6• Quiero que pagues.

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2 años antes...

Sentado en el escritorio, con la única lámpara prendida de toda la casa, revuelvo la caja de medicamento entre mis manos.

—Citalopram —leo en voz alta, analizando cada pequeño rincón, al tiempo que juego con mi lengua, molesto porque no creí que llegaría tan lejos.

Sigo enojado conmigo mismo luego de un mes. Las cosas no han cambiado para mí, y me siento tan patético que con cada día que pasa cada vez se me hace más difícil mirarme al espejo por las mañanas. Los problemas no se resuelven, la investigación sobre los frenos de mi auto es un caso abierto, y aún no logro que la culpa me deje, haciéndome entender, que, en realidad, está bien, no fue un accidente, y eso lo hace menos mi responsabilidad. Pero no logro pensar así, hay algo que todavía en mi cabeza machaca con mantener ese sentimiento. Como si hubiese algo más que no estoy logrando ver.

Y el rumbo de mi vida cambia completamente, volviendo mi culpa en una persona física, lista para torturarme de mil formas distintas, con el sonido de la llamada entrante en mi teléfono.

—Hola —contesto aun sin quitar mis ojos de la caja, casi distraído.

—¿Matthew Pattien?

—Sí. ¿Quién habla?

Una corta pero fuerte respiración regocijada se escucha del otro lado de la línea. Haciendo esta la primera vez que me llama.

Me llevo ambas manos mojadas a la cara, siguiendo el trayecto hasta mi cabello, observo la figura del otro lado, esa que me devuelve el espejeo, mis ojos están rojos, llenos de ira, mi cuerpo tiembla y en mi mente solo se reproduce aquella voz diciendo mi nombre. Pero sobre todo, su nombre. Me siento un estúpido, encerrado en esta casa, siendo más cobarde que de costumbre. Introduzco mi cara en el lavabo lleno de agua, aguantando más tiempo del que me correspondería, buscando activar mis sentidos, acelerando mi corazón, buscando la desesperación. Ya no tengo oxígeno en los pulmones y estoy haciendo fuerza con todo mi cuerpo para no salir a la superficie. Mi fuerza se debilita cada vez más, trayéndome vagos recuerdos de un pasado de meses en los que intenté algo mucho más grande que esto, pero ese ahora no es mi objetivo. Me reincorporo de repente mojando todo el alrededor, tomando tanto aire que podría llegar a desmayarme. Me encuentro una vez más con mi reflejo, con más ira, con más desesperación, con más adrenalina, no me distraigo tanto en ello así que agarro una pequeña toalla y me seco rápidamente para ir en busca de Brent, porque en algún lado tengo que empezar.

—Brent —lo nombro cuando lo encuentro dirigiéndose a la cocina, sin esperar respuesta me agacho frente a él, tomándolo por los hombros para hablarle con total seriedad. El pequeño me mira con consciencia, como si supiera todo lo que está pasando.—, tengo que salir por un rato. Solo un rato. Necesito que cuides de Bonnie, no le abras la puerta a nadie y llámame en el caso de que notes cualquier cosa, cualquier cosa —repito—, que no parezca normal. En 20 minutos, o como mucho media hora yo ya estaré de regreso. ¿Está bien?

Él asiente.

—Es por Cian, ¿verdad?

Dios mío. A veces desearía que este chico no sea tan intuitivo.

—Solo, hazme caso, ¿sí? No tardaré.

Considero que es suficiente información, y antes de salir sacudo mi móvil frente a él, haciéndole saber que por favor, me indique sobre cualquier cosa que pasa.

Deuda Pendiente #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora