Capítulo 4

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Ridge

Aquel día, no volví a ver a Iris en la escuela. No tuve clases con ella, no la vi en el pasillo con su amiga, Bethanie Crowley, ni cuando sonó la campana que daba por terminada a la jornada del día. Pero eso no evitó que no prestara atención a los murmullos que salían de las bocas de los alumnos ni que estuviera atento por si ella estaba cerca. Los rumores sobre el regreso de Iris O' Donnell, unos meses después de estar en coma para despertar sin poder ver nada, fluían más rápido que las noticias de una posible guerra nuclear entre Estados Unidos y Corea del Norte.

Ella había despertado para descubrir que su hermana gemela había muerto.

En mi opinión, ella merecía saber la verdad. Aun así, todos nos habíamos convencido de que era mejor no hacerlo, pues era muy precipitado. Iris había despertado hacía muy poco tiempo y necesitaba recuperarse junto a su familia antes de tomar una decisión apresurada. El hecho de que ninguno de los estudiantes tuviera la versión acertada de lo que había ocurrido durante ese verano hizo que fuera más fácil para ella no preguntar al respecto. Recordé esos hermosos ojos verdes teñidos por la tristeza y la pérdida de su hermana, y quise borrar todo el dolor que tenía dentro suyo. Verla de regreso en St. George me hizo desear intercambiar lugares con ella porque el sufrimiento por el que debía estar pasando era más fuerte que cualquier cosa.

Ella debía sentirse miserable.

Error.

Debía sentirse como si un camión pasara por encima suyo y se convirtiera en un granito de cemento más. Una y otra, y otra vez. Yo no había sufrido una pérdida tan importante como la suya. Es decir, mi padre era soldado y, de todas formas, había logrado seguir con vida durante todos estos años. La muerte de Lena O' Donnell había sido causada por negligencia, por una equivocación que tomó su vida. Su vida acabó y no había nada que pudiera traerla de vuelta. Y la persona que estaba pagando por tal error era nadie más ni nadie menos que Iris.

Si yo sólo pudiera...

— ¿Ridge? Estamos esperando tu respuesta —la voz de Charles interrumpió mis pensamientos.

Alcé una ceja, deseando que volviera a repetir los números u ofertas de empresas más grandes que la de mi abuelo. No importaba, era muy probable que me rehusara a dicha propuesta. —Disculpa, ¿podrías repetir lo que acabas de decir?

Horatio Enos rió por lo bajo. El hombre debía rondar los setentas y era el empleado con más tiempo en la empresa de Hamilton's Jewelers. Su pelo blanco y las arrugas que se formaban en las esquinas de sus labios al sonreír hacían que todas las mujeres de allí lo atendieran y ofrecieran lo que fuera que quería.

—Esto es importante —aclaró James, un hombre de mediana edad. Juntó sus manos sobre la mesa y continuó: —. AO & Company nos ha ofrecido una gran suma de dinero por Hamilton's Jewelers. Ridge, están dispuestos a pagar más del triple de lo que esperábamos. ¡Es ahora o nunca!

—Ya hemos hablado de esto antes. No venderemos la empresa de mi abuelo —masajeé el puente de mi nariz, un gesto que hacía en varias ocasiones desde que decidí ayudar a mi abuelo a dirigir esta compañía. Mi paciencia se estaba agotando—. Este trabajo es su vida, todo por lo que luchó. No dejaré que una maldita empresa la destroce porque somos su competencia.

—Es una gran oportunidad, piénsalo —insistió Linda, la pelirroja con ojos café.

—No hay nada que pensar.

James golpeó la mesa. — ¡Diablos, muchacho! Tú no eres el jefe aquí. Piensa en la cantidad de dinero, no dejes que el sentimentalismo nuble tu juicio.

—Puede que no lo sea. Pero, mientras mi abuelo esté en hospital, yo soy quien toma las decisiones —grité aunque no odiaba hacerlo. Mi edad había resultado ser un factor negativo. Todos creían que no tenía la capacidad ni la experiencia para dirigir este negocio—. Él me dejó a cargo porque confía en su nieto y en su juicio.

Ending Secrets © (Secrets #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora