Capitulo 59

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Media hora más tarde, Sam y Sebastian llegaban a "The Whiteboard". Tal como Sam le había dicho, en su despacho los esperaban Clive junto con Robert y Amanda. Al verlos entrar, Robert y Amanda salieron para dejarlos a solas, pero antes de salir, Amanda miró a Sebastian con reprobación. A él no le sorprendió, se lo tenía merecido.

—Clive —Dijo Sam—. ¿Te importaría explicarnos de qué va todo esto?

Clive se levantó de la silla y los miró desafiante, pero no le contestó.

—Mira, Clive —Lo amenazó Sam—. Tengo pruebas de que fuiste tú quien envió el artículo a "The Scope", así que más te vale empezar a hablar.

—Tienes mala cara, Sebastian —Se burló Clive—. ¿Has perdido a tu novia?

Sebastian no pudo más y le dio un puñetazo. Llevaba años deseando hacerlo, y al oírle mencionar a _______, estalló.

— ¡Sebastian, suéltalo! —Exclamó Sam—. Y tú —Se dirigió a Clive—, empieza a hablar.

Clive se puso bien la americana y se lamió el borde del labio, del que le caía una gota de sangre.

— ¡El santo de Sebastian! No te soporto desde que nos conocimos en la universidad. —Clive lo miró con cara de asco—. Tú y tus rígidos y absurdos principios.

Sebastian tenía los puños tan apretados que los nudillos empezaban a quedársele blancos por falta de circulación.

—Cuando conocí a tu padre en esa fiesta y vi que era un borracho, no me lo podía creer. —Volvió a lamerse el labio que no dejaba de sangrar—. Creía que esas fotografías de él en ese estado tan patético te mantendrían a raya.

— ¿Qué fotografías? —Preguntó Sam, pero ninguno de los dos le hizo caso.

—Pero no —Continuó Clive—. Tú tenías que entrometerte en mis negocios y descubrir lo del desfalco de Nueva York.

— ¿Estuviste involucrado en el desfalco de Nueva York? —Sam estaba atónito, aunque empezaba a entender lo que pasaba. Su sobrino nunca había sido santo de su devoción, pero él creía que tenía algunos límites. Era obvio que no—. Dios mío, Clive, ¿Por qué?

—Porque me encanta vivir bien. Además, las arcas de la familia ni siquiera se inmutaron. Pero por desgracia, Sebastian sí lo hizo, y estuvo a punto de delatarme ante ti y ante el consejo. —Clive miró a ambos—. ¿Sabes por qué no lo hizo?

Sebastian tenía ganas de volver a pegarle.

—Porque llegamos a un acuerdo. Él no le decía nada a nadie y yo no publicaba ni vendía a ningún medio las fotografías de su querido papá borracho como una cuba, vomitando en medio de la calle e incapaz de mantenerse en pie.

—Seb —Le interrumpió Sam—, tendrías que habérmelo dicho.

Y él seguía sin hablar.

—O no, tío, Sebastian nunca necesita a nadie. Él solo puede con todo. ¿No es así? —Clive se sentó en la butaca que había en el despacho—. Después de llegar a nuestro acuerdo, me fui durante un tiempo, pero cuando regresé no paraba de oír elogios de Nathan y de "The Whiteboard". Me daban náuseas. Además, cada vez que trataba de intervenir en la gestión de la revista, el bueno de Seb me recordaba lo de mis pecados en Nueva York. Ya iba a darme por vencido cuando se me ocurrió; el mejor modo de hundirte —Dijo mirando a Sebastian— era hundiendo tu preciosa revista.

—Tú robaste los artículos y los vendiste a "The Scope". —Sebastian abrió la boca por primera vez.

—Sí y no. Yo robé los artículos, pero pagué para que se publicaran. A lo mejor te cuesta creerlo, pero me costó bastante lograr que aparecieran en "The Scope". —Clive se pasó las manos por el pelo—. Aunque tengo que reconocer que sólo con verte sufrir para mantener la revista a flote, ya me sentí recompensado.

Sam no daba crédito a lo que estaba oyendo. Clive no había tenido ningún escrúpulo a la hora de tratar de hundir la revista.

— ¿Y _______? —Preguntó Sebastian, apretando los dientes.

—¿_______? —Clive se rió—. Me temo, mi querido Seb, que no puedo atribuirme el mérito de eso. Si hubiera sabido que perder a esa chica iba a hacerte tanto daño, yo mismo me habría acostado con ella.

Sebastian lo cogió por el cuello de la camisa y lo golpeó contra la pared.

— ¿Con quién estás más enfadado, conmigo o contigo? —Se burló Clive sarcástico.

—Seb, suéltalo. —Sam se levantó—. Yo también tengo ganas de pegarle, pero eso no arreglará nada.

Sebastian no lo soltó y le apretó el cuello aún más.


— ¿_______ no tiene nada que ver? —Insistió arrastrando cada palabra.

—No. —Clive no dejaba de sonreír—. Nada en absoluto. Tú solito has conseguido que se fuera. —Soltó una carcajada—. Y si los chismes son ciertos, después de lo que le dijiste delante de todos, no creo que vuelvas a verla nunca.

Ante ese último comentario, Sebastian retrocedió como si le hubieran dado un puñetazo. Por repugnante que fuera, Clive tenía razón. Él solo tenía la culpa de que _______ se hubiera ido.

—Me tengo que ir —Dijo Sebastian tras soltar a Clive—. Sam, ¿Te encargas tú de este individuo?

—Será un placer —Respondió Sam mirando a Clive—. ¿Qué vas a hacer?

—Voy a hacer algo que debería haber hecho hace mucho tiempo. Voy a buscar a Steve Gainsborough y a preguntarle qué hacía ese día en mi casa con ________.

Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-Where stories live. Discover now