás en un tono demasiado elevado.

El rubio sacudió la cabeza y posó un dedo sobre sus labios, en una manera física y directe de acallarme. Me amonestó con la mirada antes de explicarse:

—Estaba enamorado de ella. En pasado —recalcó este detalle—. Fue hace tiempo. Aunque supongo que es aventurar mucho —inspiró profundamente—. Tengo veintidós años y no estoy seguro de haberme enamorado alguna vez en mi vida. Sexo he tenido muchísimo, mucho...

—No hace falta que entremos en detalles —arrugué la nariz.

Noah elevó la comisura izquierda de la boca en una sonrisa ácida.

—La cuestión es... me he liado con muchas tías, pero nunca he llegado a sentir más de una atracción física. Con Rowen fue diferente, porque la conocía, era... mi amiga —suspiró y pareció desinflarse— Fueron unos meses muy raros, pero ya han pasado. Lo que sea que sintiese por ella desapareció con el tiempo, ¡joder! Era la novia de mi mejor amigo... de mi hermano. Siento una lealtad inquebrantable por tu Robert, Eleanor, es mi familia, mi única familia.

Cole © [✓]Where stories live. Discover now