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Ridge

Cuando era un niño, mis padres me habían acompañado a ver a un terapeuta. Luego de que mi padre partiera al ejército y tuviera que ayudar a cuidar de mi madre, me había convertido en un niño triste, solitario.

Recordaba a la terapeuta decirme que estaba bien sentir, pero también expresarlo. Si mantenía todo guardado en una botella, ésta eventualmente explotaría y dejaría heridos. Ella me contó que existían distintos modos de descargar la energía, fuera positiva o negativa. Como hacer ejercicio, expresar en voz alta tus sentimientos o incluso gritar.

Me preguntó dónde me sentía más seguro o qué hacía cuando el dolor o el enojo se apoderaban de mí.

Toco la guitarra, había contestado.

A los siete años, mi abuelo me había regalado una guitarra, pequeña comparada a la que ahora me pertenecía. Y, desde entonces, había rasgado las cuerdas y jugado con las notas por horas en un intento por silenciar mi mente y alejarme del mundo real. Lo había hecho hasta sentir las yemas de mis dedos agrietarse. Luego de conocer a Raven y los chicos, compuse canciones junto a E.C. De amor, de amistad, de rock... Y cuando ella se fue, cuando traicionó a la banda y a mí, sólo sentía odio. Así que compuse canciones sobre eso también. Con Iris recuperé mi ritmo, mi estilo, y luego ella también se fue y lo único que quedó fue el dolor y la perdida.

Mis amigos habían comprendido que, a pesar de que tocaba con ellos, el momento de composición era mío, el único momento que me dedicaba a mí mismo y en donde podía poner mi corazón sobre la mesa. Se habían ido luego del almuerzo, Sid recordándome los planes de esta noche antes de retirarse con las sobras del postre en una bolsa y un cigarrillo apagado entre sus labios.

Asentí vagamente sin detener mis pasos hacia el balcón del departamento. Me senté sobre el banco de madera y contemplé la naturaleza a la distancia, las casas de abajo. Las yemas de mis dedos se encontraban rojas por el frío y mis nudillos blancos, mi piel quebrada con líneas delgadas.

No estaba inspirado.

No lo había estado desde que Iris irrumpió en mi departamento y presenció mi estado. Ella no parecía molesta por ello, sólo confundida. Y me sentía tan culpable por haber permitido que me viera de ese modo, por haber recaído en ello cuando me había prometido a mí mismo no hacerlo de nuevo... Pero las pesadillas habían atormentado mis sueños por las noches, durante semanas ya. Cada beso de Iris de pronto se convertían en fríos y rígidos labios de un pálido rostro y un inmóvil cuerpo. Había visto a Iris O' Donnell morir una y otra vez, al igual que a su hermana.

Entonces lo único creí que ayudaría sería aquello que me lo había arrebatado todo.

Cuán equivocado había estado.

Pasé mis dedos por las cuerdas de la guitarra y canté How you Remind Me de la banda Nickelback por lo bajo. Raven y yo habíamos escuchado su música desde que éramos niños. Aun así, por alguna razón, esta canción en particular jamás abandonaba mi mente. No desde el accidente, desde que la había perdido y todo había sido reemplazado con un gran y oscuro agujero.

It's not like you didn't know that

I said I love you and I swear I still do And it must have been so bad
Cause living with me must have damn near killed you.

Esas cuatro líneas se quedaron revoloteando en mi cabeza por más tiempo que cualquier otra. Esa era su parte favorita, las únicas treinta y cinco palabras de toda la canción que para la chica que una vez conocí significaban algo. La recuerdo perfectamente; labios rosados como la fresa, dos ojos llamativos y sonrientes en todo momento, lo que me llevaba a pensar si escuchar la conversación del resto era más divertido para ella que hablar. No era tímida, no conmigo. Creía que esa chica de la cual me había enamorado hacía unos meses, seguía igual de hermosa pero que su actitud había cambiado.

Ending Secrets © (Secrets #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora