Capítulo 14: Sin planes

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Segundo día que me despierto en este cochambroso albergue. Sin ni siquiera desayunar, salgo fuera y me prendo un cigarro. Cojo mi móvil y, por penúltima vez con este número viejo, llamo al sicario.
-Dígame.
-Soy Beatriz Muñoz-miento.
Es el nombre falso que le di al apuntar mi número.
-Me alegar oír su voz de nuevo-me responde en un tono suave.
-No tengo mucho tiempo; hágalo ya-le ordeno secamente.
-¿Qué hay de Caimán?-pregunta antes de pasar a la acción.
-No se preocupe; soy una mujer que cumple con su palabra y no traicionaría a alguien de mi gremio-digo fingiendo seguridad en mí misma.-Tengo un plan; esta misma noche lo tendrá de vuelta.
-Eso espero-responde cortante.-En poco más de dos horas Magdalena será historia-y cuelga.
No tengo mucho tiempo, y casi no me queda dinero. Entro al hostal y acudo a la recepcionista. Saco una pistola de mi mochila y apunto hacia ella mientras le grito:
-¡Dame todo el dinero que tengáis!
-Pero...-me dice temblando atemorizada.
-¿Tengo cara de estar bromeando? ¡Que me des el puto dinero, joder!
Al gritar así con una pistola siento que he vivido algo similar antes. Recuerdo el día que hicimos la revolcada en Cruz del Norte; cuando entré con la pistola gritando en la sala dónde tenían a todas las presas.
La recepcionista me da todo el dinero y yo lo guardo en la mochila sin dejar de apuntarle.
-¿Tenéis cámaras?-pregunto.
-No tenemos nada...-me dice con lástima.-Esto tan solo es un negocio familiar humilde y con pocos recursos.
-Eso explica que sea tan cochambroso-le digo con desprecio.-Cómo me delate está muerta-le advierto antes de salir del albergue.
Una vez fuera, me doy cuenta de que no tengo ningún plan. Mi situación aquí fuera es peor de la que tenía dentro de la cárcel; voy a traicionar a un sicario y ni siquiera tengo un plan de huida. Ahora me iría bien la ayuda de Zulema, pero debo hacer esto sola. Me dirijo hacia el centro de la ciudad.
Tras un largo camino, llego a mi destino. Acudo al desguace más cercano que encuentro y entro buscando a alguien que pueda atenderme.
-¡Hola!-grito cuando veo a un trabajador a lo lejos.
-¿Qué quieres?-pregunta sorprendido por ver a una rubia con pinta de pija en un desguace como éste.
-Necesito una caravana-le digo.
-Tenemos unas cuantas, pero ninguna funciona; por eso están aquí-me explica.
-No soy gilipollas, hasta ahí llego yo solita-le digo en un tono estúpido.
Saco un fajo de billetes de la mochila y le digo:
-Tengo dinero, ¿cuanto tiempo y dinero costaría que arreglases una?
-Debería mirarlo-me dice pensativo.
-Esta noche me pasaré, y necesito que esté listo-le ordeno.-¿De acuerdo?-pregunto levantando las cejas.
Asiente y acude rápidamente se dirige hacia la zona dónde están las caravanas abandonadas.
Salgo del desguace y acudo al primer restaurante de comida rápida que encuentro. Pido la comida y, justo cuando me siento a comer, me suena el móvil.
-¿Sí?-pregunto.
-El trabajo ya está hecho-me responden al otro lado de la línea.
Magdalena ya está muerta.
-Perfecto. Esta noche tendrá a Caimán de vuelta-le miento.
-Eso espero-y cuelga.
Siento un escalofrío en mi cuerpo. Como no consiga tener la caravana esta misma noche para marcharme de aquí, voy a estar realmente jodida.

Cae la noche y vuelvo al desguace al que acudí esta mañana. Supongo que sobre esta hora ya esperarán la llegada de Caimán, así que debo darme prisa antes de que se den cuenta de que se la he jugado.
Llego a la zona dónde están las caravanas averiadas y me encuentro con una con el capó abierto y con el trabajador reparándola, o eso creo.
-¿Pudiste hacer algún apaño?-pregunto en voz alta para asegurarme de que me oye.
Levanta la cabeza del capó y me responde:
-En un par de minutos acabaré.
-Date prisa-le ordeno.
En este corto tramo de tiempo hasta que pueda salir de aquí me suena el móvil. Mierda, es el sicario. Lo cojo pero no digo nada.
-Vaya, vaya...-oigo al otro lado de la línea con un tono sarcástico.-¿Me la has intentado jugar?-me pregunta.
No respondo.
-Dicen que el que calla otorga, se ve que eso es cierto. ¿Me equivoco, Beatriz?
Me agobio de escuchar su voz así que le cuelgo. Abro la mochila y saco un par de billetes de 100€. Le entrego los billetes al mecánico y le pido las llaves rápidamente.
-No te aseguro al 100% que vaya a funcionar por mucho tiempo-me advierte mientras me subo a la caravana.
-Me la suda-respondo cerrando la puerta ya desde el interior de la caravana.
Arranco y salgo del desguace tan rápido como puedo. Hacía mucho tiempo que no conducía, y lo cierto es que se me hace algo raro, pero ahora no tengo tiempo para pensar en tonterías. Cojo mi móvil antiguo para realizar mi última llamada desde este y llamo a Cruz del Norte. Pido una llamada urgente con Zulema Zahir, y pocos minutos más tarde se pone ella al teléfono.
-La que has liado, rubia...-me comenta nada más coger el teléfono.
-Lo importante es que ahora ya no nos van a joder el plan-respondo orgullosa de mis decisiones.
-Lo que tú digas-me dice con desgana.
-Zulema, sólo te voy a decir esto una vez así que presta atención-le ordeno.-Un sicario y sus hombres me están pisando los talones así que debo huir lejos de aquí. No voy a llamarte más hasta que pase un tiempo.
-¿Qué cojones has hecho?-me pregunta alterada.
-Confía en mí, tú preocúpate de salir de ese puto agujero-y le cuelgo.
Bajo la ventanilla y, en plena autopista, lanzo el móvil antiguo. No tengo un rumbo fijo; tan solo sé que debo huir y buscar una vida mejor y con cierta normalidad lejos de aquí.

𝐕𝐢𝐬 𝐚 𝐯𝐢𝐬: 𝐃𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐚́𝐫𝐜𝐞𝐥 𝐚𝐥 𝐎𝐚𝐬𝐢𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora