Capítulo 11: Vértigo

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Hoy es el día, hoy es el día en que voy a salir de aquí. En tan solo unas horas voy a estar fuera de este zulo. Pero, ¿qué voy a hacer con mi vida? No tengo dinero, ni trabajo, ni hogar. Realmente soy una desgraciada, pero al menos ya soy libre.
Voy a desayunar y, cómo de costumbre, me siento sola en una esquina. Enseguida Zulema acude a mí.
-¿Qué se siente al saber que te quedan horas aquí dentro?-me pregunta sentándose enfrente mío.
-Vértigo-respondo cortante.
Levanta sus cejas y me dice:
-No irás a estar arrepentida de lograr tu libertad...
-No es eso, pero ahora que estoy tan a las puertas de la calle y tan hecha a la vida aquí dentro, no sé si voy a ser capaz de volver a adaptarme a la vida de fuera.
Zulema suspira cansada de mí.
-Rubia, en cuanto salgas de aquí tu vida haciéndote la chica buena y normal va a ser un coñazo, eso ya te lo adelanto, la verdadera vida empezará cuando estemos tú y yo juntas fuera de aquí.
Me sorprende oírla hablar así. Habla de una manera que parece que ella y yo seamos amigas, pero eso no es posible; Zulema no tiene amigas.
-¿Por qué hablas de ello con tanta ansia?-pregunto sin ninguna temor.
-Eso te lo explicaré más adelante, rubia-me responde en su mismo tono enigmático de siempre.
Frunzo el ceño a la espera de alguna palabra más por su parte, pero no obtengo ningún comentario más.

Tras una mañana sin saber qué hacer ni a dónde ir, al acercarse la hora de comer Palacios acude a mí y me recuerda algo.
-Ferreiro, en quince minutos tienes que estar lista para salir.
Asiento sin decirle nada.
Estoy en el patio. Miro a mi alrededor y no veo a rizos. Entro y acudo a su celda, tampoco está. Me recorro todos los rincones en los que pienso que podría estar pero no obtengo ni rastro. Veo a Tere cruzar por mi lado y la detengo.
-Tere, ¡espera!-le grito.
-¿Qué pasa?-me pregunta.
-¿Dónde está rizos?-pregunto alterada.
-No la busques porque no la vas a encontrar-me advierte.
-¿Cómo? ¿Qué dices? Tere, que en quince minutos me voy de aquí, ¡tengo que despedirme!
-Por eso no quiere verte, ya sabes que odia las despedidas-me explica Tere.
-No me jodas, Tere. ¿Dónde coño está?-pregunto desesperada.
-Lo siento, Maca-me dice con cara de tristeza.
-¿No me lo vas a decir?-pregunto al borde del llanto.
-Lo siento-es lo último que dice antes de marcharse y dejarme plantada en mitad del pasillo.
Quedo atónita tras la respuesta de Tere. Corro hacia los baños gritando su nombre pero no obtengo respuesta. Abro las puertas de todos los retretes pero no está en ninguno. Vuelvo a salir al patio y sigue sin estar ahí; es como si la tierra se la hubiese tragado, pero no es así, tan solo es que no quiere verme.
Tras unos cuantos minutos de búsqueda acudo a mi celda para prepararme para mi salida de aquí dentro. Al llegar me encuentro con Zulema.
-Tranquila, rubia, ya te he hecho la maleta para tu gran viaje-me vacila señalando una bandeja que ha dejado sobre mi cama con todas las pertinencias.
Compruebo que esté todo y después le sonrío tímidamente.
-Gracias, supongo-le agradezco entrecortada.
-No hay de qué-contesta levantando las cejas en señal de que me marche de una vez por todas.
Me vuelvo hacia la salida y, justo cuando voy a cruzar la puerta de la celda, oigo un susurro.
-Pronto recibirás noticias mías.
Me vuelvo hacia ella y le respondo:
-No lo dudaba, Zulema.
Me guiña un ojo y, ahora sí, salgo de la celda.
Cruzo la entrada a la zona de presas de Cruz del Norte sin pena ni gloria; tal y como entré aquí. Las presas con las que me cruzo no muestran ningún tipo de emoción respecto a mi salida de aquí dentro.
Llego hasta las últimas rejas que separan la zona de los funcionarios con la zona de presas y ahí esta Palacios esperándome. Abre la puerta y la cruzo lentamente; siento muchísimo vértigo al pisar terreno que no sea de presas.
Palacios me lleva hasta la sala en la cual me debo cambiar de ropa. Al igual que ayer cuando íbamos al juicio, me deja sola en la sala con una bandeja llena de ropa para que me arregle para mi gran salida. Esta vez también hay algo de maquillaje entre la ropa.
Me visto con unos pantalones tejanos azules con roturas a la altura de las rodillas, una camiseta gris con un estampado colorido y unas botas negras. Después de ponerme todo esto, me pinto los labios de color rojo intenso y me maquillo un poco los ojos con lo poco que me han dejado en la bandeja. Me peino como puedo con la mano y, cuando ya tengo la bandeja vacía, me doy cuenta de que hay un sobre en el que pone: para Maca. Lo abro y descubro una gran cantidad de dinero que me bastará para vivir al menos hasta que consiga trabajo; debe de ser cosa de Palacios. Me guardo el dinero y salgo de la sala.
-¿Lista?-me pregunta Palacios señalándome la salida de Cruz del Norte.
-Lista-respondo asintiendo firme.
Mientras nos dirigimos hacia la salida le susurro:
-Gracias.
Antes de acudir a la salida paso a la zona dónde se recogen los objetos personales con los que las presas entramos aquí. Hay varios objetos inútiles que no sé que hacen en mi bandeja; me limito a coger mi móvil.
Me acerco hasta la puerta de salida, acompañada de Palacios, y aparece Magdalena. Sin dedicarme ni una sola palabra, me abre la puerta de la prisión y la cruzo sola.
-Se feliz-me aconseja Magdalena.
Ya desde fuera, me giro y le sonrío. Le guiño un ojo a Palacios y, definitivamente y con mucho vértigo por no saber cómo va a ser mi vida fuera de aquí, abandono el centro penitenciario Cruz del Norte.

𝐕𝐢𝐬 𝐚 𝐯𝐢𝐬: 𝐃𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐚́𝐫𝐜𝐞𝐥 𝐚𝐥 𝐎𝐚𝐬𝐢𝐬Where stories live. Discover now