2. Una gata, fotos en la pared y un tocadiscos

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Una Natalia de bastante mal humor amanecía al día siguiente en la cama de su hotel, con el pelo totalmente revuelto, los ojos hinchados y la cama deshecha. Desde hacía más o menos un año dormir no era precisamente lo suyo... Se levantó con desgana y se metió en la ducha mientras repasaba mentalmente los temas de los que tendría que hablar en la primera reunión de las muchas que tendría durante los días siguientes.

Americana blanca, camiseta del mismo color y unos pantalones pitillo de color negro convertían su imagen en una mucho más seria y aburrida de lo que era habitual en ella. Siempre había sido más de sudaderas y vaqueros que de camisas y zapatos de tacón. Mientras se tomaba un café bien cargado releía los documentos y hacía algunas anotaciones de lo que no debía olvidar comentar en la reunión con, en el caso de esa mañana, el departamento legal de la empresa con la que tenía que cerrar el trato.

- Buenos días, Natalia.

- Buenos días - respondió la morena con bastante desgana.

- ¿Estás preparada? ¿Lo tienes todo claro?

- He dormido fatal, el hotel muy bonito, la ciudad parece agradable, gracias por preguntar, papá - dijo con sarcasmo.

- No estamos para bromas, Natalia. No te olvides de que estás trabajando - recordó su padre serio.

- Si, papá...

- No, si papá no, Natalia, ¿lo tienes todo claro?

- Oye, si tan poco confiáis en mi no se por qué me enviáis a mi aquí a hacer esto - se quejó mientras sostenía el teléfono con una mano y con la otra terminaba de atusarse el pelo frente al espejo del baño.

- ¡Lo sabes perfectamente, Natalia! ¡Eres la única que habla un buen inglés de todos nosotros!

- Hija - intervino su madre - por favor, no lo pongas todo tan difícil como siempre. Solo ve, haz tu trabajo y consigue cerrar el trato.

- ¿Yo lo pongo difícil?

- Si, cariño, siempre haces todo a disgusto.

- Es que igual estoy a disgusto, ¿os lo habéis planteado?

- Natalia, ya hemos hablado de esto muchas veces y no me apetece volver a discutir.

- Tiene cojones la cosa...

- ¡Natalia! ¡Habla bien, hija! Y te recuerdo que esta empresa es tu futuro, deberías tener el mismo interés que nosotros en ella.

- Mira mamá, vamos a dejarlo. Tengo que irme.

- Vale, llámanos en cuanto salgas.

- Ahá... - respondió haciendo un sonido nasal antes de colgar el teléfono y apoyarse sobre el lavabo mirándose al espejo.

Su futuro. Se encargaban de recordarle constantemente que esa empresa de frutas y verduras en la que su familia se había dejado la piel era su futuro. Sin embargo tanto ella como su familia eran plenamente consencientes de que si permanecía trabajando allí era simplemente por lealtad hacia ellos y no por gusto.

Tuvo aquella primera reunión, que duró más de 3 horas, en la que absolutamente todo parecían ser problemas. Cuando salió de allí y llegó al hotel se tiró en la cama y no volvió a levantarse hasta un par de horas después. No es que tuviera sueño, de hecho, no llegó a dormirse, pero necesitaba olvidarse de todo por un rato. Lo primero en lo que pensó al levantarse de la cama fue en qué pasaría si se acercaba a la tienda de la rubia a tomarse una de esas galletas que había probado el día anterior. Con la que liaste ayer...

Se quedó unos minutos pensando en si ir o no, pero inexplicablemente, una corriente de iniciativa le recorrió el cuerpo, así que se cambió de ropa y en poco tiempo estaba de nuevo en la calle. Se paró frente a la tienda viendo como la rubia trasteaba tras el mostrador con unos cuantos papeles y sonrió al ver cómo se daba la vuelta y se ponía de puntillas para poder alcanzar algo de un estante demasiado alto para ella. Es pequeñísima.

SIETE DÍAS EN COPENHAGUE // ALBALIAOn viuen les histories. Descobreix ara