Su cuerpo se tensó y aún estando tras de ella pude sentir el fuego de su mirada. Todo en ella gritaba rabia, el sonido de su respiración, el color de su piel que se tornaba rojiza y la manera en la que sus músculos se contraían. 

—Nos vemos en la casa, abuela —murmuré en su oído.

Me di la vuelta y emprendí mi camino. Todas las personas que hace segundos estaban en la calle dispuestos a sacarme del pueblo ahora estaban en sus casas. Cada uno observando por las ventanas como la chica tragedia caminaba con seguridad mientras había dejado con los nervios de punta a su mayor enemigo.

La casa de mi abuela era mi calvario, cada día vivía un infierno en aquel lugar. Desde antes de lo sucedido ella ya tenía resentimiento contra mí y nunca supe la causa.

¿Sabes lo que es caminar por las calles y que todos comiencen a correr porque no te quieren cerca?

¿Sabes lo que se siente que te culpen por cada suceso extraño o cualquier muerte misteriosa que ocurra? O, ¿qué tengas que intimidar a cualquiera incluyendo a un niño o un anciano para poder sobrevivir?

Sí, ese es mi día día. Lo que más me duele es que mi familia se preste para eso, que una muerte que me dolió tanto como la de mi madre recaiga en mis hombros.

No lo merezco.

No lo merezco.

Al llegar a aquella casa que se ha robado mi dolor y sufrimiento me dirigí al patio, en donde se encontraba aquel pequeño lugar que se ha vuelta la cuna de mis lágrimas desde hace varios años.

Porque tampoco tenía derecho de tener una habitación dentro de la casa.

Exhausta y con el corazón latiendo a mil me adentré a esas cuatro paredes que me sostienen cada vez que siento caer. Me detuve frente al espejo, observé con detenimiento cada parte de mi cuerpo.

Me sentía muy adolorida. Quizá por fuera no tenía ningún golpe, pero por dentro tenía una gran herida que estaba siendo retenida por una bandita diminuta.

Escuché pasos apresurados acercándose hacia mí. Ni siquiera giré la cabeza, sabía quién era.

Sus brazos rodearon mi cintura mientras su cabeza bajaba hasta mi cuello para depositar un suave beso. Sentí la desesperación que tenía por la inestabilidad de su respiración.

—Relájate, no pasó nada. Estoy bien, nadie intentó lastimarme.

Me giré hasta quedar frente a él. Sus brazos aún me rodeaban.

—Adelin, no intentes hacer que me calme.  Si alguien te puso un dedo encima, te juro que lo...

—¿Lo matarás? Sí, claro. Lo dice el chico que le teme a las cucarachas. —Sonreí al ver su cara de asco.

—Eres una aguafiestas. —Rio—Admite que me veo sexi fingiendo ser un chico malo y protector. —Deposité un pequeño beso en su barbilla.

»Haría cualquier cosa por ti... Incluso mataría si fuese necesario. —Busqué sus ojos, aquellos que me miraban fijamente. Al no ver ni un poco de burla supe que lo que decía era cierto.

— No, Engel, no digas eso.

— Ya no tengo nada que perder. Lo perdí todo desde que empecé a ser tu amigo. Y no me arrepiento de eso.

Él fue la primera persona que se quedó a mi lado sin conocerme y a pesar de todas las barbaridades que decían de mí, no le importó perder su hogar, su familia, sus amigos, y el respeto del pueblo; siempre se quedó conmigo. Es el único amigo que tengo, la única persona que creyó en mí.

—Necesito relajarme —dije llevando mis manos a su cuello.

—Y yo soy muy bueno solucionando eso. —Sus labios se curvaron en una sonrisa mientras pegó mi cuerpo más al suyo.

Me acerqué a su boca y pasé mi lengua sobre su labio inferior antes de succionarlo. Sus manos ascendieron por debajo de mi camisa haciendo que el suave contacto con mi piel cálida me hiciera estremecer. Mis manos fueron a su pecho mientras le besaba ferozmente, sentí cada parte de su cuerpo pegado al mío y un jadeo abandonó mi garganta

Sus labios se movían con desesperación sobre los míos. Retrocedió para tomar asiento en una silla haciendo que me suba a horcajadas sobre él. Acaricié su cabello cuando su boca abandonó la mía para besar mi cuello.

El ambiente se tornaba pesado y tuve que sacar su camisa por encima de su cabeza antes de sacar la mía. Sus labios tomaron los míos y me dejé llevar por la lujuria.

Cuando sus manos estaban a punto de quitar el broche de mi sujetador se escucharon dos golpes en la puerta. Miré a Engel quién me miraba desconcertado.

Bajé de su regazo y me acerqué con cautela hacia la puerta.

—Adelin, espera... — murmuró tras de mí.

Ignoré su advertencia y seguí caminando.

Nadie nunca ha tocado.

Tomé un cuchillo que escondía en una maseta y abrí la puerta.

El patio estaba sumido en un silencio aterrador y, como siempre, sin rastro de persona alguna.  Miré a todos lados por si acaso alguien salía de la nada, pero nada sucedió.

Eso era extraño.

—No hay nadie.

—Adelin, hay algo en el suelo. —Mi mirada viajó hasta ese lugar, donde había una caja pequeña.

Tomé el objeto, no sin antes volver a observar que no hubiese nadie y cerré la puerta.

Me senté en la cama y miré la caja con curiosidad.

¿Qué tendrá? ¿Quién lo habrá puesto allí?

—Será mejor que yo lo abra, no sabemos que hay dentro. —Me arrebató el objeto de mis manos sin ni siquiera dejarme responder.

Sacó una carta envuelta en un hilo rojo. Sentí que ya había visto una igual.

Antes de abrirla él me dió una mirada de reojo. Mi corazón comenzó a latir rápido, estaba ansiosa de saber lo que decía.

No aguanté que Engel la leyera y tuve que cogerla en mis manos.

Mis ojos se abrieron de una forma exagerada, mi respiración se volvió agitada y sentí como la habitación daba vueltas a mi alrededor al leer lo que contenía.

Una ola de emociones me inundó en ese momento. No sabía si me sentía feliz, asustada, intrigada o curiosa.

Con manos temblorosas le pasé el trozo de papel.

Adelin Rivas, no es justo que sigas pagando por el crimen de alguien más. Sé quién es el asesino de tu madre y si estás dispuesta puedo ayudarte. Si rechazas mi propuesta deja la caja en el lugar donde la encontraste, de lo contrario creeré que aceptas. :)

Nota de autora: Holaa. Aquí les traigo libro nuevo. Espero que les guste. Esto a penas comienza. ♡

¿Qué les pareció?

El misterio que me persigue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora