22. Al rescate

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Alba paseaba por las tremendamente frías calles de la ciudad con los brazos cruzados y la mirada fija en el suelo. Se dirigía, sin saber si terminaría entrando o no, al local donde Alicia tocaba esa noche. Llevaba sin hablar con ella desde que prácticamente la echó de la tienda seis días atrás y, acostumbrada a disfrutar de su compañía casi a diario, ya empezaba a extrañarla.

Llegó al bar y se quedó en la puerta unos minutos escuchando la voz de su amiga retumbar en el interior cada vez que alguien entraba o salía del local. Se maldijo por estar haciendo el imbécil de esa forma. ¿Qué hacía intentando decidir si castigar a su amiga con su ausencia o comerse su orgullo y reconocer que la necesitaba?

Abrió la puerta furiosa con ella misma y sonrió instantáneamente al ver a Ali subida al escenario cantando una de sus canciones. Se sentó en un taburete en la barra, pidió una cerveza y se limitó a esperar a que su amiga terminase de dar ese maravilloso espectáculo que daba cada vez que cogía una guitarra.

Cuando Ali terminó de cantar echó un vistazo a la sala, esperando encontrarse a la rubia por allí, y sonrió levemente cuando se la encontró levantando un botellín desde la barra. Se acercó a ella con la cabeza gacha y se sentó a su lado pidiendo también una cerveza.

- Lo siento mucho, Ali.

La del pelo rizado miró a su amiga con una expresión algo triste y asintió con la cabeza antes de que la rubia siguiera hablando.

- Pagué contigo lo mal que me sentía por haberle dicho a Natalia todo lo que le dije, y no debí hacerlo - prosiguió - He sido una idiota por dejar que esto afecte a nuestra relación y lo siento muchísimo, de verdad.

- Te perdono, rubia.

- ¿Ya?

- Pues claro, ni si quiera estaba enfada contigo, lo estabas tú.

Alba arrugó la barbilla haciendo un puchero y se abrazó a su amiga con fuerza mientras, cómo parecía ser costumbre últimamente, se le escapaban unas cuántas lágrimas de donde debían estar.

- Escucha - empezó a decir - Tú ya sabes lo que pienso, pero no voy a decírtelo más, ¿vale? No quiero que te agobies por mi culpa. Si necesitas hablar del tema voy a estar aquí para ti, aunque no esté de acuerdo con lo que hayas hecho, que no lo estoy. Soy tu amiga y eso no va a cambiar por mucho que la cagues con quien sea. Si tú necesitas hacer lo que has hecho para estar mejor... - dudó unos segundos – ... bueno, no lo entiendo, pero voy a estar contigo.

- Gracias.

- ¿Quieres hablar del tema o...?

- No, no quiero. Quiero dejarlo pasar, Ali. Quiero que se me olvide.

- No veo muy fácil eso de que te olvide Natalia...

- Yo tampoco – lo dijo resignada, porque le habían bastado seis días de su ausencia para darse cuenta de eso.

- ¿Cogemos una pizza de camino a tu casa y nos la zampamos viendo alguna película muy gore en la que haya sangre y vísceras?

Alba sonrió limpiándose una última lágrima de la mejilla. Ali siempre parecía tener la solución perfecta para todo y, la verdad, no se le ocurría mejor plan que ese para aquella noche.

- Pero que solo de asco, que no de miedo – puntualizó la, como diría cierta morena, cagueta.

- Tú no te preocupes, yo me encargo.

Ali fue a recoger sus cosas, se colgó la guitarra a la espalda, dejó que su amiga enhebrara el brazo entre el suyo y su cuerpo y caminaron rápido y en silencio hasta la pizzería más cercana de casa de Alba. Hicieron lo que habían prometido: comer pizza y ver mucha sangre, hasta que terminó la película.

SIETE DÍAS EN COPENHAGUE // ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora