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Abrir los ojos fue muy difícil para Olympia, había una luz cegadora que supuso vendría de la ventana. Notaba el cuerpo entumecido, como agarrotado. No fue consciente de que estaba acompañada hasta que escuchó a una persona moverse torpemente por la habitación.

-Gracias a Urano y Gea despertaste.

Supo que era Ares unos segundos antes de que Ares hablara por su fragancia mentolada tan característica. 

-¿Por qué? ¿Cuánto dormí?

-Lo suficiente para hacerme creer que no despertarías. El icor es muy dañino.

Olympia se tocó el costado izquierdo por reflejo y se encontró con un vendaje aunque no sentía dolor. Recordaba una herida bastante profunda y dolorosa.

-Debo haber descansado bastante como para curarme.

-De hecho Asclepio ayudó un poco con eso. Puede que le haya puesto un poco de "presión" para que te sanara velozmente.

-¿Quién nos encontró? -Preguntó mientras se refregaba los ojos para acostumbrarse a la luz. Ares cerró las cortinas antes de contestar. 

-Nadie.

-Pero tu pierna estaba fuera de lugar, ¿cómo salimos?

-Te cargué. Ya habías perdido mucha sangre.

Ares se encogió de hombros. Hablaba como si no fuera la gran cosa, podría haber pedido una pierna. 

-Gracias, Ares.

-Ya van dos veces que me dices eso y la primera vez casi te mueres, dime que te sientes bien. 

Olympia rió después de mucho tiempo, el movimiento de las mejillas y el ruido emanando de la garganta le parecieron extraños, pero estaba genuinamente contenta por primera vez.

Ares deseaba atesorar esa risa para siempre, meter a la joven en una caja de cristal ajena al peligro donde pudiera contemplarla cada segundo de lo que les quedara de vida. Era obvio que su fantasía era eso, una fantasía, ya que sabía que Olympia no tenía nada de frágil o dócil y a él le gustaba tal como era. 

-Ven, recuestate conmigo.

El castaño le obedeció sin chistar y tomó lugar junto a ella suavemente ya que no quería dañarla mientras reposaba. La cercanía era reconfortante para ambos. Se miraron fijamente mientras buscaban palabras, algo que decir para explicarse. 

-¿Qué haremos ahora? -Preguntó Ares intentado no sonar desesperado, no quería tener que lidiar con el rechazo de Olympia nuevamente. 

-No sé lo que depara el futuro, pero sé quién tiene el futuro en sus manos, (1) yo. Tendremos que comprobar si realmente somos almas gemelas ¿qué opinas?

-Es la primera vez que estamos de acuerdo desde que te saqué del Tártaro.

-Ciertamente lo es.

Estar juntos era pacífico, no había pensamientos intrusivos, soledad o angustia. Las almas gemelas son muy difíciles de encontrar, era casi un mito entre los dioses debido a que Afrodita no veía frecuentemente almas destinadas, pero cuando uno de ellos se encuentra con su otra mitad, la mitad real de sí mismo... la pareja, se pierde en un asombro de amor, amistad e intimidad, y uno no estará fuera de la vista del otro, como puedo decir, incluso por un momento (2).

Ares rompió el silencio. 

-Zeus accedió a quitarte la marca de la traición. 

Olympia permaneneció en silencio unos minutos.

-No, gracias. Después de todo lo que he vivido incluso las penas son una alegría para alguien que recuerda todo lo que forjó y soportó (3). La conservaré. 

Ares lo comprendió puesto que llevaba el cuerpo lleno de cicatrices de sus batallas y nunca quiso que Asclepio le quitara los vestigios de sus batallas. 

-Me parece correcto. 

-Gracias, Ares -Susurró ella acercándose para besarlo como tanto había deseado desde la última vez que se habían visto- No quiero mirar nadie más ahora que te vi a ti, no quiero pensar en nada más ahora que pensé en ti, he estado durmiendo por mucho tiempo en una noche oscura y ahora veo la luz del día.




El tiempo se había ido volando, Olympia estaba recuperada totalmente, practicaba junto a Atenea todos los días en las arenas, también paseaba por los bosques del Olimpo con Ares. Por fin llevaba una vida tranquila y simple. Los habitantes del Olimpo ya no se mostraban reacios con ella, muchos incluso eran agradables y la saludaban amistosamente, sospechaba que Ares había tenido que ver con eso. 

Ares... Ares era sin duda alguna lo mejor que le había pasado a su vida. En ese último tiempo le había enseñado a querer y cuidar de un otro. El hombre era un sueño. Compartir la vida con alguien le daba sentido a todo lo que parecía insignificante, las mañanas se disfrutaban de otra manera, Helios brillaba con mayor intensidad, además amaba los días de lluvia porque podía permanecer pegada a Ares mientras pensaba en lo afortunada que era. Las perspectivas de la vida eran otras, se sentía plena. Sentía que todo ese amor la llenaba era lo que definía esa vida. 

Había decidido entregarse en cuerpo y alma a todo lo que sentía. En un principio, creyó que no tenía nada que perder si las cosas salían mal, pero ahora que los días habían pasado sabía que había mucho por perder, que se aferraría con uñas y dientes a esa paz que había alcanzado. 

Por otro lado, Zeus no estaba de acuerdo con la decisión de su hijo, pero no podía exigirle nada pues era un hombre y Olympia había dejado atrás a Cronos, salvando el Olimpo. Eros había convencido a Zeus de que Ares estaba mejor con Olympia en su vida y puede que haya revelado algún secreto de la pareja, pero por una buena causa. 

Todo estaba en orden, la balanza estaba igualada. Cronos estaba en el Inframundo, custodiado por el mismísimo Hades en persona. El Oráculo presagiaba abundancia para el Olimpo. El orden natural se restauraba nuevamente. 

Y Olympia era feliz. 

"Amor" de Salvador Novo

Amar es este tímido silencio

cerca de ti, sin que lo sepas,

y recordar tu voz cuando te marchas

y sentir el calor de tu saludo.

Amar es aguardarte

como si fueras parte del ocaso,

ni antes ni después, para que estemos solos

entre los juegos y los cuentos

sobre la tierra seca.


Citas

(1) y (3) de Homero, La Ilíada. 

(2) Aristófanes. 


Hola! Llegamos al final, gracias eternas. Espero hayas disfrutado esta aventura tanto como yo. Ojalá nos reencontremos en otras historias.

Feliz año nuevo! Lxs quiero! Gracias por leer! xoxo <3 


OLYMPIAWhere stories live. Discover now