Capitulo 40

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En el coche, de regreso a Londres, Sebastian no dejó de hablar en todo el rato. _______ le preguntó por Alicia y Natalie, y él empezó a contarle todas las travesuras que les había visto hacer desde pequeñas. Le explicó en qué consistía el juego de los piratas, de qué se habían disfrazado todos los años, lo malas que eran con él. De vez en cuando, mientras hablaba, Sebastian descansaba la palma encima de la pierna de _______, y, en un semáforo, incluso le cogió la mano y le besó los nudillos. A ella le gustaba ese Sebastian dulce y relajado, un Sebastian que parecía cómodo en su piel. Aparcaron el coche y caminaron hasta el edificio del portal naranja.

—Lo he pasado muy bien —Dijo _______ subiendo la escalera—. Sam y Silvia te quieren mucho.

—Pareces sorprendida —Contestó Sebastian abriendo la puerta y entrando en el apartamento—. ¿Crees que soy difícil de querer? —Preguntó sonriendo.

—Para nada —Respondió ella cerrando tras de sí. Iba a encender la luz cuando Sebastian la cogió de los hombros y la empujó suavemente contra la puerta. Colocó las manos a ambos lados de su cabeza y la besó con toda la pasión que llevaba dos días reprimiendo.

—He pasado todo el fin de semana pensando en esto —Murmuró él apartándose de ella un instante para tomar aire—. Ya no puedo aguantar más. —Volvió a besarla con fuerza. Con su lengua seducía sus labios, mientras con las manos le desabrochaba la blusa y le acariciaba los pechos.

—Yo tampoco —Susurró _______ antes de seguir su ejemplo y desabrocharle también la camisa—. Me encanta tocarte.

Le deslizó la mano por el abdomen. Sebastian  se la apartó antes de que pudiera llegar a su objetivo y, ante la mirada sorprendida de ella, contestó a la pregunta no formulada.

—Me queda muy poco autocontrol. —Le besó el cuello, le recorrió la clavícula con la lengua y le desabrochó el pantalón—. Yo en tu lugar no me pondría a prueba.

_______ optó por ignorar su consejo y le desabrochó el cinturón. La estaba volviendo loca con sus labios y con sus manos, que le recorrían todo el cuerpo, y quería que él sintiera lo mismo. Así que al cinturón le siguieron todos los botones de los vaqueros.

—_______, te deseo. —Él posó la mano en su entrepierna—. Necesito hacer el amor contigo.

Era como si le pidiera permiso, y a _______ la emocionó esa ternura.

—Yo también necesito hacer el amor contigo.

Al oír esa frase, a Sebastian le brillaron aún más los ojos y tardó sólo unos segundos en coger un preservativo y colocárselo.

—No vayamos a la habitación —Dijo él con la respiración entrecortada—. Quedémonos aquí. Agárrate a mí.

_______ notó cómo la levantaba del suelo y la penetraba en el mismo movimiento. Ella le rodeó el cuello con los brazos y, con las piernas, se apretó contra su cintura. Los dos seguían parcialmente vestidos. _______ nunca se había imaginado capaz de hacer algo así, pero con Sebastian todo le parecía posible. Sentía todos sus movimientos en lo más profundo de su interior, mientras la besaba como si quisiera devorarla y con las manos la sujetaba y apretaba contra él para que su espalda no rozara demasiado la pared. Ella le acariciaba la espalda por debajo de la camisa y le besaba el pecho y los hombros, que empezaban a cubrirse de sudor. Sintió cómo él llegaba al límite, cómo tensaba la espalda; ella también estaba muy excitada.

—_______, mírame —Le pidió él con la mandíbula apretada—. Mírame.

_______ abrió los ojos y lo miró, y en sus ojos vio todo lo que él aún no sabía cómo expresar con palabras.

—Sebastian, me estoy enamorando de ti —Fue lo único que se atrevió a decir ella.

Él no respondió, pero en su mirada apareció un brillo especial, y la besó como nunca antes la había besado. Con ese beso, intentó decirle que él también se estaba enamorando, aunque tenía miedo de reconocerlo, y con sus caderas ejecutó los últimos movimientos que los llevaron a ambos al paraíso.

Pasados los temblores del mayor orgasmo que Sebastian había tenido en toda su vida, siguió de pie, sujetando a _______ entre sus brazos mientras ella aún se estremecía.

¡Se estaba enamorando de él! Dios, seguro que en alguna vida anterior había hecho algo muy bueno para merecer que una mujer como ella se enamorase de él. Y aunque no fuera así, ahora que la tenía no iba a dejarla escapar; iba a encontrar un modo de convencerla de que se quedara con él. Aunque hacerle el amor como un salvaje contra la pared quizá no era el mejor modo de hacerlo.

— ¿Te he hecho daño? —Le preguntó preocupado mientras la soltaba y la apoyaba en el suelo.

—No. —_______ lo miró perpleja—. ¿Por qué lo preguntas?

—Bueno —Sebastian se sonrojó—, la pared... No sé qué me ha pasado.

— ¿Ah, no? —Ella le acarició cariñosamente el pecho—. Se llama pasión, y ahora que la he descubierto, creo que me encanta. Así que no te atrevas a arrepentirte de lo que has hecho.

— ¿Ahora que la has descubierto? —Preguntó Sebastian mientras la cogía en brazos y se encaminaba con ella hacia su habitación.

—Sí. —Ahora fue _______ la que se sonrojó—. Yo nunca había hecho algo así. —Le besó el cuello—. Aunque no sé si debería decírtelo. Ahora se te subirán los humos a la cabeza.

—Los humos no es lo único que se me está subiendo, princesa. —Y la soltó encima de la cama sin contemplaciones.

Cuando _______ entendió a lo que se refería, le tiró una almohada en la cabeza.

—Serás engreído —Dijo riéndose y maravillada al ver que tenía razón, y que se le había elevado algo más que el ego—. Eres insaciable.

—Sólo contigo, princesa.

Y se pasó toda la noche demostrándoselo.......

Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora