C U M P L E

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—¡Yo me encargo! —fue el grito estridente de Anna de Arendelle, observó a su costado en una mesa de metal una colección de vasos de precipitados con líquidos dentro de una gran gama de colores, no concebía idea alguna sobre su efecto ni sobre su naturaleza, pero habiendo leído varias historias interesantes sobre los alquimistas, decidió lanzar los compuestos contra su enemigo, esperando que algo asombroso le sucediese.

—¡No deberías tomarlos tan a la ligera! —exclamó Varian, dejando de lado su anterior experimento y aproximándose con velocidad a la pelinaranja.

Eugene Fitzherbert miraba asustado los recipientes vidriosos querer alcanzarlo como cañones brillantes a punto de hacerlo explotar, o algo aun peor. Ya conocía de antemano los compuestos que podría llegar a desarrollar el alquimista frente a él, así que con eso en mente, y aprovechándose de una formidable condición física, esquivó los más próximos a él —pues Anna tampoco era la mejor en puntería—, y con astucia logró deslizarse fuera del laboratorio, pasando por una ventana que abrió en dos segundos.
Los líquidos derramados decidieron comenzar a surtir su efecto: de un lado se materializó una espuma verde limón que se extendió con lentitud; del otro lado una gelatina amarillenta como las monedas gastadas de Corona creció tragándose un escritorio completo, incluyendo su silla de madera; y del lado más alejado se tejió el calor de una llama brillantemente morada.

—Mi turno —murmuró la de pelo platinado cortando el aire con un hábil movimiento de su brazo, expulsando una centella azulada, que alcanzó al fuego y lo extinguió reemplazándolo con picos de hielo sólido de formas irregulares pero apreciativamente hermosas.

Corrió hasta la puerta y salió quizás con más velocidad que el mismo castaño.

—¡Elsa, espera un momento! —le llamó vanamente Rapunzel. Quiso seguir a Elsa pero una mano delgada sostuvo su muñeca, impidiéndole dar tan siquiera un paso.

—No te preocupes, prima —calmó Anna—. Elsa es impresionante, conseguirá atrapar a ese ladrón en un santiamén, y librará a tu reino de su malevolencia.

—Es que no lo entienden, ¡ese hombre es mi prometido!

—¿Qué dices? —preguntó la pelirroja sorprendida, aligerando su fuerza.

Rapunzel se soltó y corrió en busca de evitar cualquier tragedia próxima. El chico de pelo negro se le acercó a la reina de Arendelle con lentitud, calmadamente posó su mano envuelta en su guante de piel sobre el hombro de la chica.

—Lo sé, lo sé. Casarse con un ladrón, ¿qué le pasará por la cabeza? —dijo con media sonrisa.

—Está demente —aceptó yendo hacia la puerta, para después salir por ella.

La imagen que le mostró el exterior fueron tres paredes de hielo cerrándole el paso al temeroso prometido de su prima, quien no lograba decidirse entre alejarse de esa fría superficie o aferrarse más a ella, pues Elsa se alzaba ante él intimidantemente. En ese preciso momento la chica de pelo rubio dorado le jaló la ropa en tanto pudo, para explicarle su estado civil con ese pobre hombre. 

—¿Tú prometido dices? —se asustó el quinto espíritu.

—Así es, Elsa —respiró rápidamente Rapunzel—. El ladrón del que alguna vez oíste en el pasado se ha desvanecido, ahora es alguien arrepentido de sus acciones y un hombre cambiado, bueno. Incluso fue él quien me rescató de la bruja que me mantuvo encerrada por años, ¡sacrificando su vida en el proceso!

—Ouh —dijo Elsa, con una leve muestra de arrepentimiento por sus acciones tan apresuradas y poco coherentes—. Lo la-lamento mucho.

—¡Eso está muy bien! —se les acercó la de pelo naranja dando un par de saltos algo infantiles— En tal caso nos podrá dar el libro que robó sin ningún problema.

𝑱𝑭 𝒆𝒏 𝑭𝒓𝒐𝒛𝒆𝒏 𝑰𝑰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora