13. Interrupciones

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EADLYN

Muerdo la tapa del bolígrafo releyendo por décimo quinta vez la tercera y penúltima pregunta. Con ayuda de mi mano acomodo un mechón rebelde que se escapó de mi moño mal hecho y lo coloco tras mi oreja de manera brusca.

Solo quedan cuatro personas sin incluirme, y cuando el timbre suena estos se levantan ansiosos al ser conscientes de que empieza el tan deseado fin de semana.

El espacio en blanco sobre el folio parece querer burlarse de mi por lo que suelto una maldición. Doy pequeños golpes con mi pie contra el suelo sin importarme lo más mínimo que el sonido resuene por toda la sala.

—Repasaste la respuesta de esta pregunta mil veces Eadlyn —me regaño mientras limpio mis manos sudorosas contra el pantalón.

Escucho unos pasos aproximarse pero los ignoro notando como mis ojos se humedecen y una pequeña gota cae sobre la hoja.

—Eadlyn.

Una mano morena se posa sobre mi examen y sigo su recorrido hasta llegar a ver el rostro del señor Zaidi que me mira con cierta pena.

En cualquier otra circunstancia sentiría vergüenza, pero ahora mismo solo siento rabia y odio hacia mi persona y todo aquel que me rodea.

—Solo cinco minutos más —le suplico haciendo fuerza sobre el examen para que no me lo arrebate.

El señor Zaidi suelta un suspiro, y cuando intento centrarme de nuevo, observo por el rabillo del ojo como se sienta en la silla de al lado.

—Da igual cuanto lo intentes, no te va a salir —insiste observando mi perfil y como destrozo el plástico entre mis dientes.

Quiero sacar una buena nota, y así no hacer recuperación y poder trabajar mas horas para ayudar a mi hermano. Eso sin contar el alquiler atrasado del piso donde estaba mi hermano el cuál todavía debemos pagar.

Cada noche estoy despierta hasta que lo escucho entrar por la puerta. Enciende la luz, y abriendo los ojos lo mínimo posible para que no se de cuenta de que sigo despierta, me aseguro de que no tiene ningún rasguño mas haya de sus ojeras.

—Me estudié esta pregunta miles de veces —le explico ni frustración.

—Eadlyn, es la única pregunta que vale un punto —enfatiza señalando con su dedo índice el final del enunciado donde entre paréntesis y en negrita se puede leer claramente:

(1 punto)

—Le puedo mandar hacer un trabajo extra si así lo desea —intenta calmarme.

No me da la vida ni el tiempo para compaginar todo lo que tengo que hacer en la universidad, junto el trabajo en la clínica, como para añadirle uno de los tediosos trabajos del señor Zaidi.

—No puedo no tengo tiempo, no-no puedo permitirme cargar con un trabajo más —le digo al borde de una crisis.

Con movimientos bruscos guardo el bolígrafo dentro del bolso y me levanto de la silla soltando pequeñas maldiciones. Me desato el moño y sacudo mi pelo para que retome su forma natural tras dos horas atrapado.

Cuando me dispongo a coger mi bolso, mis ojos recaen sobre mi profesor, quien me observa de arriba abajo con total tranquilidad, como si nada ni nadie pudiese interrumpir ese momento.

Rayan [en pausa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora