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LYANNE & AEGON HABÍAN ESTADO TODA LA NOCHE juntos, siendo cubiertos por Orys, quién había sido llamado por el Rey para mantener a sus hermanas lo más distraídas y distanciadas de ellos posible. Al parecer y por suerte, ambas tenían asuntos que atender, y poco les importó la ausencia del Rey.
Mientras la loba mantenía su cabeza sobre el pecho del Rey, ambos disfrutaron del silencio y cómo el viento se hacía paso dentro de aquella habitación que había sido testigo de las cosas que harían ruborizar a cualquiera, de las promesas que se habían hecho.
Lejos de querer levantarse, ambos se mantuvieron en la cama, los dedos del Rey delinearon su cabello con sumo cuidado, mientras que la joven loba oía el palpitar de su corazón, tranquilo y relajado como su respiración.
─A pesar de que hemos dormido juntos tantas veces. Hay pocas cosas que sé sobre tí, mi amor.
─¿Qué deseas saber? ─le preguntó Lyanne, posando sus ojos sobre el rostro del Rey.
─Absolutamente todo.
─Bueno. En unos cuántos meses cumpliré veinte días de mi nombre... ─dijo ella, relamiendo sus labios y sonriendole.
─¿Veinte? ¡Qué joven eres!
─¿Cuál es tú edad, Aegon?
Éste sonrió levemente.
─Cumpliré veintiséis días de mi nombre el próximo miércoles.
─¿Por qué no me has dicho nada? ¡Debo de darte algo!
Aegon negó.
─No deseo nada, solo que estés allí en la fiesta.
─Allí estaré.
─Cuéntame sobre tú infancia, loba.
─Soy un año más joven que Lysanne, y ella era, por dioses, deberías de haberla conocido cuándo era niña. Era la persona más odiosa e insoportable que habrías conocido, escucharla hablar hacia que tenga deseos de meter su cabeza dentro de la nieve... ─Aegon rió ante el pensamiento de una pequeña Lyanne haciendo maldades por cada rincón del Norte─: Una vez lo hice, pero madre descubrió mis intenciones y me castigó. Aunque padre consiguió salvarme y pude continuar con mi día afuera del castillo. Era muy unida a mis hermanos mayores, Brandon y Robb. Me gustaba ver a Brandon entrenar, y oír a Robb leer era lo que más añoraba durante las noches.
