SP © | CAPÍTULO 24

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Amigos
Por: Caterina Russo

No recordaba haberme sentido tan plena desde hacia mucho tiempo. Despertar sin el deseo de volver a dormir era tan raro como la sonrisa que se dibujaba en mi rostro aquella mañana. No podía decirles con exactitud el sentimiento que se alojaba en mi pecho, pero era algo completamente diferente. Y se preguntaran, ¿por qué razón me sentía de aquella manera? Incluso para mí era extraño, pero podía jurar que la noche anterior... había entregado una parte de mi misma que ni siquiera Alessandro había visto y que ni siquiera yo era consciente de que poseía.

Tomé aire, llenando mis pulmones, y mientras salía del baño directo hacia la habitación, caminé con decisión hasta tomar la camiseta masculina que reposaba a los pies de la cama. Cubrí mi cuerpo desnudo, acomodando mi cabello suelto hacia atrás, y fijándome en el retrato enmarcado que se encontraba ubicado sobre la mesa de noche, me acerqué a sostenerlo. Me senté sobre el colchón, rozando las yemas de mis dedos en el borde de aquel bonito cuadro, y viendo la enorme sonrisa del londinense junto a Marcella, apreté los labios.

Varios golpes sobre la madera de la puerta, me hicieron girar la cabeza lentamente con curiosidad, notando como Logan sonreía con amabilidad ante la atención que le prestaba. Éste llevaba solo un pantalón de pijama, las manos colgando a cada lado de su cuerpo fornido, y fue entonces cuando me estiré lo suficiente hasta dejar en su lugar aquel retrato.

—Venia a despertarte. —murmuró, caminando con tranquilidad hasta tomar asiento junto a mí. Guardé silencio, y antes de que pudiera contestar cualquier cosa, él se adelantó. —Fue hace unos años. —agregó, señalando la imagen con un movimiento de cabeza.

—¿Siempre fueron buenos amigos? —pregunté, curiosa.

—No, para nada. —sonrió divertido, negando. —Nunca la había visto hasta que se mudó a Londres y recuerdo no caerle bien hasta unos meses después. —

—¿Cómo es que... se hicieron tan cercanos? —

Lo vi achicar los ojos, pensando seriamente en la pregunta que acababa de hacerle.

—Cuando nos mudamos a la casa junto a Annie y George, los gemelos y yo ya teníamos varios años, éramos niños. Habíamos perdido a los únicos abuelos que teníamos con vida y mis padres estaban devastados. —recordó. —No teníamos personas que se hicieran cargo de nosotros, así que Annie se ofreció a hacer de niñera. Ella y George siempre nos contaron sobre sus nietos, aquellos que casi nunca podían ver, y cuando Marcella llego aquel día, no era la niña de la que nos habían hablado. Era como si estuviera peleando contra el mundo y luego descubrieron su enfermedad. —relató, echando sus brazos hacia atrás para sujetar el peso. —Me costó hacerle entender que los que la rodeábamos no teníamos la culpa de lo que había pasado con ella... la buena parte fue que lo logro entender. —

—Por eso es que hace natación. —concluí.

—Solo le mostré una manera divertida en la que podía bajar de peso. —puntualizó, viéndome a los ojos con seguridad. —Quise ayudarla, eso no me hace mala persona y así fue como nos hicimos buenos amigos. —

Asentí, estirando los labios con esfuerzo hasta ofrecerle una medio sonrisa. Mis tripas gruñeron por el hambre prácticamente al instante, y posando una mano sobre mí estomago sonreí con vergüenza, escuchando como Logan comenzaba a reír a carcajadas.

—Vamos, hice desayuno para los dos. —me obligó a ponerme de pie, posando sus manos sobre mi cintura hasta dar un beso en mis labios.

Me guió hasta la cocina, sin dejar de acariciar mi cuerpo en ningún momento, y cuando tomé asiento en la silla frente al pequeño comedor, giré el rostro a inspeccionar todo lo que me rodeaba. Decorado con colores oscuros, el apartamento era la viva imagen de una cueva de solteros. Habían pocos adornos, las fotos eran escasas, y todos los electrodomésticos parecían prácticamente nuevos. A simple vista podías darte cuenta del poco tiempo que pasaba en este lugar.

SUEÑOS PERFECTOS © | SL #2 - ACTUALIZANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora