D I E C I N U E V E

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Capítulo 19

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Capítulo 19.— ¿Quién es Sarah Woods?

Ese día no regresé al departamento. ¿Y qué más daba? Si Natash estaba allí cuidando a Lobo

Había llegado al primer bar que por mi camino se cruzó. Necesitaba olvidar un poco de toda la mierda que estaba sucediendo.

No fue hasta la doceava cerveza que recibí la llamada de Aarón. Necesitaban salir, y alguien que cuidase de Ianthe. Por supuesto no me negué.

Tambaleándome sobre mis pies logré salir del bar, y con prisa conduje hacia los edificios dónde residían los gemelos. Por suerte no tuve inconvenientes en el transcurso del viaje.

— Vienes borracho —afirma Aiden apenas abre la puerta.

— Y tu vas muy... Camuflado —apunto. Lo veo estirar sus labios en una sonrisa.

— Si decides tomar una ducha, en la habitación de Ianthe tengo mi ropa. Usa lo que desees.

Agradezco el gesto y sin esperar más me adentro al departamento en busca de Ianthe. El cardiograma se hace escuchar en cuanto abro la puerta. El sonido que da es pasivo, Ianthe descansa tranquila y sin problemas.

Escucho por detrás el saludo de despedida de Aiden seguido por la puerta cerrarse. Se habían ido.

Me acerco a la cama y decido acomodar un lugar al lado del cuerpo frío de Ianthe.  Me acuesto sobre la cama y con cuidado paso un brazo por la cintura de Ianthe.

— Despierta pronto, aún hay un sinfín de cosas por saber.

Cierro mis ojos y me permito llevar por el sueño, que relativamente dura más poco de lo que esperaba puesto que el ruido de la cerradura logra ponerme alerta. Encuentro a tiempo un lugar dónde puedo aguardar mientras quien sea que fuera entraba a la habitación. No se hace esperar demasiado pues a los pocos minutos entra una figura esbelta, sus pasos son ligeros y sus hombros pequeños son. Es una mujer.

— Tan bonita para ser verdad —su voz es baja, apenas audible y por completo desconocida—. No debiste haberte presentado en Rhode Island.

Poco antes de que la mujer termine de concretar lo que fuese que quería hacer, logro llegar por detrás tomándola por sorpresa. Ella forcejea pero la sostengo firme.

— Es inútil que forcejees, no pienso ceder.

— ¡Suéltame! —se mese energética intentando liberarse, en el trayecto el arma que escondía en la sudadera cae al suelo y como puedo la pateo lejos.

— Escucha, no me gusta lastimar a las mujeres pero si no cedes, entonces no tendré opción.

Finalmente logro convencer a la desconocida pues, deja de forcejear.

— Ahora, me gustaría hacerte unas preguntas.

— No voy a responder una mierda —escupe colérica.

B R O K E NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora