CAPÍTULO 14 - CONSECUENCIAS

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Nina

No estaba siendo consciente de lo que estaba sucediendo, solo veía las ramas de los árboles alejándose y la grulla que pensaba recoger haciéndose más pequeña. Estaba cayendo desde la cumbre del árbol, cegada por la luz que se filtraba entre las hojas. ¿Esto es real?, me pregunté. Aún descendiendo, escuché dos tiros. El sonido se dispersó por el bosque en ecos y sentí miedo de que hubiesen herido a cualquiera de mi grupo.

Hice el gesto de extraer una poción que me ayudara a amortiguar la caída, lastimándome al tocar la bolsa. El pedazo de madera me quemaba la mano. En ese entonces algo chocó contra mi cuerpo y pensé que ya estaba muerta. El choque había sido contra el cuerpo de Santiago, que me atajó en el aire.

No pude mantenerme de pie estando en tierra firme. No había sufrido ningún tipo de lesión en las piernas, solo era el susto que aún me estremecía.

—Oye, ¿qué te pasó? No sabía que sufrías de vértigo, ¿eh? ¿Estás bien? —preguntó Santiago recostándome de un tronco—. Te caíste. ¿La pócima se desvaneció antes de tiempo o de verdad sufres de vértigo?

Santiago miró hacia arriba, notando que la grulla permanecía en el mismo puesto.

—No sé... qué pasó. —Alcé la mano flechada hacia él, como cuando de niña había roto el plato favorito de mi mamá y tuve que decírselo mientras sostenía los pedazos triangulares. Eso mismo me sucedía ahora con Santiago, que al ver la fecha clavada contrajo el rostro, descubriendo que no había sido un fallo de la pócima o un repentino ataque de vértigo.

Eric se acercó al ver a Santiago sin color en el rostro:

—¿Qué le pasó?

—Le atravesó... una flecha... en la mano.

El rostro de Eric tuvo el mismo aspecto que el de Santiago. Pero a diferencia de él, no se paralizó. Vino de inmediato e inspeccionó la herida. La punta metálica me tuvo que haber roto alguna vena por la magnitud de sangre que chorreaba; la madera había entrado demasiado. Mi actitud le indicaba a Eric que todavía estaba asimilando lo que pasó, un poco desconcertada. Akami no estaba para curarme. Habían sonado dos disparos cerca de nosotros. Nos encontrábamos en peligro.

—Mierda...

Eric buscó a alguien con la vista:

—Lon, vigila el perímetro. No tardarán en localizarnos.

—Fue alguien de la torre —respondió Lon.

—¿Qué?

—No hay práctica en el castillo donde instruyan sobre arco y flecha, y los militares no usan eso tampoco. Fue alguien de la torre.

Eric asintió y luego hizo un gesto con la cabeza para que se fuera. Estuvo pensando mil maneras de tratarme sin que el procedimiento me lastimara más de lo que estaba. Y no encontró ninguna. Él no era médico. Podía resolver esta situación, sí. Pero no como yo lo ameritaba, con atenciones especiales.

—Tenemos que abandonar la competencia.

—No —dije.

—Nina, tenemos que actuar ya. Te estás desangrando. Akami no va a despertar pronto y no podemos esperar a que te...

—No voy a abandonar nada. Yo hice un trato.

—¡Vamos, olvida eso! Tenemos que irnos ya. Estamos en peligro los cinco aquí.

—¡No voy a regresar al castillo, Eric!

—¡Entiéndeme, no quiero hacerte esto, no quiero que...!

—¡No importa! ¡Hazlo! —Comencé a sentir el ardor esparcirse por el resto de la mano—. Haz lo que tengas que hacer. Haz lo que puedas y lo que sepas. Yo no voy a permitir que todo esto haya sido en vano. Los papeles, los tutores, el trato... Yo tengo una misión, y no pienso dejar este maldito bosque hasta haberla cumplido. ¿Me... entiendes? —Intenté mover las articulaciones de la mano, sintiéndolas rígidas. Lo más apropiado era que un médico me revisara, anestesiara y empleara instrumentos quirúrgicos esterilizados. Aquí no había ninguna de esas cosas. Podía contraer una infección. Dios mío. No tenía tiempo para eso.

A Pulso Lento [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora