-Annica- volteé cuando la escuché nombrarme, y su mirada seria, como de costumbre, me dio a entender que llevaba rato haciéndolo.


-Si- solté en un susurro.


-La sal- demandó, inmediatamente se le pase.


Después la mesa quedó en completo silencio. Cuando pasaron unos minutos en los cuales me debatí internamente si debía o no hablar, tomé toda mi valentía y lo solté.


-Estoy cansada- musité, dejando el cubierto a un lado de mi plato


- ¿De qué? - preguntó.



Y ahí lo solté todo.


-De todo esto- dije abriendo mis brazos -Estar encerrada como si fuera una criminal, vivir con temor, quiero ser libre, poder salir a las calles, tener amigos ir, a la escuela -cuando terminé mi respiración era irregular.


-Sabes bien los motivos-dijo arrecostándose en el respaldar de la silla de madera.


-En eso te equivocas madre, se lo que tú me dices -musité.


- ¿Estas insinuando que te miento? -no respondí- anda dime ¿Eso es lo que piensas? - pude ver el enojo creciendo en su interior.


-Solo digo que yo podría salir, así como tú lo haces- susurré.


-No estas lista- continuó y se dispuso comer nuevamente, como si nada, eso me molestó aún más.


-Esa es tu opinión, y sabes, ya no me importa- me miró asombrada, como si no creyera lo que acababa de decir, y la verdad, yo tampoco lo creía. -Saldré con tu autorización o sin ella- me levanté de la silla.


Todo pasó tan rápido, su cara se volvió roja, tomó el plato de loza y lo lanzó, cerré los ojos esperando el impacto, pero este se estrelló en la pared que estaba a mi espalda, provocando que un poco de espaguetis salpicara mi cara y cabello.


-No irás a ningún lado -gritó enfurecida- Así tenga que encerrarte en el sótano- lanzó todo lo que se encontraba en la mesa al suelo, provocando que se quebraran.


-No me importa- dije, no tan segura de mis palabras pues estaba asustada por su reacción- No puedes controlar mi vida.


-Sabes, eres tan estúpida que piensas que todo se trata de ti- escupió con amargura- Pero esto es mucho más grande que tú y que yo.


- ¿De qué hablas? - susurré al borde de las lágrimas.


-Eso no importa- me señaló con su dedo índice- Solo grábate esto niña: no arruinarás lo que tantos años nos ha costado.


Con eso último se fue de la cocina, escuché como subía a su habitación y cerraba con un portazo.


Me quede ahí, temblando, podía oír los latidos de mi corazón detrás de las orejas.


Cuando por fin pude mover mis temblorosas piernas, subí a mi habitación y ahí en la oscuridad me permití derramar las lágrimas que estaba conteniendo.



Esa noche lloré como nunca lo había hecho, las lágrimas salían sin control, la pequeña voz en mi cabeza no dejaba de susurrar- ¡Nunca podrás escapar de aquí! Mi pecho ardía, quería gritar, quería golpear algo, deseaba que mi madre entrara por la puerta y me dijera que todo iba a estar bien, que podría salir, pero eso no sucedió, ella no vino. Después de tanto llorar me dejé caer en los brazos de Morfeo



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Cuando desperté me ardía la garganta y sentía los ojos hinchados, ni hablar del dolor de cabeza, toda consecuencia de pasar llorando como una Magdalena toda la noche. La habitación estaba totalmente oscura, me quedé ahí meditando todo lo que había pasado la noche anterior. Mi madre nunca había reaccionado de esa manera. Ya antes habíamos tenido discusiones por lo mismo, pero ella simplemente me ignoraba o decía que era lo mejor, era fría e indiferente ¿pero violenta?, eso era nuevo.

Hijos de la Luna ( Terminado)Where stories live. Discover now