SP © | CAPÍTULO 20

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Entregarme, nunca había sido tan fácil
Por: Caterina Russo

Moví los brazos, arrojando el sujetador al suelo con lentitud, consciente de que tenía sus ojos sobre mi cuerpo y las cosquillas se arremolinaron de manera torturante en el centro de mi vientre. ¿Podía comenzar a sentirme estúpida? Toda mi vida, entregando mi cuerpo por pasión, y en solo unos segundos volví a ser esa niña, la niña inexperta que buscaba una experiencia trascendental que le alimentara el alma. Una chica... que buscaba el consuelo de unos labios que se deshicieran del miedo, de las dudas y que lo reemplazara todo por movimientos instintivos, queriendo aliviar el fuego que solo por nosotros comenzó a arder.

Ni siquiera me había tocado, no como Alessandro lo había hecho en innumerables ocasiones, y sentía que todo mi ser vibraba con tan solo tener sus ojos sobre mis curvas. El solo roce de su aliento sobre mi piel, el ligero toque de sus dedos sobre mi espalda baja, y hubo algo que me hizo cerrar los ojos. La increíble necesidad de concentrarme en las sensaciones que florecían en cada punto nervioso de mi cuerpo.

Un sonido de sorpresa rompió el silencio, y en ese instante caí en cuenta de que había sido un sonido producido por mis cuerdas vocales, que abandonó mi cuerpo cuando unos labios húmedos bordearon los botones en los que se habían convertido mis pezones. Duros, expectantes, de un rosado cereza, y que la lentitud de la lengua masculina provocaba cierto y gratificante alivio.

Subí las manos, entrelazando mis dedos en su cabello oscuro, rezando internamente una plegaria para que nada de esto se acabara. Para que cada una de estas sensaciones se intensificara, que me hiciera perder los sentidos y que por un instante, nada más importara. Fue entonces cuando lo escuché soltar el aire, y por unos instantes el pánico se apoderó de todo mi cuerpo. Mi corazón comenzó a bombear con tanta fuerza que me asustó y cuando las ásperas manos llegaron hasta la carne de mi culo, me alejé buscando la respuesta.

—Rodea mi cintura, y sujétate bien. —su voz sonó demasiado tensa, ronca, cuando supe que más que una petición, me había dado una orden.

Cargarme no supuso un problema, aunque le hubiera ahorrado la molestia de subir un par de escalones hasta el segundo nivel, pero nada de aquello importó. No cuando mi espalda dio con solidez contra la puerta de mi habitación, cuando sus labios se pegaron a los míos hambrientos, mordiendo y obligándome a darle espacio a su lengua para que ésta entrara y causara sensaciones de las que nunca había sido consciente con anterioridad.

Alcance el suelo, el frío que estaba dispuesta a aplacar cuando exigentemente Logan sostuvo mis manos y negó lentamente. Mi ceño se frunció y viéndolo con miles de dudas, solté el aire medio frustrada.

—Lo haremos a mi manera. —

—¿Disculpa? ¿A tu manera? —insistí, respirando agitada, cuando automáticamente achiqué la mirada.

—Yo empecé, y hasta que no termine contigo no me quedaré tranquilo. —

Lo miré, y en realidad era que no me daba opciones. Aún estaba vestido, a diferencia de mi, y aunque el bulto en sus pantalones de pijama era más que evidente, me entregaría primero. Asentí, dudosa, y viendo cómo aquella respuesta lo tranquilizaba, volví a dejarme llevar por sus exigentes muestras de afecto.

—Haré que te corras primero, Caterina. Quiero que dejes de mirarme con dudas, era esto lo que estabas buscando. —

Sus manos sujetaron la tela de mis pantalones, y bajándolos junto con las bragas, volví a sentir la necesidad de querer recibir algo más fuerte. Sus labios besaron el arco de mi cuello, mordisqueo, y deshaciéndome del enredo de telas en mis tobillos, caí de espaldas sobre el colchón. Ahí estaba, expuesta, mostrando mi desnudez bajo la tenue luz que se filtraba por los enormes ventanales.

SUEÑOS PERFECTOS © | SL #2 - ACTUALIZANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora