28-. La única regla

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08:15 pm 8 de enero de 2013

Nevada, Estados Unidos

Robert atacaba a larga distancia, Ricardo de cerca, y Francisco se aseguraba de que, si algún caminante se aproximaba demasiado, no significara un peligro para sus compañeros. A su vez, Victoria sostenía a Keeper entre sus brazos, evitando que saliera herido durante el enfrentamiento.

Un perro infectado se abrió paso entre la horda, y en un abrir y cerrar de ojos, se abalanzó sobre Ricardo. Este último actuó con rapidez y le disparó en el pecho, aunque eso no bastó para terminar el trabajo. El animal se levantó con el tórax destrozado y volvió a arremeter contra él, que por pura suerte, alcanzó a neutralizarlo con un culatazo en el cráneo.

De repente, un Jeep conducido por zombis derrapó en la pista y dos de los ocupantes bajaron la ventanilla para abrir fuego. Ambos traían puesto un uniforme militar y portaban M-16, al igual que el que manejaba la ametralladora en la parte trasera.

Fran trató de darle de lleno al tanque de combustible, pero iban tan rápido y de forma tan errática que gastó casi todo el cargador el vano. Por otra parte, Ricardo retomó su posición y le brindó apoyo a Robert contra la oleada de infectados que se les venía encima.

Deseando ayudar, Victoria dejó a Keeper en el suelo, apuntó con su rifle y le disparó al conductor del auto. Las balas atravesaron el parabrisas, y como por arte de magia, una de ellas impactó en la frente del sujeto, haciendo que se desplomara sin quitar el pie del acelerador. En una suerte de efecto dominó, varios del ejército enemigo fueron atropellados, el vehículo se estampó contra uno de los hangares, y en menos de medio minuto, se vio envuelto en llamas y explotó.

Materia encefálica, sangre y órganos volaron por los aires, creando una lluvia de restos humanos. Ahora, como mucho, quedarían unos veinte caminantes a los que hacerles frente. O eso creían.

Una luz roja se encendió sobre la puerta que daba al laboratorio justo antes de que se abriera, y para sorpresa del grupo, otra horda salió de su interior.


08:15 pm 8 de enero de 2013 

Nevada, Estados Unidos

Bastian gruñía fuera de sí mientras aplicaba presión sobre la garganta de su amigo, totalmente decidido a terminar lo que había iniciado. Fue allí cuando su espalda baja recibió una patada de X 78 que hizo que se olvidara por completo de JDM, y que respondiera propinándole un gancho en la boca del estómago a su atacante. 

José aprovechó esto para apartarse y centrar su atención en X 77, que observaba la escena fascinado. Lo agarró del cuello de la camisa, y luego de repartirle varios golpes a lo largo del cuerpo, conectó un rodillazo en su costado izquierdo —a juzgar por el crujido, acababa de romperle un par de costillas—. Sin embargo, eso no estaba ni cerca de detenerlo. 

X 77 pateó el plexo solar de su oponente para hacerlo trastabillar, y acto seguido, le lanzó una patada en la cara. JDM cayó sentado, y entonces sintió un líquido caliente bajando por su entrecejo. Al palparlo, se dio cuenta de que estaba sangrando.

Mientras tanto, X 78 apretaba el cuello de Bastian con la mano izquierda y este le devolvía la presión usando ambas. Los dos se estaban quedando sin oxígeno, pero era obvio que ninguno iba a ceder. No fue hasta que un derechazo impactó las costillas de Mey, que dejó ir a su rival. Antes de que pudiera reaccionar, los clones lo estaban masacrando.

Una patada en la parte interior de la rodilla sorprendió a X 78 y lo hizo perder el equilibrio el suficiente tiempo como para ver a su oponente tomar al otro experimento del cabello y dejarlo fuera de combate de un codazo en la sien.

JDM se inclinó sobre aquel cuerpo inerte para rematarlo, pero segundos antes, una mano tiró de él y otra le golpeó el pecho repetidas veces para dejarlo sin aire. Se vio a punto de perder la conciencia, y no fue hasta el último instante que su compañero se reincorporó con rapidez. Acto seguido, recuperó una tubería de entre los escombros y atravesó la cabeza del experimento con ella.

Chorros de sangre bajaron por la frente de X 78, y antes de que cayera al suelo, Bastian extrajo el cilindro de su cráneo y lo utilizó para atravesarle el estómago. Era difícil de creer, pero contra todo pronóstico, X 78 había sido derrotado.

No obstante, ambos habían cometido un terrible descuido al olvidar la presencia de X 77, que no tardó en reincorporarse y recuperar algo de energía. Al notarlo, José se abalanzó sobre él, pero una patada en la barbilla lo detuvo en seco. 

El siguiente impacto fue para su molde, que quedó lo suficientemente aturdido como para que el clon lo tomara del cabello y lo arrastrara al interior de un hangar. Una vez dentro, Mey esquivó un puñetazo y aprovechó la oportunidad para estampar la cara del experimento contra la pared más cercana.

Casi en seguida, el chico sintió cómo su ira pasaba a convertirse en cansancio y cómo las piernas le fallaban. Antes de que pudiera hacer o decir algo, se desplomó junto al cuerpo inmóvil de X 77.


08:45 pm 8 de enero de 2013 

Nevada, Estados Unidos

Robert remató al último enemigo en pie con unos cuantos disparos en la frente, y contempló cómo caía con el cráneo reventado. Entonces, mientras la adrenalina aún invadía su torrente sanguíneo, reparó en dos cosas: la primera era que, a pesar de que sus oportunidades de salir victorioso ante todo lo vivido eran casi nulas, lo había logrado. Seguía vivo.

La segunda era mucho menos tranquilizadora, e hizo que la sensación de alivio se desvaneciera. El mundo que conocían se había ido por completo, y la única regla que lo regía era bastante simple: si te equivocas, mueres.

Código X 77Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu