23. El arte de poner las cosas en orden

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Unos golpes en la puerta de su despacho hicieron que la mente de Natalia volviese al sitio en el que debía estar: la oficina. Miró hacia la puerta, esa que alguien acababa de golpear y vio a María asomando la cabeza con una sonrisa.

- ¿Se puede? - preguntó en un susurro.

- Si, si, pasa – contestó rápido - ¿Qué haces aquí?

- He venido a hacerte una visita, ¿no puedo?

- Claro que puedes, boba, es solo que no te esperaba.

- ¿Qué hacías?

- ¿Eh? - Natalia miró la pantalla de su ordenador. En ella podían verse las miniaturas de cientos de fotos y rápidamente minimizó la pantalla dejando a la vista un e-mail que ni siquiera se había molestado en leer todavía - Nada, respondía unos mails.

- Ya, ¿y de verdad?

- ¿Qué?

- Que qué hacías de verdad, Natalia, que nos conocemos. Tienes la cara un poquito desencajada y yo diría que estabas a punto de echarte a llorar – dijo sentándose en la silla frente a su amiga – Te brillan los ojos, Nataliuka.

- ¿Qué dices? No iba a llorar, en serio – negó rápidamente.

- Natalia, que no soy Julia, no te voy a echar la bronca si estás pensando en quien ya sabemos y te has puesto triste. Si necesitas llorar, puedes.

- Pero que no, en serio – volvió a negar, de forma menos convincente todavía.

- Venga, va, a la tercera va la vencida...

- Estaba viendo las fotos - dijo sin levantar la mirada.

- ¿Las fotos? ¿Las del primer viaje a Copenhague? - preguntó abriendo los ojos exageradamente.

Sus amigas le habían suplicado a Natalia, por activa y por pasiva, que les enseñara las fotos de su primer viaje a Copenhague, como solía hacer siempre, pero la morena había hecho ciento un requiebros para intentar evitarlo. De alguna manera, saber que era la única persona que las había visto le hacía sentir especial.

- Esas, si – afirmó con algo de resignación - ¿Quieres verlas?

- Pues claro.

María se levantó de la silla, cargándola hasta que estuvo al lado de su amiga, y se sentó de nuevo dispuesta a disfrutar de las instantáneas que aparecían delante de sus ojos. Natalia las iba pasando con calma, sonriendo, negando o incluso riéndose al ver alguna de ellas, mientras su amiga no podía hacer más que comprobar el enorme talento que tenía la morena. Ya lo sabía, pero esas fotos no hacían más que confirmarle que la fotografía era su auténtica vocación.

- Natalia, son muy buenas - dijo una vez terminó de mostrarle todas y cada una de las 217 fotos.

- Son buenas, ¿verdad? - preguntó Natalia con un hilo de voz, pues se había dado cuenta de que eran, probablemente, las fotos más bonitas que había hecho en su vida.

- No, son MUY buenas - repitió con orgullo - tienes que hacer algo con esas fotos.

- Si, borrarlas.

- PERO, ¿QUÉ DICES? ¿ESTÁS TONTA? ¿CÓMO VAS A BORRAR ESO NATALIA? - preguntó horrorizada.

- Es lo que estaba pensando hacer cuando has llegado.

- Pues menos mal que he llegado. No puedes borrar estas fotos, son una puta pasada.

- ¿Qué más da? Están aquí muertas de asco y solo sirven para que me entren ganas de llorar cuando las veo.

SIETE DÍAS EN COPENHAGUE // ALBALIAWhere stories live. Discover now