1• ¿Qué pasó después?

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2 años antes...

Octubre, 2020.

Me pongo de pie, pero mi débil cuerpo se cae por su propio peso y no soy capaz hacer la fuerza suficiente para sostenerme y me caigo. Me desespero, porque parece que llegó la hora del vaso de agua, y necesito alcanzarlo. Puedo escuchar los pasos afuera. Alguien se acerca. Inspiro por la nariz y hago el mejor esfuerzo, la pared de esta especie de sótano es áspera, pero puedo meter mis dedos entre las grietas para que me ayuden como punto de apoyo. Los pasos se detienen y miro la puerta, porque varias voces provienen de afuera. ¿Llegó mi vaso de agua?

La puerta se abre más que de costumbre y la luz me quema en los ojos. ¡Dios!

—¡Huele a mierda! —exclama con asco, alguien que tiene un acento raro y no logro reconocer.

Es un hombre. Mientras mis ojos se acostumbran poco a poco a la no oscuridad, puedo descifrar que está frunciendo el ceño y mantiene dos de sus dedos haciendo presión en su nariz.

—¿Qué carajo es esto? —farfulla en un susurro—Yo no pienso entrar, tráela aquí.

En completo silencio y obedeciendo, Bambam se adentra a la habitación a paso seguro, y mi cuerpo tiembla al verlo, mis piernas se sienten livianas e inseguras al moverse hacia atrás, en vano, porque no tarda mucho en llegar a mí. Rodea la parte alta de mi brazo, agarrando menos carne de la que creí que tendría, y me empuja hacia la luz, donde la otra figura espera. Frente a él, me suelta con furia hacia el piso, obligándome a tragar mis quejidos, porque sé qué ocurrirá si suelto un solo sonido. Mis rodillas duelen demasiado ante el impacto y mis huesudos brazos no soportan la presión, estampándome de cara en el cemento viejo y descuidado que existe como suelo.

—Está hecha mierda —se queja el visitante.

—Lo siento, ha sido mercancía de paso —se excusa Bambam—. Ha sido más bien un... —estira buscando la palabra— ¿Un método de pago? Creo que podría llamarle así. O, un préstamo. Sí, un préstamo —se corrige más convencido.

El otro suelta una carcajada.

—¿Un método de pago? Viniendo esa frase de ti puedo asumir que es algo que te has cobrado por tu propia cuenta.

—¿Vas a llevarla o no? —espeta. Bambam parece no querer perder tiempo en socializar.

—Sí. Me la llevaré, pero aséala primero. No puede viajar así. Apenas salga de esta pocilga se le adherirán las moscas.

—¿Dónde quieres que la asee? No tengo dónd-

—No me vengas con estupideces. Tienes una casa enorme, estoy seguro de que tienes un baño en ella. Ahora tú, ponte de pie —exige.

Estaba en eso. Estuve todo este tiempo intentándolo.

—Al menos debes lucir decente para subir al avión.

Él es un hombre enorme, gordo y barbudo. Si tengo que sincerarme me recuerda demasiado a Santa Claus, pero este no recorre el mundo entregando regalos, no, este tiene pinta de ir por el mundo recibiendo mercadería. Algo que parece ser en lo que me he convertido.

Bambam vuelve a sujetarme y sin ningún rastro de tener piedad por mi débil figura, no escatima en lastimarme de más si es necesario.

Me molesta, pero la verdad es que estoy tan exánime que ni siquiera me duele, mi garganta está seca y muero de hambre, el agua es lo que me ha estado salvando durante el último tiempo que, no tengo idea de cuánto ha sido, pero ha sido suficiente para permitirme abrir los ojos el día de hoy.

Deuda Pendiente #3Where stories live. Discover now