14• Por mano propia.

103 11 115
                                    

Actualidad...

Seúl, Corea.

La puerta está a punto de cerrarse en mi cara, en mi pecho se acumula una angustia tan grande que me está haciendo caer de a pedazos. Sé que yo acabo de sugerir esto, pero no estoy seguro de que pueda salir de aquí ahora, estoy herido, estoy perdiendo sangre y no conozco este lugar en absoluto. Acabo de cavar mi tumba y le estoy dando a ella la orden para enterrarme. No quiero que siga desconfiando de mí, pero tampoco puedo dejarla ir otra vez, sin que sepa la última verdad que podría llegar a decirle. Así que rodeo el picaporte a último segundo, antes de que desaparezcamos el uno del otro una vez más. Mis ojos la encuentran en el centro de la pequeña ranura.

—Yo nunca te olvidé, Paige —susurro.

Sus pupilas se mueven de un lado a otro, buscándome una y otra vez, entonces me pregunto si estaré logrando sembrar alguna duda, aunque sea en la parte más profunda de su cabeza.

—¿Dónde estuviste cuando te necesité, entonces?

Sus palabras son como pequeñas cuchillas que acarician lentamente con su punta en la herida abierta que ya tengo. Puedo leer su dolor a simple vista y sé que la lastimé tanto hasta romperla de tantas maneras que incluso ella ha perdido la cuenta. Sé que estoy en una situación difícil en la que pueda decirle toda la verdad y que me crea, pero no puedo inventar otra cosa.

—Tener contacto contigo solo te pondría en peligro —respondo.

—¿Ah, sí? ¿Y te salió bien?

No tengo la oportunidad de decir algo más porque el empuje que hace termina por apartarnos por completo. Cierro los ojos apoyando ambas manos sobre la puerta, odiándome a mí mismo porque en mi intento de hacer las cosas bien, todo me salió tan mal que ella terminó siendo torturada en el mismo lugar que yo, sin incluso saberlo. Se suponía que debía salvarla, debía cuidarla. Se suponía que me había prohibido a mí mismo saber de ella porque, en el maldito caso de que alguien me encuentre, si la estaban buscando y quería obtener información creyendo que yo podría saber, en realidad no tendría nada para decir y ella estaría a salvo sin importar lo que me pase a mí. Pero todo ha ido tan mal. Y ha sido mi error pensar que con una nueva identidad y un destino constante incierto ella podría estar libre de peligro. Pero la he obligado a renunciar a su familia y libertad para nada.

—¿Estás bien? —escucho la voz de aquel chico del otro lado.

—No.

Su voz se rompe en mil pedazos y el silencio es interrumpido por un llanto tortuoso que derrama agonía por todas partes. Oírla sentirse vacía y desesperada me abruma porque estoy tan cerca de ella y tan lejos a la vez. Mi cabeza se golpea, cayendo contra la puerta. Quiero romper todo lo que está a mi alrededor. Quiero romperme a mí mismo por haber dejado que la rompan a ella. El muchacho la apresura a irse y entonces me quedo solo, encerrado en un ambiente de muerte, tortura y dinero. Y Paige se ha ido, semidesnuda y sin siquiera saber a dónde podría ir. Me muerdo el labio sabiendo que probablemente no tengo demasiado tiempo, así que me quito la camisa y hago lo que debí haber hecho hace rato, un torniquete. Hago presión sobre mi abdomen y espero resistir lo suficiente para hacer lo que tengo que hacer.

Myeong está muerta, siendo que era el único contacto que tenía con Bambam para poder continuar el plan. Ahora todo eso se ha ido a la mierda. ¿Cómo carajo seguiremos con esto? No tengo ni la más mínima idea.

Así que paseo mis ojos por el lugar, buscando si podría haber alguna otra arma, pero este es un sótano viejo y sucio que no sirve más que para acumular culpa, el arma de Myeong ahora la tiene Paige, y por el otro lado... observo el cuerpo sin vida de Kang y presiono mis labios, no hay forma de que este hijo de puta no tenga una, sin embargo, no la tiene, pero sí tiene la navaja aún con sangre con la cual decidió causarle una herida a Paige. Mi prioridad ahora no es salir, pero necesito hacer tiempo hasta idear algo. La única persona con la que puedo comunicarme es con Jackson y necesito saber qué decirle cuando me pregunte qué es lo que prosigue a partir de ahora; así que me dispongo a buscar por todas partes alguna otra copia de llaves, es imposible que solo existiese un solo juego de alrededor de diez piezas. Sostengo la navaja en mis manos mientras abro algunas de las cajas de cartón y madera que están en los estantes, pero dentro no hay nada más que papeles con números sin sentido. Un escalofrío me recorre el cuerpo al pensar que este podría ser el lugar donde se hacen los negocios. Sin querer, me tropiezo con el pie de Myeong, sacudiéndome el malestar que me provoca el estar encerrado en un lugar con dos cuerpos muertos. Sin embargo, me da náuseas el solo pensarlo, pero una vaga idea corre por mi cabeza. Tomo aire y me agacho para revisar en su ropa, no tiene otra arma, pero no es lo que estoy buscando, es en el bolsillo de dentro de su saco que tiene su teléfono. Tomo una bocanada de aire considerando la opción que tengo y ya que estoy, continúo buscando si ella tiene más copias de llaves. Y la respuesta es no. Considerablemente oportuno, siendo que ella puede entrar y salir del hotel por aquel enorme cuarto de tuberías gracias a contraseñas y sus propias huellas digitales. Idiota de mí al pensar que, tal vez, podría querer tener acceso al jodido burdel que también tiene, pero este tipo de gente nunca se ensucia las manos del todo. Me guardo su móvil y busco el mío al tiempo que le doy una última repasada al lugar. Inhalo por mi nariz al ver los papeles de todos los datos que tengo sobre Bambam en la mesa, y me cuestiono si tiene sentido llevarlos conmigo o no en caso de que alguien los descubra. Pero no me importa, ya sé exactamente qué es lo que voy a hacer, a esta altura si alguien se entera, no tendrá sentido. Entonces abro la puerta por la que Paige, el tal Oliver y Kang aparecieron, encontrándome con unas escaleras hacia abajo, que al final del recorrido conectan con otra puerta. Me deslizo a los trotes por ellas y preparo la faca porque no tengo idea con qué podré encontrarme allá abajo. Del otro lado se extiende un pasillo mejor iluminado que pareciera ser el que le corresponde a un depósito. Hay una luz en particular que titila haciendo un efecto algo confuso, digno de una película de terror, y mi corazón se encoge de solo pensar que este es el sitio que alberga la tortura para quién sabe cuántas personas. Avanzo con cautela encontrándome con puertas metalizadas con pequeños tragaluces de vidrio casi en la parte superior, al asomarme, todo está oscuro y todo se mantiene asegurado, por más que lo intente, no puedo pasar. Y hasta que llego a una en particular, que está abierta, y me adentro con cautela, sabiendo que podría ser una trampa. El piso está mojado y hay cerillas tiradas por todos lados junto a una gran cantidad de fotografías quemadas. La mayoría son de una casa. Pero varias son de personas, y las recojo una a una a medida voy encontrándolas. Aquí también hay una mesa con tres botellas de alcohol y la caja de fósforos casi vacía. En una esquina hay un bulto, miro por sobre mi hombro, cerciorándome de que todo esté bien y me acerco a aquello para saber qué es.

Deuda Pendiente #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora