1. Un perro salchicha con un jersey de cuadros

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¿Sabéis esa sensación de tranquilidad que se respira en algunos lugares? Ese ambiente relajado y natural que hace que todo parezca en orden. Esa calidez casi hogareña aunque no estés en casa. Ese estilo de vida alegre, pero calmado, con una receta perfecta que incluye mantequilla, chimeneas en días de invierno, tazas de té humeante, amabilidad a raudales, canela, bienestar, salsa de perejil y muchas porciones de un típico pastel danés, Winderbrød. Eso es lo que se conoce como hygge, lo que promete ser el secreto de la felicidad y que podemos traducir como, por ejemplo, el disfrute de las pequeñas cosas.

Y lo más curioso es de dónde surge esa filosofía de vida, porque no tiene nada que ver con pasear por calles abarrotadas, disfrutar de una cena con amigos en un restaurante bullicioso o pasar las horas muertas disfrutando al aire libre. Tiene que ver con los fríos, oscuros y eternos inviernos daneses, que les obligan a refugiarse en sus casas y construir en ellas un amiente hogareño y cálido que les permita ser felices sin necesidad de tener mucho más. Eso es hygge. Encontrar un lugar, sea cual sea, en el que te haga falta muy poquito para ser feliz y en el que tu corazón se sienta en calma.

Y en Copenhague, al parecer, saben mucho de eso.

Adentrándonos por las callejuelas del Barrio Latino de la ciudad, entre enormes edificios y alguna que otra fachada de colores pastel, llegamos a una terraza decorada con guirnaldas de colores y una maceta pintada a mano en cada una de las mesas. En el interior, una pequeña tienda de comida regentada por una rubia de apenas metro sesenta, con el pelo por los hombros, el flequillo mal cortado y los ojos color miel que sonríe entregando a uno de sus últimos clientes el ticket de la comida que se lleva en una bandeja de madera a una de las mesas libres que quedan en esa terraza.

No era su plan, para nada, Alba Reche no tenía pensado mudarse a vivir a Dinamarca y abrir aquella tienda de comida orgánica de la mano de su, ahora, ex novia. Su idea pasaba más por terminar Periodismo, pasar un tiempo viajando por el mundo mochila en la espalda, conocer gente y disfrutar de la vida antes de encontrar su trabajo ideal. Pero allí estaba, en Copenhague, a las 13:27 de aquel miércoles 7 de septiembre de 2020. Precisamente a la hora en la que una nueva clienta se adentraba en el local, teléfono en mano, bajo la atenta mirada de una sorprendida Alba.

Era una chica alta, muy alta. Tenía el pelo de color castaño oscuro recogido en un pequeño kiki que dejaba a la vista la tez aparentemente suave de un cuello al que prestó demasiada atención. Llevaba una cámara de fotos colgando de su hombro y vestía de una forma que le pareció realmente atractiva.

Alba siempre había sido muy observadora. Se paraba a mirar a las personas que le llamaban la atención hasta que conseguía descubrir algo de ellas. Se preguntó qué haría por allí esa chica a la que no había visto nunca. Casi todos los clientes que pasaban por su tienda eran habituales que trabajaban o vivían cerca, aunque ocasionalmente se encontraba con alguna cara nueva como la de aquella chica.

Se preguntó muchas cosas sobre ella en los pocos minutos que se mantuvo rondando por el local. Pensó en si sería danesa, desde luego no tenía ninguna pinta. También se preguntó si sería de esas personas a las que les gusta leer en libro físico o en uno de esos electrónicos en los que puedes controlar el tamaño de letra y la intensidad de la luz. Ladeó la cabeza, como si así pudiera descubrir algo más, y se la imaginó de la mano de alguien paseando por la ciudad. ¿Tendría pareja? Le asaltó la duda de si sería de las que se ponían una canción en bucle durante horas, como hacía ella, y de si tendría mascotas. No conocía nada de aquella chica, pero de repente, de tanto imaginar, le habían entrado ganas.

- Que si mamá... acabo de pisar la calle. He salido del hotel hace 3 minutos. Lo primero que he hecho ha sido llamarte.

Natalia, que es como se llamaba esa chica que había atraído tanto la mirada y los pensamientos de Alba, paseaba mirando las estanterías repletas de bolsas de café orgánico y paquetes de aperitivos, galletas y bebidas ecológicas para detenerse segundos después frente a la vitrina fría donde terminó cogiendo una ensalada y una botella de agua.

SIETE DÍAS EN COPENHAGUE // ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora