CAPÍTULO 23 - HÉROE

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Danny

Encendí la luz del foco después de acceder a la cabaña y descubrir que no había nadie. Ninguna cabaña debería estar vacía pasadas las nueve de la noche. Si era suerte o no, me la sudaba; ya estaba hasta los cojones.

Abrí el bolso. Las provisiones de alimentos que les habían entregado a los militares de la María Johnson no estaban nada mal: latas de arvejas, salmón, fruta picada... Encontré una bolsita transparente. El contenido era compacto y redondo. La saqué, entrejuntando el ceño. ¿Pan árabe? Regresé la mirada al fondo del bolso. Debajo del pan conseguí un paquete largo y azul. ¿Galletas? Esto tenía que ser una broma... ¡Qué coño era esto! Rebusqué en los bolsillos. Un plástico grueso chocó contra mi mano. Era una botella con un líquido rojo. La sostuve dándole vueltas, persiguiendo la etiqueta de las propiedades. ¿Agua saborizada con extractos de flor de Jamaica?

—¡Qué porquería! —Me levanté de un respingón—. ¿Esta gente se alimenta a base de leche materna o qué?

—Es una estrategia —dijo Martha—. El dirigente de la División María Johnson necesita que sus militares se sientan a gusto participando en los DAMA'S, no que pasen hambre haciendo lo mismo que hizo Moe. Es una maldita despiadada. Sabemos a la perfección que les quitó el equipaje de la comida para volverlos más violentos de lo que son. Eso es todo. Estoy casi segura de que el objetivo del dirigente es hacer que los soldados de Moe la abandonen.

—Eso no pasará. —Tessa recogió el paquete de galletas y lo destapó—. En el reformatorio hay más beneficios que en la María Johnson.

—Sí, pero en el reformatorio también hay más castigos, más sanciones, más restricciones... —afirmó Martha—. Además, la D-MJ no cuenta con muchos recursos actualmente.

Tessa ladeó la cabeza, pensativa:

—Perla me estuvo contando que su novio se sentía mejor en la María Johnson. Es verdad, no puede comer todo lo que quisiera como lo hacía en el reformatorio, pero él dice que es preferible eso a soportar los castigos. —Extendió la primera ruedita frente a mí—: ¿Quieres, Danny? —Hice un gesto negativo con las manos—. Creo haber oído que su novio quería pasar una semana en el castillo. No creo que la directora Mei acepte eso.

Martha se apropió de la galleta y dijo:

—No conozco a ese hombre todavía. —El sonido de sus dientes mordiendo la jodida cobertura de chocolate me irritó—. ¿Qué? ¿Por qué me ves así?

—Porque odio que me mastiquen en la pata de la oreja, coño, por eso.

—¿Te refieres a su novio? —Tessa habló con la boca llena. Dios mío... ¡A dónde se fueron los modales de esta gente!

—No; al dirigente de la División María Johnson —respondió Martha. Se adueñó del agua saborizada un momento después—. Se nota que está haciendo su mejor esfuerzo por sacarlos adelante. Después de la tragedia de las hermanas Johnson, la revelación... la decapitación... Pensé que lo matarían al día siguiente por haber seguido los valores de María.

—Tuvo un ejército bien disciplinado por María, que en paz descanse. —Tessa se persignó.

Mario le quitó el paquete de galletas a Tessa cuando esta estuvo desprevenida:

—No creo que la pobre esté descansando en paz, eh. —Jugueteó con Tessa, no dejando que le quitara las últimas rueditas—. Joder, te comiste cinco tú sola.

—Es lo mínimo que pudo haber hecho —continuó Martha—, después de todo era su novio. —Rodé los ojos—. No conozco al hombre que salvó la organización de María pero estoy segura de que la amó lo suficiente como para hacerse cargo de su sueño.

Tiré el saco de dormir en el piso. ¿Acaso esas malditas galletas les produjo verborrea? El único que no hablaba era Kenjiro. Bueno... realmente no hablaba porque desconocía del tema de Megan, sus hermanas, la D-MJ. Entonces lo vi incorporarse y rebuscar en el desorden de latas aquellas que contenían frutas.

—Otro más que se va a poner como un perico —solté, quitándome las medias.

Distinguí las botas de Martha acercándose. Otro sermón. Levanté la cara demostrándole que no me importaba un carajo lo que dijera. Se puso de cuclillas y balanceó el agua rojiza entre sus dedos.

—¿Qué te pasa, ah? Desde hace rato estás así.

—¿Puedo comerme esto? —Kenjiro agitó la lata.

Martha asintió.

—Quisiera que se callaran el hocico y me dejaran dormir.

Mario y Tessa cumplieron mi petición, yéndose a sentar a otro lado. Los vi comerse otro paquete de galletas mientras Mario le ponía los dedos encima del muslo, asegurando el terreno. Tessa se cubrió la boca riéndose que quién sabe qué, mientras masticaba y abría las puertas del cielo con discreción. Ambos miraron de reojo a Martha esperando un descuido.

—¿Por qué no comes algo antes? —preguntó, acercándome la botella medio vacía—. Tómalo. —Fijé la vista en Mario, que llevaba su mano detrás de la cabeza de Tessa y la hacía moverse a su ritmo. Regresé a los ojos marrones de Martha. Había una sensación espantosa en mi interior que me hacía querer maldecir a todo el mundo. Me molestaban las voces. Me molestaba el humor con el que se tomaban las cosas. Me molestaba la victoria del equipaje. Me molestaban Tessa y Mario con su bobo amor. Evadí la conversación con Martha quitándome el otro zapato. Ella sostuvo la mirada. El demonio que habitaba en mí me empujaba a tomar todo por culo. Me hervía la sangre subiéndome al cerebro. ¿Por qué estos pringaos estaban tan feliz? ¿Las galletas traían gramos de heroína o qué? Sentí el peso de la mirada de Martha sobre mí. No esperé para confrontarla una vez más. La atrapé en el aire rechazando su cercanía. Medio mostró una curvatura en el semblante—. ¿A qué le tienes miedo? —Penetró los muros que le había atravesado. Desnudó mi comportamiento, no como líder, sino como amiga. Ella lo comprendía. También le había sucedido. Los estragos que producían el bosque, los militares, el frío... Todo lo resumió en una sola palabra—. Estás cansado. —De nuevo esa sonrisa piadosa—. Creo que te buscaré una de esas galletas. Acuéstate un rato, ¿sí? Ya se te va a pasar.

Me tumbé boca arriba evitando ver hacia la luz blanca del foco.

Me sorprendió cómo había logrado descifrar un sentimiento que me trancaba las vías respiratorias, asfixiándome con mi propio dióxido de carbono. Sí, estaba cansado, y sí, tenía miedo. Las misiones que estaba desempeñando el equipo de Emmanuel, por separado, no eran una buena estrategia. Félix, siendo el líder de su equipo debería saberlo mejor que nadie. ¿Y quién coño aprobó que Cherry, la Cherry que yo conocía estuviese involucrada en misiones de espionaje? Eso no le interesaba. De seguro la habían metido en esto simplemente como refuerzo; no tenía el entrenamiento necesario, por eso era compañera de Emmanuel. El caso de Perla era más patético. Aceptó la misión para verse con el gilipollas del novio. Es que esa mujer no hacía más que respirar por ese tipejo. ¿Qué tenía de especial? ¿Una polla de oro? Ella no me preocupaba en absoluto. Su talento innato como ilusionista le sobraba y bastaba. Emmanuel... bueno, le rogaba a Dios que lo cuidara todos los días; demasiado sufrimiento para una sola persona. Jazmín me preocupaba verdaderamente. No porque fuese incapaz de defenderse, sino porque era de quien menos información se tenía. Y Félix... uno de mis compañeros en boxeo que nunca perdía la oportunidad de saltarse un encuentro porque decía que su cuerpo no estaba diseñado para generar dolor. Lo practicaba únicamente como aliviadero de estrés.

Yo presentía que uno de ellos iba a morirse.




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