Capítulo 21: Éxtasis

778 63 4
                                    

Cae la noche y me siento triste y sola. Es una noche especial; nochebuena.
-¿Hay algo más triste que pasar la nochebuena en una roulotte?-pregunto desde fuera de la caravana.
Zulema sale de la caravana y me responde:
-Pasarla contigo.
Sorprendentemente, sale del vehículo con un regalo para mí. Es una caja envuelta en un papel dorado. Quedo absolutamente atónita y lo agarro aún sin pensar que es para mí.
-Ábrelo, coño-me ordena Zulema.
Después de abrir el paquete decidimos hacernos una foto juntas; la primera foto que nos hacemos juntas. Me resulta algo extraño acercarme tanto a ella sonriendo.
Mientras celebramos a nuestra manera nochebuena, nos asaltan un grupo de jóvenes. A ambas nos tiran al suelo y forcejeamos por tal de no ser violadas. Finalmente, logro golpear con una piedra al que tengo encima y agarro una escopeta. Mi primer pensamiento es dar un tiro al aire, pero después pienso en disparar directamente a los hijos de puta que nos han asaltado tratando de violarnos. Tras varias suplicas por parte de uno de los asaltantes, termino por matarlos a los dos. Zulema se queja; me dice que debería haber disparado al cielo y hubiese bastado con eso, pero yo necesitaba verlos muertos.
Cuando termina de quejarse, me agradece haberla salvado y después me acompaña a enterrar los cuerpos. En el momento de cavar para dejar sus cadáveres me siento rara; me siento vacía. Acabo de matar a sangre fría y no siento nada; ese es el problema. ¿En qué me estoy convirtiendo? Bien es cierto que soy una criminal y que no es la primera vez que la vida de alguien acaba gracias a mí, pero esta vez es diferente; esta vez he matado yo con mis propias manos y no siento absolutamente nada.

Al volver a la caravana siento que necesito evadirme de la realidad. Zulema se sienta a limpiarse los zapatos. Yo cojo una bolsita de éxtasis y empiezo a aguantar un sermón de Zulema:
-Hoy te has saltado todos los límites...
Mientras la oigo me preparo la droga y empiezo a consumir. A la vez que me acerco a ella para sentarme enfrente suyo y a responderle acerca de su lección del día, le respondo:
-Tú no tienes límites, tú no tienes miedo a nada; ni a la muerte ni a nada...
-Da igual lo que te metas; lo que acaba de pasar no se te va a olvidar-me advierte.
-¿No te cansas nunca de dar lecciones?-le pregunto.
Le ofrezco droga y me niega la propuesta.
-Yo paso de eso, ya lo sabes.
-Siempre hablas de libertad, de sentirte libre; y luego te gusta controlarlo todo. ¿Por qué no te dejas llevar por una vez?-pregunto tratando de que acepte la propuesta.
Tras un poco más de insistencia por mi parte termina por aceptar la propuesta y consumir conmigo. Pone caras raras que dejan en evidencia que no le gusta el sabor, pero es que, ¿a quién le gusta el sabor de la droga o del alcohol? A nadie; simplemente lo consumimos porque creemos que con eso vamos a sentirnos libres, al menos, por unos minutos.
Me levanto y doy un sorbo a mi cerveza. Después pongo música y me coloco unas gafas de sol. Me quedo con la mirada perdida, pensando en qué me estoy convirtiendo. ¿Acaso he perdido la cabeza? ¿Es hora de alejarme de Zulema y de dejarme llevar y quedarme en esta noche para siempre?
Empiezo a bailar sola mientras Zulema queda tumbada boca arriba. Tras desfogarme me acerco a Zulema y me coloco justo enfrente suyo mirándola desde arriba. Conforme me acerco a ella más, me comienzo a reír.
-¿Qué?-me pregunta.
Sigo riéndome.
-¿De qué cojones te ríes?-insiste ella.
-¿Es la primera vez?-le pregunto.-Sí, es la primera vez que tomas éxtasis-me confirmo yo misma.
Se incorpora suspirando y me responde:
-A mí esto no me sube; no me hace nada.
-¿No te ha hecho nada?-pregunto incrédula.
-Nada-me confirma con una media sonrisa.
-Ya, ya...-contesto poco convencida.
-¿Cuando se pasa esta mierda?-me pregunta aún con esa media sonrisa.
-¿Sabes qué me apetece muchísimo?-pregunto con la mirada todavía perdida y con las gafas de sol ya quitadas.
-¿Qué?
Me acerco un poco más a ella y le susurro:
-Tocarte la cara.
-Joder, que pereza-se queja levantándose.
Una vez en pie, se dirige hacia el otro lado de la caravana y se acaba la cerveza. Me levanto y, colocándome justo enfrente de ella, empiezo a acariciarle la cara.
-No vamos a follar-me advierte.
-Y, ¿tú piensas que yo quiero follar contigo?
Asiente convencida.
-Eso no tiene sentido, ¿no?-pregunto con una mirada desafiante.
Ambas quedamos mirándonos fijamente, pero en silencio; solo se oye la música de fondo.
-Bueno, pues vamos a dormir-digo volviéndome hacia mi cama.
Cuando menos lo espero, Zulema me agarra por detrás por el pelo y me comienza a chupar el cuello. Siento como mi temperatura corporal aumenta de un segundo a otro y noto como toda mi represión sexual que he tenido hasta ahora llega a su fin.
Me dejo llevar por mis instintos más primitivos y me apoyo contra un armario. Zulema me besa el cuello fogosamente mientras agarra con su mano mi larga melena haciéndome algo de daño que produce en mí un aumento de excitación.
Ella me empieza a meter la mano que tiene libre por el pantalón. Primero me roza la parte de detrás con suavidad y después pasa hacia delante. Noto como busca llegar al punto en que me deje llevar del todo, pero ya estoy en ese punto desde que me ha agarrado por detrás.
Me giro y la beso con pasión. Empezamos a fundirnos en un beso lento y apasionado que rápidamente toma velocidad y pasa a ser un momento de fogosidad en el que nos fundimos en un solo ser. Nuestros cuerpos quedan más cerca que nunca e incluso puedo sentir su corazón latir cerca de mí. Al igual que yo, tiene un latido acelerado por motivo de la excitación del momento. Noto que ella también se ha dejado llevar por sus instintos más primitivos.
Es innegable el echo de que ambas llevábamos tiempo con tensión sexual acumulada que en algún momento iba a acabar saliendo. Suena una canción que a ambas nos gusta así que, solo por unos segundos, nos separamos y bailamos juntas entre risas.
Tras un par de risas más, me vuelvo a acercar a ella y volvemos a fundirnos en un largo beso. Pocos segundos después, decido bajar y besarle el cuello. Ella se ríe nerviosa mientras yo saco mis dotes sexuales. Bajo hasta su pecho y me quedo lamiendo su ropa con deseo de quitársela.
Oigo un gemido suyo que me hace excitarme más aún, si cabe. Continúo bajando hasta que llego hasta su pantalón. Ella coloca su mano izquierda sobre mi cabeza acercándome más a su cuerpo y se apoya en el mármol. Yo continúo buscando que ella también llegue a ese punto de dejarse llevar. Cuando ya le he quitado toda la ropa de abajo, vuelvo a oír otro gemido suyo con mascarilla fuerza que el de antes. Suspiro y acerco mi lengua hasta su entrepierna tratando de llegar hasta su punto G.
Jamás había tenido un momento así con Zulema, y jamás lo hubiese llegado a imaginar un momento así junto a ella; pero lo cierto es que esta noche no quiero que acabe nunca. La decisión está tomada; me quedo en esta noche para siempre.

𝐕𝐢𝐬 𝐚 𝐯𝐢𝐬: 𝐃𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐚́𝐫𝐜𝐞𝐥 𝐚𝐥 𝐎𝐚𝐬𝐢𝐬Where stories live. Discover now