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Necesitaba encontrar a Febe urgente y digerir lo que el Oráculo tuviera deparado para mi destino. Sin embargo, para encontrar a mi madre necesitaba urgentemente hablar con cualquiera que supiera su ubicación. Si bien sabía que para acceder al Oráculo este debía encontrarte, no tenía tiempo para las vueltas y el misticismo de Febe.

Las noches se hacían largas esperando que alguien apareciera para apuñalarme aunque hasta el momento solo habían hallado a dos hombres espiando por la ventana de la habitación a quienes había arrojado dos floreros de cerámica logrando romper los vidrios de la ventana y por supuesto lastimar sus caras.

Mi mayor preocupación en esos instantes era buscar a Febe, por lo que un día tranquilo tras semanas del incidente me decidi a preguntarle a Ares sobre mi madre. Habíamos entrenado todo el día hasta que la Luna subió, para ese entonces esperaba que Ares estuviera los suficientemente atolondrado y cansado para responder sin cuestionar.

Lo seguí por los pasillos de las arenas hasta que se detuvo, sabiendo que lo seguía.

- ¿Qué se te ofrece? - Preguntó dándose la vuelta para observarme curioso. 

Frené en seco y traté de sonreir sin parecer una psicótica, cosa que dudo haber logrado.

- Me gustaría ver a mi madre, Febe. Quería saber si tienes idea de su paradero, estoy dispuesta a ser escoltada hasta ella.

- Consultaré con Zeus.

- No es necesario molestarlo, solo quiero ver a mi madre.

Sin más palabras se dió la vuelta y desapareció por el pasillo. Esta vez me oculté bien y lo seguí, tenía la seguridad de que iba a ir corriendo hasta Zeus para conspirar y revelar la identidad de mi madre. Lo seguí por los pasillos del Olimpo durante diez minutos, terminando en su habitación donde para mi sorpresa lo esperaba Afrodita con muy pocas ropas. Me escondí detrás de una columna y agudice el oído, siendo lo más divertido que había hecho en semanas. Una de las tantas cosas que agradecía era poder tener una visión buena durante la noche.

Escuché un suspiro pesado de Ares y una risa de ella.

- Largo.

Por un instante, pude ver la cara de Afrodita transformándose de forma abrupta.

- Desagradecido.

Ares rió de forma real, dada la situación supongo que lo único que podía hacer en lugar de estallar en gritos era reir. Ví como él la observo irse negando con la cabeza. Se quitó la armadura y pude ver en la oscuridad una cicatriz que le recorría en diagonal toda la espalda, antes de perderlo tras la puerta.



Al día siguiente Ares llamó mi puerta sorprendiendome. 

- Vamos, Febe no está a mucha distancia, se encuentra en los jardines de Deméter.

Lo seguí durante una hora a pie atravesando los jardines que prendí fuego, siendo no muy bien recibida. Pense que iban a atarcarme pero nunca sucedió.

Al llegar a una plantación de lirios cambió la dirección directo hacia lo que parecía un límite en el territorio, una conjunción enorme de árboles, sauces y jacarandás, formaban una cortina de hojas y flores de colores que Ares atravesó.  Nunca había visto algo así, no tenía registro de que pudiera darse una mezcla de aromas y colores tan extasiantes. Seguí a Ares deseando volver a contemplar algo así nuevamente.

Las hojas me rozaban la piel causándome escalofríos. Del otro lado me esperaba Febe sentada en una roca y Ares observándome.

- Igual a como te recordaba.

- Es la gracia de los dioses, sin embargo, tu elegiste otra apariencia.

- ¿Por qué me buscas Olympia? No hay nada que yo pueda brindarte, debo cumplir la promesa que le hice a mi compañero.

- Afortunadamente para tí, busco al Oráculo, no a mi madre.

Febe comprendió la razón de nuestro encuentro. Callada me indicó que me acercara, se paró y posó las palmas de sus manos en mis sienes.

- El camino está escrito. - Susurró.

- Lo sé.

La última mirada que le dirigí a Ares fue incómoda, dado que la situación era tensa. Febe me despreciaba y yo a ella, por cobarde. No la culpaba de mis desgracias, si de concebirme inconscientemente con el titán más despreciable que existía. En algún momento, debió de haber sonado una alarma en su cabeza antes de revolcarse con un ser que asesinaría a sus hijos con tal de reinar. Dejé a un lado estos pensamientos y cerré los ojos sumergiendome en un sueño.

Sentí una presión en las sienes y lo siguiente que ví fue mi reflejo en un espejo.

- El camino está escrito, Olympia -Dijo mi reflejo antes de empezar a arder en llamas. - No borres tu destino, busca la llama olímpica.

Sentía en el cuerpo todo lo que el Tártaro había inflido sobre mi alguna vez. Se rompían mis huesos, me quemaban, me atravesaban cosas. No podía hacer más que retorcerme de rodillas.

En un escenario diferente corría tomada de la mano con un Ares herido y sangrante, mientras caían cenizas del cielo y se oían gritos desesperados. En un instante él se desvanecía y todo lo que sentía era un profundo dolor. Me encontré gritando su nombre con desesperación.

- Sus caminos están atados - Susurró una voz. Me reventaba la presión en el cráneo, empezaba a sudar frío.

Cronos caminaba hacia mi con la mitad de su rostro quemado.  Temblaba como si el calor hubiera huído de mi cuerpo. 

- Que así sea, mi querida hija.

Una luz comenzó a cegarme hasta que el calor me golpeó abruptamente quemando mi piel.

-La llama, busca la llama olímpica en lo hondo del Monte, donde nadie ha llegado.

La temperatura de mi cuerpo estaba descontrolada, me quemaba la piel, temblaba hasta no pude evitar sentir la presencia de la llama olímpica. Me obligué a despertar del sueño con un grito. Lo primero que vi fue un cielo borroso, lo primero que oí fue el llante de Febe. Temblaba sin control y el aire me faltaba.

Ares se acercó y vi su rostro preocupado. En el instante que me tocó el hombro sentí que me habían apoyado una piedra hirviendo sobre la piel, no pude contener el grito de dolor cuando me alejé. Febe se acercó a mí llorando y recitó unas palabras que no comprendí. Segundos después me quedé inmóvil.

- El camino está escrito - Susurré. Febe sonrió con algo que vislumbre como lástima, ella había visto todo, incluso mi pasado.

Me incorporé despacio, con ayuda de Ares quien me había tocado con suavidad por miedo a oírme gritar. Me dolía el cuerpo como si me hubieran dado una golpiza. No podía dejar de mirar su rostro y pensar en lo que el Oráculo me había mostrado, no concebía un futuro en el que estuvieramos unidos, no había visto su rostro de frente en la visión, pero reconocía a la perfección su perfil y espalda. No nos conocíamos, no teníamos nada que ver, el destino no podía atarme con nadie si yo estaba rota y maldita.

No se en que instantes me tomó en brazos y comenzó a caminar entre los árboles rimbombantes de colores. Miraba hacia el frente apretando la mandíbula, con una expresión seria. Reaccioné y me empuje con los brazos sobre su pecho, cayendo al suelo. Él se detuvo hastiado. Me arrestré unos metros hasta tirarme boca arriba para respirar tranquila por unos instantes.

- ¿Por qué siempre que estamos juntos pasan cosas malas?

Sin darme cuenta le sonreí en respuesta y él me miró extrañado. Era ridículo, todo era rídiculo. Febe y sus caminos se podían ir a la mierda, aunque ahora tenía que descifrar donde estaba lo hondo del Olímpo.


OLYMPIAWhere stories live. Discover now