24. Amnesia

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En Madrid las chicas iban cerrando temas pendientes para la exposición con una ilusión tremenda. Bueno, unas más que otras, porque Julia seguía mostrándose algo reticente, aunque procuraba apoyar a Natalia en lo que necesitara. Lo que les estaba resultando más complicado estaba siendo encontrar el sitio perfecto para hacer la exposición. Natalia quería encontrar algo concreto. Un sitio abierto, con espacio suficiente en las paredes para poder colocar las fotos con delicadeza y que fuera acogedor. Y por el momento todo lo que habían visto, que ya era mucho, era demasiado pequeño, demasiado caro o se encontraba en muy mal estado.

En un descanso después de una mañana bastante agotadora recorriendo algunos locales habían decidido sentarse en la barra de un bar en pleno centro de Madrid para poder coger fuerzas y pensar en cómo encontrar el sitio perfecto.

- Pensaba que esto iba a ser más fácil... - dijo la morena en un suspiro – hemos visto un millón de sitios ya...

- Yo creo que han sido dos millones – añadió Julia con desgana.

- Bueno, pero no pasa nada, encontraremos el indicado, ya lo verás – trató de animar María con una sonrisa.

- No sé, es que no hay ninguno que me guste.

- También te digo que te estás poniendo un poquito exquisita, amiga – añadió la rubia.

- Porque busco algo concreto.

- Ya, pero hay que ser un poco prácticas, Nataliuka, que el sitio perfecto no existe.

- Pues es el que quiero yo, tiene que ser perfecto, ¿a que si? – miró a Julia, que no había intervenido prácticamente en la conversación.

- ¿Eh? Sí, claro, tiene que ser perfecto. Y eso es difícil encontrarlo...

- ¿Ves?

Natalia miró de nuevo a María haciendo una mueca de decepción que no le gustó nada. Su amiga no estaba buscando el local perfecto. Estaba buscando la aprobación de Julia, y eso era algo que la gaditana parecía estar poco dispuesta a otorgar.

- Pero vamos a encontrar el sitio, ¿a que sí, Julia? – insistió la rubia.

- Pues no lo sé, Mari. Puede que sí o puede que no – respondió bajando el tono de voz y haciendo que Natalia bufase y María le lanzase una mirada furiosa.

- Creo que me voy a casa – dijo Natalia levantándose del taburete.

- ¿Qué? ¿Por qué? Si ahora íbamos a ver otro sitio.

- Ya, pero es que no sé... creo que voy a pensar en esto unos días.

- Natalia, no – intervino María – Si estamos a punto, venga...

- Igual esto es una señal de que no tengo que hacer la exposición

Lo dijo con pena y con la esperanza de que sus dos amigas le quitaran aquella idea de la cabeza. Se quedó mirando a Julia, viendo cómo hacía un leve asentimiento con un telodije implícito que le hizo suspirar.

- Ya hablamos mañana – se despidió con la mano y salió del local con cansancio.

- Julia Medina.

- ¿Qué pasa?

- Tú y yo tenemos que hablar.

- ¿De qué?

- De que eres idiota, Julia.

- ¿Y yo por qué?

- Porque sé lo que estás haciendo y sé que estás un poquito contenta porque Natalia se rinda con esto.

SIETE DÍAS EN COPENHAGUE // ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora