E N F R E N T A

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Al fin Jack Frost verá a Elsa de Arendelle. Y, como había mencionado desde el principio, debemos sensibilizarnos un poco. Sintamos a Jack, sintamos a Elsa, sintamos el torbellino que su conexión genera por simple naturaleza. Y quizás lleguen a padecer un pequeño escalofrío exactamente como el que dominó a Jack Frost cuando sus oídos pudieron ser cosquilleados por el delgado y fino canto que Elsa entonaba. Su cuerpo se desestabilizó, su mente se desconectó, y su corazón se levantó. Un único latido —pero potente— movió su alma hasta el punto en que resonó en el ambiente.

Inconsciente como si una sirena lo hubiera hechizado, dejó que sus pies se deslizaran por la suave arena hacia la orilla del mar, para poner los copos que sus ojos poseían a la dirección desde donde creyó que venía semejante regocijo. La mancha que a lo lejos vio sobre el agua fue aclarando sus detalles de a poco, permitiendo que JF figurara al caballo de agua, y sobre él, a una chica. No podía verla muy perfectamente, y aún así creyó que brillaba tanto como una estrella a punto de explotar.

Yo te siento allá
Como un viejo amigo leal

Al acercarse, por fin los grandes ojos de la chica se delinearon, sus labios rojos exigieron un suspiro de la garganta, su nariz lo conmovió, su tez lo suavizó, y su expresión lo emocionó. Una vez Elsa llegó a tierra, bajó de un movimiento del caballo, e inclinó su cuerpo en reverencia y como despedida al espíritu del agua, de una manera tan elegante y hermosa que a Jack le dio un espasmo de gracia.


Me aproximo
Y al fin encuentro paz


La reina de Arendelle giró sobre sí misma, lista para entrar a Atohallan y soltó sus cabellos platinados dando lugar a una leve onda de aire que Jack sintió en su máximo al estar tan conmocionado.

Yo habité detrás de un muro
El lado enigma en mí
Al igual que tú
Mas hoy podrás salir

JF parecía el metal más débil y Elsa el imán más fuerte, el chico incluso sintió como si una cuerda imaginaria lo hubiera enredado a la cintura de la platinada, y de esa manera, mientras Elsa se introducía al iceberg él la seguía de cerca sin sentirse capaz de despegarse de su presencia. Entre tanto, la reina estaba nada menos que rebosante de emoción, no imaginaba qué sucedería una vez que tuviera frente a ella a aquella persona, aquélla igual a ella, que la pudiera entender, que la pudiera guiar, que la pudiera acompañar y que la pudiera —¿por qué no?— amar... No podía con la espera, así que se lo pidió de una vez por todas:

Muéstrate
Me muero por verte
Muéstrate
Te oiré

Entonces el de pelo blanco lo notó; esa hermosa dama no cesaba de mirar por toda su periferia, mientras cantaba lo que pareciera un llamado a alguien desconocido. Incansables ganas de ser él la persona invocada lo recorrieron por todo el cuerpo, y no pudo evitar preguntar.

—Viento —su voz explicó indirectamente lo difícil que le era hablar.

"¿Sí?" contestó.

—¿Ese es mi trabajo impuesto: ser la persona que ella está buscando? ¿La persona que la acompañe en su soledad? —su peor miedo desde ese momento fue escuchar una respuesta negativa.

"No", el corazón de Jack le rasguñó el alma, "Ese no es tu trabajo".

—Entonces —habló lo más triste que jamás había dicho— no me busca a mí.

𝑱𝑭 𝒆𝒏 𝑭𝒓𝒐𝒛𝒆𝒏 𝑰𝑰Where stories live. Discover now