Capítulo 13: El mayor de los motores

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-Centro penitenciario Cruz del Norte, dígame.
-Hola, necesito hablar con Zulema Zahir, es urgente-informo a la persona que me atiende la llamada desde la cárcel.
-Un momento-me responde antes de dejarme en espera.
Pasan varios minutos hasta que oigo la voz de Zulema:
-¿Qué pasa, rubia?
-¿Cómo sabes que soy yo?-pregunto sorprendida.
-Porque a mí no me llama nadie. ¿Te has comprado ya el nuevo número?
-Sí, pero aún no lo he activado-le contesto.-Zulema, tengo un problema.
Suspira cansada y pregunta:
-¿Qué problema?
-He ido a buscar un sicario para acabar con Magdalena y resulta que la conoce-le explico.
-¿De qué la conoce?
-La conoce por ser la dueña de todas las cárceles Cruz. Uno de sus hombres está en Cruz del Este; Caimán-la informo.
Se queda callada.
-¿Zulema?
-¿Qué quiere a cambio de acabar con Magdalena?
-Que consiga que suelten a Caimán.
-Ese hijo de puta no puede quedar suelto. Violó a mi hija-me responde alterada.
-Lo sé, Zulema, pero no tenemos opción.
-Negocia-me ordena secamente.
-Yo no sé negociar.
-¡Pues aprendes, joder!-me grita escandalizada.
-Zulema, tengo miedo.
-Rubia-me dice ya con su tono de susurro enigmático.-El miedo es el mayor de los motores, ¿lo sabías?
No respondo.
-Usa todo el miedo que tengas para poner empeño en encontrar otra solución a todo esto-me ordena.
-Veré que puedo hacer-respondo.
Es entonces cuando me cuelga.
Vuelvo a dirigirme hacia la puerta del edificio dónde se encuentra el sicario y entro, esta vez no es necesario el código de antes.
-¿Ya has hablado con tu amiga?-me pregunta el mexicano cuando vuelvo a entrar a la misma sala de antes.
Asiento.
-Y, ¿hay trato?-me pregunta ansiando mi respuesta.
Dudo unos segundos antes de contestar, y después respondo en un tono firme.
-Hay trato.
-Perfecto, querida-me responde levantándose alegre de su sillón.-Mañana mismo Magdalena Cruz será ejecutada, a la vez que Caimán será liberado, ¿cierto?
-Cierto-digo asintiendo.
-Déjeme un teléfono de contacto suyo-me pide antes de que abandone el edificio.
Tomo un papel y un bolígrafo y, evidentemente, pongo mi número de móvil antiguo; el mismo que voy a dejar de usar en las próximas horas.
Cuando termino de apuntar mi número con un nombre falso al lado que me acabo de inventar, le entrego el papel y me vuelvo hacia la puerta. Desde la salida oigo que el mexicano le da una orden a su sirvienta:
-Usted, llame a Cruz del Este y pida una llamada con Caimán; voy a darle la noticia de que mañana volverá a trabajar para mí.

𝐕𝐢𝐬 𝐚 𝐯𝐢𝐬: 𝐃𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐚́𝐫𝐜𝐞𝐥 𝐚𝐥 𝐎𝐚𝐬𝐢𝐬Where stories live. Discover now