El móvil me da escalofríos, pero si me lo regalasen como a ella, seguramente lo usaría, porque el dinero no sobra, precisamente.

A ella parece que sí, porque estoy empezando a sospechar que se la suda si nos estrellamos. También es verdad que el coche no es suyo y no le ha costado años poder ahorrar para comprarlo... De segunda mano.

—¿Podrías buscar a Justin Bieber y poner solo su música? Es que es mi mood ahora mismo.

«Claro, cómo coño vamos a romper el mood de la artista».

—Señorita Cebes, estoy conduciendo —insisto, esperando convencerla de una vez, pero su bufido frustrado me dice que no.

—Es que me está dando dolor de cabeza esta playlist. Y yo con dolor de cabeza no puedo trabajar, como comprenderás. Me tendrás que llevar a casa.

—Mejor con un ibuprofeno en el cuerpo que en el hospital, ¿no cree?

Me atrevo a mirar por el retrovisor para observar su cara de frustración. Sé que no debería incordiar a una cliente, pero es que me está tocando los ovarios, sinceramente.

—Seguro que has escrito mensajes mientras conducías, escribir Justin Bieber es pan comido.

Respiro cinco veces y al final, como quiero que se calle de una puta vez, mantengo firmemente aferrado el volante con la mano izquierda y la derecha la muevo al móvil para buscar al puto Justin Bieber. No tardo mucho, porque lo encuentro yéndome directamente a la canción anterior, y entonces mi querida amiga parece contenta y se pone a tararear. Al fin.

«No sé si prefiero esta tortura o la anterior».

Justin Bieber es una banda sonora de mierda para cualquier cosa, y debería estar declarado en algún sitio que escucharlo solo puede hacer que pasen cosas malas. Romperte los tímpanos, por ejemplo. Si no es con él, con la voz de la gente que lo corea, como la que llevo en el coche.

Por eso no debería extrañarme que su voz esté atrayendo, irremediablemente, los peores escenarios posibles en la travesía de apenas veinte minutos hasta mi lugar de trabajo. Y, sin embargo, cuando pego un frenazo de golpe porque veo un coche venir de frente en dirección al mío, me doy el susto de mi vida.

Siempre he pensado que en un momento cercano a la muerte mi vida pasaría ante mis ojos como en las películas. Todas las imágenes así a toda hostia con una música muy dramática pero relajante para poder morirse en paz. Y ahora no hay imágenes, porque lo único que veo es el puto morro del Mercedes acercándose como a cámara lenta sin poder hacer nada, y de banda sonora lo mejor de lo mejor: Justin Bieber.

«Fantástico, voy a morir con una influencer en la parte de atrás de mi coche mientras un Mercedes hace un sándwich con mi pequeño Hyundai. Qué bien».

Cierro los ojos porque prefiero no verlo, aunque sí que lo siento. Mi coche desplazarse ligeramente, mi cuerpo moviéndose por el impacto y el sonido del metal abollándose por encima de la voz del canadiense.

Cuando levanto los párpados espero encontrarme sangre, tener un hierro clavado en alguna parte de mi cuerpo o no poder mover el cuerpo porque me he roto el cuello. Pero claro, solo estoy exagerando, porque yo he frenado a tiempo y el conductor del otro coche no podía ir a más de treinta por hora. Repaso mi cuerpo, que parece en perfectas condiciones, antes de clavar mi mirada al frente, en el coche que se ha quedado detenido de medio lado en todo el centro de la carretera. Lo conduce un chico que parece tan confundido como yo. Aunque qué coño, por qué debería estar confundido si es él quien ha metido el morro en mi carril y el que casi me mata.

—¿Por qué nos paramos? Tengo prisa.

La voz de Cebes me saca más de mis casillas de lo que ya estoy, porque solo ver al chaval saliendo del coche para ver el destrozo me enciende como una cerilla, así que, sin medir mucho mis movimientos ni mi estado de salud, salgo del coche a toda hostia para encararle.

Outlawed - jjk, knjWhere stories live. Discover now