Capítulo 16: Saldo de Deuda

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Comenzaba un nuevo día. Apenas el sol estaba alzándose y de igual forma, Kion también se empezaba a levantar. Lo primero que sus ojos vieron fueron las manchas de la espalda de Fuli, se recostó en ella para sentir su suave pelaje y al mismo tiempo dio un largo bostezo.

Finalmente, Kion decidió levantarse, lo hizo cuidadosamente para no despertar a Fuli y así poder admirar lo bonita que ella se veía dormida.

Kion estaba sonriéndole, aunque una voz lo puso en alerta, "Pero mira nada más el par que me encontré" se escuchó. Kion se volteó inmediatamente para ver de quién se trataba. "Hola, Kion, buen día", era Makucha que se acercaba aparentemente de forma cortés. 

"¿Qué es lo que quieres, Makucha?" Kion lo interrumpió en un tono serio, no confiaba en las intenciones del leopardo y se plantó enfrente de Fuli para protegerla por si acaso.

Makucha no le prestaba atención a él, su vista se había quedado fija en la chita dormida, "Será mejor hablar en privado" le sugirió a Kion sin cambiar la mirada puesta en Fuli mientras su cola se movía de un lado al otro para ahuyentar a las moscas que rondaban sobre él, entonces se dio la vuelta y caminó despacio para que el león lo siguiera.





"A la reina no le gustará escuchar rumores de que su esposo la está engañando" Makucha miró con desdén a Kion al decirlo mientras buscaba sentarse.

Kion estaba enfurecido, pero tenía que controlar su tono de voz para no alertar a Fuli. Él le ordenó a Makucha que nunca le volviera a hablar de esa forma y que de una buena vez le contara sus intensiones.

"¡Solo mírame!" Makucha le contestó en un tono amenazante, "Ve como me has dejado, ¡ve el daño que me has hecho!".

Kion en su serio semblante tenía destellos de angustia, con sus ojos examinó al leopardo. La última vez que usó el rugido contra él, acabó con su pierna delantera izquierda quebrada al caer de un barranco. Fue un accidente del rugido, todos habían concordado. Pero Makucha no. Tener inutilizada su pierna creó la mayor humillación que había vivido. Pasó mucho tiempo en que nadie lo vio, y al volverse a aparecer, algo inusual le sucedió, no era el mismo de antes y eso lo había llevado a hacer cosas terribles, actos abominables a los pocos animales que trataron de ayudarlo.

Él sería expulsado de su clan al perder en más de una ocasión la cabeza atacando por su ira a los suyos. Quedaba poco de aquel bravo y ágil leopardo, había perdido cualquier interés por su apariencia y bienestar. Makucha ya no veía ningún propósito para él, pero solo tal vez, podría recobrar algo de orgullo humillando a su maldito león.

"¿No se supone que para eso estás en rehabilitación?, a cambio de aprender a seguir el ciclo de la vida te habíamos garantizado curarte", Kion guardaba su distancia, pero le mostraba no tenerle miedo.

"La rehabilitación... ¡la rehabilitación es una maldita farsa!" Makucha escupió cada palabra, ya no podía ocultarle su frustración, sin duda no podía esperar más para sanar, él ya había decidido rehabilitarse a su forma.

"Lo siento, Makucha, pero esto lleva su tiempo, es tu castigo por no seguir la ley" Kion le respondió tratando de actuar como un rey.

El leopardo no necesitó decirle nada, con su rabia daba a entender que su vida había sido destruida por Kion.

"Yo solo cumplía con mi deber" el león se lo señaló con una voz fuerte y clara.

"Por supuesto, acostarte con la chita es tu deber real" Makucha gruñó con una sonrisa. Kion de inmediato también le gruñó, su furia estaba por estallar y amenazó al leopardo con usar su rugido si la volvía a mencionar. Esto no hizo más que divertir a Makucha, de nuevo sonreía haciéndole una promesa a Kion, "Tranquilo, te aseguro dejar tu reputación intacta, pero solo si abandonas el Árbol de la Vida".

"Jamás te daré ese gusto, no tienes ninguna prueba" Kion estupefacto le dijo.

"No cabe duda que eres un imbécil, vi lo que sucedió hace un par de días" Makucha le dijo.

Kion por unos segundos paró de respirar, pero no se quedaría sin responderle, "Nadie te lo creerá, ¡asesino, embustero que trató tomar a la fuerza el Árbol de la Vida!".

Makucha comenzó a burlarse de lo ingenuo que veía a Kion porque claro, al pobre leopardo que se encontraba en un proceso de rehabilitación nadie le creería "... pero al noble chita, al que le has quitado a su hembra y es apreciado por el reino, a él, si le creerán".

"Azaad" Kion lo dijo sin distinguirse a quién era dirigida la frase, si para él o para Makucha.

"Él también los vio esa noche" lo confirmaba el resabiado leopardo.

Kion estaba contra la pared, "¡Eres un maldito!" sacó toda su ira contenida gritando.

"Tal vez" Makucha mostraba satisfacción por decirlo, "Pero alguien que tanto presume respetar el ciclo de vida parece que lo ha roto".

"¿Qué?", Kion no supo qué más decir.

"Al menos esa rehabilitación me ayudó a conocer todas esas inútiles reglas" Makucha rió sarcásticamente.

"No tengo otra opción", Kion levantó la frente y lo miró sin temor, "Haz lo que quieras, lo podré afrontar".

Makucha aceptaba admirar el valor que mostraba Kion, pero le daría una última advertencia. Si no partía al exilio, mataría al bebé que Fuli llevaba en su vientre.

Kion se quebró, su furia estaba al máximo y amenazó a Makucha con matarlo a él primero, justo en ese momento.

Makucha dio un paso atrás y negó con la cabeza sonriendo, "Ya no tienes poder, sea yo o el chita, será revelado tu secreto y con eso adiós majestad, adiós líder de la Guardia del León y si se te ocurre hacerme daño, adiós rugido", Makucha respiraba agitado, pero si algo sabía era que Kion nunca sería un asesino, simplemente no podía, "Te sugiero que te marches de una buena vez, si no lo haces, ten por seguro que tan pronto como nazca mataré a tu hijo".

Kion finalmente se había doblegado, miraba al suelo y su respiración era profunda, "Te prometo que algún día pagaras por todo esto".

Makucha gozaba el momento, "No cuento con ello", dio su última sonrisa y se retiró con un paso firme y espalda erguida, aunque como ya era costumbre, cojeaba de su pierna izquierda delantera.

Kion no pudo mover un músculo, lo dejó ir, el miedo no le permitió detenerlo. Al estar solo, de inmediato, volvió con Fuli. Ella seguía durmiendo plasidamente boca arriba con su vientre al descubierto. Lucía demasiado vulnerable. Eventualmente, cuando su barriga creciera, ya no sería tan rápida y quedaría indefensa ante cualquier depredador. Él quería protegerla, pero temía que en cualquier momento todo el reino se volvería en su contra. Su cabeza explotava, lo aturdía, imaginaba todas las posibilidades. Él había causado esto y no permitiría que ella ni sus demás amigos terminaran lastimados por ello, debía actuar rápido.

"Fuli" Kion la llamó pero no hubo respuesta, eso era bueno ya que él no sentía el valor suficiente como para despedirse de ella, sabía que debía irse cuanto antes para salvar a Fuli y al cachorro. Aguantó unos segundos más, tal vez para verla por última vez y después de un largo suspiro se echó a correr para que Fuli no despertara y lo viera partir.

El Corazón de una ChitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora