SP © | CAPÍTULO 12

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Decisiones
Por: Caterina Russo

Mordí mis labios, observando hacia mis manos entrelazadas, allí sobre mis piernas, cuando no pude soportar el silencio tenso que se había esparcido por toda la oficina del café. Solté el aire despacio, e intentando relajar mis hombros tensos, mis ojos volvieron a buscar los de Alexander para ser testigo de su mirada llena de molestia. Inspiré profundamente, llenando mis pulmones de algo que pude identificar como valor. La situación era extraña, jamás había ocupado la posición de hermana menor.

—¿Me vas a ayudar? —pregunté, aguardando por una respuesta que había empezado a tardar.

—¿Por qué esperaste hasta ahora para decirme? ¿Qué te costaba confiar en mi? —preguntó, con el ceño fruncido, haciéndome negar a ambos lados con la cabeza.

—No se trata sobre eso y lo sabes. —dije con seguridad. —Quería darle la oportunidad de que hiciera un esfuerzo, ella sola, pero jamás dejé de velar por su bienestar. ¡Fue duro cuando la traje a vivir conmigo! ¡Pensaba que Papá rompería la puerta en cualquier minuto! Me costo hacer que se adaptara, no quería presionarla.—

—Y ahora es una alcohólica. —puntualizó Alex, haciéndome cerrar los párpados por algunos instantes al inspirar para mantener la compostura.

—No es como si se hubiera contagiado con la gripe hace dos semanas, Alexander. ¿La has visto? Tiene unas ojeras terribles, esta tan flaca... y su piel parece apagada. No come como me gustaría que lo hiciera, a penas habla de las cosas que sucedieron. ¿Quién soy yo para obligarla a hablar? ¡Por eso estoy aquí! ¡Por qué necesito que me ayuden! —exclamé, sin poder evitar mi tono frustrado.

Sintiendo como Marcella tomaba una de mis manos y daba un firme apretón, me hizo recordar que no estábamos solos y regresé a tierra. Dejé caer los hombros, derrotada, y sintiendo como mis sienes comenzaban a palpitar de manera molesta recordé lo ebria que había llegado la noche pasada. Yo tampoco había sido un buen ejemplo.

—Será mejor que nos calmemos, esto no es culpa de nadie... simplemente debemos encontrar la manera de ayudar a Leonor. ¿De acuerdo? —subió las cejas, con aquella expresión que le exigía a mi hermano en silencio que necesitaba moderar su actitud.

—Lo siento... es solo qué... —

Tres golpes sobre la puerta interrumpieron las palabras de Alexander, y mientras todos nos asegurábamos de mirar hacia la entrada, una melena rubia se llamó por completo la atención.

—Lamentó interrumpirlos, nos están dejando una mercancía y me están pidiendo el pago. —explicó la chica, dirigiéndose hacia la nueva pareja que desde hace un tiempo dirigían el negocio.

—Yo voy, ahora los alcanzo. —respondió Marcella, dando algunas palmaditas sobre mi mano al tiempo en el que volvían a cerrar la puerta, poniéndose de pie con suavidad para entonces mirarnos a mi hermano y a mi.

—No los quiero discutiendo otra vez, ¿de acuerdo? Si lo que pretenden es ayudar a Leonor esa actitud no les funcionará, a ninguno de los tres. —zanjó, caminando hasta sostener el picaporte de la puerta. —¿Cata? ¿Te ofrezco un café? Yo misma lo prepararé. —

Le sonreí, asintiendo una sola vez ante su ofrecimiento.

—Si, sería genial. Gracias, Marie. —

Observando cómo su mano baja por un momento a frotarse la pequeña barriga, subí una ceja al distinguir aquella mirada rabiosa que de momento le ofreció a su prometido.

—Y a ti te traeré un jugo de Limón, a ver si la acidez se cura con acidez. —

—Gracias, amor. —agradeció mi hermano, escuchando como cerraba la puerta con algo de fuerza.

SUEÑOS PERFECTOS © | SL #2 - ACTUALIZANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora