Capítulo 23: Mibinamet

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"¡Ni se te ocurra tocarla!".

Fuli abrió los ojos.

Estaba viendo como Azaad, con todas las fuerzas que le quedaban, lanzaba a un embriagado Makucha al borde del cañón.

El leopardo apenas y alcanzó a volver a la razón, rugió de cólera al observar como Azaad en medio de un charco rojo se volvía al poner de pie. Makucha entonces dio un pasó atrás para lanzarse como antes lo hizo sobre el chita, esta vez para matarlo. Eso lo haría resbalar.

Estaba aferrando su vida a la orilla del cañón con unas garras desechas tras la batalla. Makucha aguantaba la respiración, sufría especialmente por su pata izquierda delantera, aunque por fortuna la trasera ya no estaba levitando en el aire.

De nuevo Makucha podía respirar y levantó la cabeza, enfrente de él estaba Azaad.

Los dos felinos se quedaron estáticos, en ambos la sangre se mezclaba con el sudor de la cara solo lográndose reconocer por sus ojos totalmente abiertos e iluminados.

De pronto solo existió el silencio.

Azaad sangraba gravemente. Le había dado la espalda al borde del cañón para, con lo que le quedaba, avanzar hacia Fuli.

Apenas y sus sentidos lo seguían apoyando, pero podía oler algo que lo seguía volviendo loco, la dulce voz de sus sueños lo llamaba.

Azaad no pudo más y se tumbó al suelo, aún así alcanzó a sentir algo parecido a una caricia sobre una de sus patas delanteras, como pudo abrió sus ojos, viendo en frente de él a la criatura más bella que jamás había visto.

De pronto solo existió el silencio.

Makucha había quedado desecho por la caída, tumbado de la cola a la cabeza en el suelo, incapaz de hacer un simple movimiento. Gemía como alguna de sus presas en agonía. De repente, un extraño escalofrío del viento sacudió su pelaje, entonces se daría cuenta.

De sus ojos salieron unas lágrimas rojas tras ver al ras del suelo las patas del maldito león. Makucha no tenía opción, trataría de pedirle ayuda a Kion. Incluso él sabía de la nobleza de Kion; aunque era de aborrecer la idea, sabía que era un buen tipo, que haría lo correcto.

Kion tenía la mirada más seria que había mostrado jamás, continuó caminando hacia el desdichado animal, "Lo siento, Makucha, te has convertido en una amenaza para el Árbol de la Vida".

El leopardo lo escuchó y comenzó a reír de una manera extraña, logrando levantar su cabeza del suelo mientras le seguían chorreando las lágrimas rojas que mojaban la tierra. Estaba desesperado y le gritó al león con el coraje que le quedaba, "Tú... ¡tú no eres digno de ser rey!".

Kion bajó la cabeza mostrando su arrepentimiento, "No lo soy, he defraudado a todos". Makucha trató de huir, movía las piernas como un maniático sufriendo la imposibilidad de ponerse de pie y escapar. "Para por favor" Kion se lo pidió mientras serenamente veía la humillante escena, "Debes afrontar tus acciones".

Por primera vez Makucha estaba aterrado, como última opción le advirtió a Kion que perdería el rugido si trataba de hacerle daño.

"Tranquilo, Makucha, yo no seré el que te juzgue" Kion le dijo.

Eso sí hizo tranquilizar al leopardo, pero tenía la duda, ¿quién lo haría?.

Kion alzó su mentón mientras el viento sacudía su melena, "Los leones del pasado que viven en mí decidirán tu sentencia".

Makucha inclinó su cabeza hacia un lado arqueando una ceja, "Espera... ¿qué?".

Truenos se comenzaron a escuchar en la distancia, el viento que cruzaba el cañón era más violento, entonces Kion lanzó un potente rugido acompañado atrás de él por leones en el obscuro cielo que terminaron con la desgracia de la criatura perdida, erradicando la amenaza al ciclo de la vida.





"Tranquilo, Azaad, conseguiré ayuda" Fuli se lo decía desesperada, le dolía ponerse de pie, sabía que no encontraría a nadie y el sangrado no lograría pararlo. Ya sus patas tenían un tinte rojo y aunque intentaba limpiar la sangre de Azaad, más y más salía de sus heridas dejando a Fuli con la boca llena de esta.

Pero Azaad estaba en calma, él daba por hecho que su camino por el ciclo de la vida había terminado.

"¡No digas eso!", Fuli intentaba apretar el cuello de Azaad y así lograr que parara de sangrar, pero el liquido pasaba entre sus dedos. Agotada, recargó su frente con la de su amigo y comenzó a llorar. "Estarás mejor", quería prometérselo.

Azaad sentía como una tranquila lluvia mojaba su cabeza y abrió los ojos para estar con su mejor amiga, "Fuli, por favor no llores, Azaad no soporta verte así". En lo que cabía él estaría bien porque se podría ir estando al lado de ella.

Fuli le comenzó a dar carisias con su mejilla rogándole que no lo hiciera, que lo necesitaba a su lado.

"Fuli, tranquila, tú eres una chita", Azaad sonrió, "No necesitas de nadie, la flama de tu corazón no la tiene ningún otro de nosotros".

"De verdad te necesitamos", Fuli se sentó para que Azaad la pudiera ver.

Pero Azaad comenzó a cerrar sus ojos de nuevo, "Fuli... Fu...li" con amor él la nombraba.

"¡Por favor, Azaad, vas a ser papá!" Fuli gritó.

"¿Cómo?", él rapidamente abrió sus ojos con las pupilas dilatadas.

"Vamos a tener un cachorrito, te va a necesitar mucho" Fuli sonrió mientras se lo decía llorando.

Entonces Azaad la tomó de la pata para tranquilizarla. Tras un silencio, él intentando sonreír le habló, "Es lo más maravilloso que Azaad ha escuchado en su vida".

De nuevo Fuli pegó su mejilla a la de Azaad recostándose junto a él, "Por favor quédate con nosotros".

Él sentiría el suave pelaje de Fuli y dejándose recostar en ella exhaló con dificultad, "Azaad siempre estará en tu corazón y en nuestro bebé".

Fuli lo abrazó con todas sus fuerzas, "Te amo, Azaad, de verdad te amo".

Azaad al fin lo escuchó, ya podría irse a descansar. Comenzó a cerrar sus ojos, "Gracias, Fuli...", y al ya saber como despedirse sacó su última sonrisa, "Mibinamet".

Fuli sentía como la respiración de Azaad era cada vez más lenta. "Azaad" ella lo trataba de despertar abrazándolo todavía más fuerte.

De pronto la vista de Fuli comenzó a cansarse, se había quedado sin energía y gracias a la tranquilidad de la noche cerró sus ojos para dormir con su pareja.

El Corazón de una ChitaWhere stories live. Discover now