T R E I N T A Y U N O

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Capitulo 31 — El abismo me ha mirado.

Al cabo de unos minutos de silencio, finalmente articulo la pregunta estrella: — ¿Quién?

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Al cabo de unos minutos de silencio, finalmente articulo la pregunta estrella:
— ¿Quién?

— Melanie Adams.

Recuerdos del día del homenaje a Sophia vuelven a llegar.

Me había ido satisfecha y con una sonrisa infantil que afirmaba, mi travesura estaba hecha. No reparé en Melanie: la cómplice y mejor amiga de Sophia.

— Vengar la humillación que le di a su amiga difunta, provocándome un accidente —formulo.

— Intentó terminar lo que había empezado. Vino a matarte, y yo la detuve, y le dejé ir.

El silencio nos envuelve una vez más. Pero no en un ambiente tenso. 

Destapo una nueva cerveza y le doy un trago. El líquido recorre mi garganta refrescando la misma, posteriormente deja un amargo sabor a su paso.

Los recuerdos vuelven al escolar y todos esos años de mala vida que me hicieron pasar y que como un par de huracanes, Sophia y Melanie habían logrado arrasar y destrozar con todo a su paso.

» A la semana después del incidente con Thomas había reunido el valor necesario para enfrentarme a la realidad y plantar cara al instituto.

Apenas llego me topo de frente con Thomas y su grupo de amigos. Entre ellos, Sophia y Melanie destacaban como las únicas mujeres en medio de  aquellos ocho chicos.

Paso de largo con el rostro agachado y el cabello cubriendo gran parte de él. Sin embargo no sirve de mucho, puesto que pronto escucho a Melanie llamarme por detrás.

— ¡Hey Ianthe! —me detengo y doy la vuelta, lentamente. Los puños y mis músculos se tensan al verlos mirarme burlones—. ¿No planeas saludar?

— ¿Qué quieres? —inquiero con fastidio.

— ¿Cómo fue hacerlo en el baldío? —pregunta esta vez Sophia, y a su vez, el coro de risas le acompaña—. Al menos a mí me llevó al lugar que me merecía —dice, despectivamente. Esta vez, los chicos ríen con ella.

Una punzada atraviesa mi corazón.

¡Les había contado!

— Tú dijiste que no dirías nada —le acuso directamente a Thomas.
Y con una mirada despectiva y una sonrisa socarrona responde:

— Después de ti, me dio el herpes —responde con un encogimiento de hombros.
Todos estallan en risa, como si aquél comentario hubiese sido el mejor chiste que acabase de contar.
Posteriormente termina de agregar:
— Al parecer no fui el primero.

Aquello logra ser la gota que colma el vaso y esta vez no me permito soportar las ganas de golpearlo. Así que actúo por instinto.
Mi puño choca duro contra la nariz de Thomas, no con la fuerza necesaria para romperla pero si con la fuerza suficiente para crear un sangrado.
Posteriormente recojo los pedazos rotos de mi dignidad y me retiro de ahí. »

B R O K E NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora