20. La despedida de no-película

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Natalia, como prometió, llevó a Alba a cenarla noche siguiente al concierto de Ali. Había estado buscando un sitio conbuena comida, bonito y vegetariano navegando por decenas de páginas web enbusca de artículos como Eating green: Thebest vegetarian and vegan food in Copenhagen, A Vegetarian's Guide To The Best Places To Eat In Copenhagen o Vegetarian Friendly Restaurants inCopenhagen y había encontrado el que le pareció elsitio perfecto.

Llegaron al local de la mano, seguían asegurándose de que no había problemas con ella después del picotazo de aquel pato, mientras Natalia sonreía de oreja a oreja y Alba miraba a su al rededor con asombro. No había escuchado hablar de aquel sitio y no se explicaba cómo era posible.

Se encontraban en lo que parecía ser un invernadero. Estaba repleto de flores y plantas y en el centro había una enorme mesa de madera rodeada de sillas de diferentes formas y colores. Se sentaron en una de las esquinas, casi pegadas a una de las paredes de cristal que regalaba una bonita vista de la zona.

- Pero, ¿dónde has encontrado esto? - preguntó la rubia sin salir de su asombro mientras se quitaba el abrigo.

- Buscando, Albi. Me he leído como 20 artículos sobre restaurantes vegetarianos en Copenhague - reconoció Natalia riéndose.

- Pues es una pasada - admitió la rubia mirando de nuevo a su al rededor - Es que es increíble, en serio. Muchas gracias por traerme - cogió la mano de la más alta y la acarició con mimo, regalándole una sonrisa de agradecimiento.

- Gracias a ti por dejarme invadir tu casa - respondió sonriente - Otra vez.

- Ha sido genial.

Aquel verbo utilizado en pasado les recordó que esa era la última noche que pasaban juntas. Se sonrieron de forma algo melancólica y se limitaron a disfrutar de ese rato tratando de olvidarse de la despedida que se acercaba, de nuevo, a pasos agigantados y de forma inevitable.

Y, como era de esperar, ninguna durmió mucho aquella noche.

Puede que fuera por el miedo a echarse de menos, pero no podían dejar de pensar en cuándo volverían a verse, a tocarse, a mirarse cara a cara, y no encontraban una respuesta que les convenciera. Realmente no importaba mucho cuánto tiempo fuera a pasar hasta que eso volviera a ocurrir, solo importaba que no sería cuando lo necesitaran.

Sentían que, de alguna forma, esa despedida iba a cambiar algo, aunque no sabían muy bien qué era. Algo les decía que ya no iban a poder soportar tenerse tan lejos, escucharse con interferencias y verse a través de la pantalla del móvil. Algo les decía que después de decirse adiós por segunda vez, no volverían a ser las mismas.

Alba dio vueltas en la cama varias veces durante las primeras horas de la noche, tratando de encontrar la postura idónea para conciliar el sueño y moviéndose de la forma más lenta posible para no despertar a la morena. Pero lejos de estar dormida, Natalia no hacía más que suplicar internamente que en algún momento de la noche Alba llamase su atención y le dijera, aunque fuera solo con una mirada y un apretón en la mano, que todo iba a salir bien.

Pero en lo que estaba pensando Alba no era precisamente en que todo iba a salir bien. Estaba pensando en la canción, esa que Ali cantó como último tema en su concierto, y no paraba de imaginarse que habían empezado a dar los primeros pasos hacia el olvido, aunque estuvieran todavía en la misma cama.

Alba nunca pensó que iba a dolerle tanto imaginarse a Natalia lejos de ella. Nunca pensó que el simple hecho de meterse en la cama con ella iba a ser una tortura. Nunca pensó que, de una forma que todavía no era capaz de comprender, iba a acabar queriendo a aquella chica que le robaba galletas de canela y se dedicaba a hacerle fotos a escondidas.

SIETE DÍAS EN COPENHAGUE // ALBALIAWhere stories live. Discover now