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Entre medio del caos por los pasillos del Olimpo una diosa corre desesperadamente.

-No huyas querida, ya te hemos elegido para el trabajito de hoy. 

No faltaba mucho para que alcanzara a entrar en la armería, deseosa de rescatarse a sí misma con lo primero que encontrara. No obstante una mano la atrapo de sus largos cabellos y la asfixio con un pañuelo, dejándola rendida y adormecida para llevarsela lejos de su hogar.

-Nos vamos, avisenle al resto que se retiren.

-No creo que puedan, la prisionera del Tártaro ya se los habrá quitado de encima.

Menecio se preocupó. Era un hecho que Olympia les iba a dificultar todo, sin embargo, tenía la esperanza de que el aislamiento prolongado la hubiera debilitado de alguna forma, discrepaba con Cronos que a su parecer le daba demasiada entidad a una chiquilla inexperta. No se cansaba de repetir que la última vez que se encontraron padre e hija, ella había tenido la suerte del principiante.

Con el cuerpo inerte de la diosa se escabulló hasta cruzar el límite de Monte Olimpo y abandonar la tierra de los dioses.



En el suelo había decenas de cuerpos masacrados, Olympia había recuperado su apariencia normal y ya estaban quitando a los caídos de la entrada. Nadie hablaba, se sentia la tensión en el ambiente. El Olimpo jamás había sido profanado de esa forma, era un crimen manchar con la sangre de las bestias aquel lugar sagrado. Las batallas se libraban lejos de allí, así era desde siempre.

Cuando Hades y Zeus ingresaron al recinto ensangrentado comprendieron que habían sido engañados. Recibieron un dato sobre la posible ubicación de Prometeo y abandonaron su hogar en busca del titán perdido, pero en cuanto se habían alejado lo suficiente del Olimpo las bestias de Cronos atacaron. Atenea abandonó el lugar seguida de los recién llegados.

Adonis uno de los jovenes amantes de Afrodita y también su preferido, los alcanzó gritando, se veía fuera de sí. El sujeto era eternamente joven, conocido por su galantería y su devota adoración hacia Afrodita, no obstante nadie tomaba muy en cuenta al protegido de la diosa pues no tenía rango alguno. Se le había permitido vivir en el Olimpo siempre y cuando no interviniera en los asuntos de los dioses, compartía una vida de excesos con Afrodita manteniendose alejado de todos los demás habitantes. 

-¡Se han llevado a mi diosa!

Así supieron que tramaba Cronos, tomar rehenes. Tendrían que ser muy cuidadosos con la seguridad que dispondrían en todo Monte Olimpo para que ningun intruso pudiera volver a irrumpir en el hogar de los dioses. Otra vez volvían al principio, caos, gritos y desacuerdo.

Olympia estaba fastidiada, no comprendía el escándalo que montaban por una simple rehén. Afrodita no estaba interesada en el conflicto con Cronos, no había asistido a ninguna de los entrenamientos diarios, ni siquiera sabia sostener una espada, lo que implicaba que no tenía ninguna información que su captor aún no tuviera.  Sin darse cuenta se encontró buscando a Ares, le intrigaba saber si el guerrero mostraría alguna emoción ante la desaparición de su amante según suponía. No quería encontrarse con un Ares angustiado por tan insulsa mujer pues tendría que admitir que a fin de cuentas lo que le gustaba a él eran las caras bonitas, sin embargo, ¿por qué le importaban a ella los gustos de Ares? Apenas cayó en la cuenta de lo que estaba pensando se enfureció más, no tenía sentido la inmensa curiosidad que tenía por un sujeto que apenas conocía. Todo era culpa de su madre, el Oráculo. A pesar de ello no se detuvo hasta encontrarlo.

En la armería se encontraba Ares con el torso desnudo limpiando su espada y escudo. La puerta estaba ligeramente abierta cuando Olympia lo vió y quedó pasmada, si bien no era la primera vez que veía a un hombre semidesnudo sintió como sus mejillas comenzaban a tomar color ya que sentía demasiado calor en el rostro. Ares que la había escuchado llegar fingió no haberlo hecho, sabía que era ella porque cada día identificaba mejor el olor a praderas y rocío. Ella se alejo de la puerta despacio sin poder despegar la vista, sabía que el la había sentido y seguía ahí mirándolo como una tonta. Se echó a correr hacia su habitación. 

Fue entonces cuando Eros la interceptó en el camino, en seguida que la tomó levemente del brazo supo que había ocurrido más no dijo nada sobre eso. Se encontraba sorprendido por los sentimientos de la chica.

-Zeus quiere hablar contigo, me ha pedido que te escolte.

Olympia asintió y se dejo guiar por su compañero. Respiró profundo y trató de enviar la figura de Ares a la parte más recóndita de su mente donde no pudiera invadir repentinamente sus pensamientos.


Ares terminó de vestirse y se dirigió a sus aposentos. Una vez estuvo solo se recostó y cerró los ojos. Otra vez Olympia lo había sorprendido, no dejaba de tomarlo de improvisto en situaciones extrañas. Trataba de ignorarla a toda hora, no le dirigía la mirada y si podía evitarlo tampoco le hablaba, no quería generarle falsas ilusiones a Olympia quien ya tenía suficientes problemas. No era el momento ideal para desarrollar sentimientos, mucho menos por una traidora. Sin embargo, no podía dejar de mirarla cuando ella estaba distraída y la curiosidad lo había llevado a visitar a Febe, quería saber más sobre Olympia, ¿por qué estaba marcada? ¿cómo había terminado en el Tártaro?

Febe se había mostrado reacia la primera vez que el dios se le había aparecido, le había repetido cosas que ya sabía, nada importante. El segundo día que la visitó Febe tenía más ganas de hablar y le propusó un intercambio, le contaría todo lo que sabía de su hija, pero él tendría que ver su destino a través de sus ojos. Ares acobardado le dijo que lo pensaría y le visitaría cuando decidiera. 


-¿Dónde estabas?

Zeus estaba fuera de control. A Olympia le pareció impropio del dios que siempre sostenía su diplomacía.

-¡¿Dónde estabas?!

-Con Ares -Mintió aunque no del todo.

-Eros, fuera.

Eros le miró sorprendido por la agresividad y se retiró. Zeus se sentó y se presionó el puente de la nariz, estaba tan frustrado que le brillaban los ojos, como si relampaguearan. Olympia permaneció parada como un soldado esperando un regaño, pero Zeus nunca despotricó contra ella. 

-Hace un tiempo obtuve una información importante, del Oráculo. Sobre la llama Olímpica, la ví. También te ví en la visión, asi que me gustaría que me expliques cual es tu conexión con la llama.

La joven se quedó petrificada, no tenía excusa para huir. Si Zeus hablaba con la verdad no habría mentira que alcanzara para quitarlo del camino.

-¿Qué viste?

-Te hice una pregunta.


OLYMPIAWhere stories live. Discover now