A P O Y A

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Piel lechosa y tan clara como la luna misma.

Ojos color mar encantador con peces de todos los colores, junto al adorno de dos simétrico copos de la nieve más pacífica.

Esbelto, tan bien conformado en cuerpo y de proporciones delgadas pero atrayentes.

Cabello del rebelde mineral platino, siendo especialmente selectivo en los lingotes más puros.

Boca en una forma hermosa, labios con colores alucinantes, destinados a parecer el combinado rango de entre morado y rosa que el amanecer lleva consigo en su punto medio.

Estos pensamientos formaban parte de la primera impresión que Elsa desarrollaba de Jack Frost. Lo veía, lo escuchaba, lo tenía frente a ella. Lo podría tocar... Se sintió acomplejada, atrapada en una trampa, una trampa de la que no desearía salir y que si pudiera regresar el tiempo, sería sólo para volver a caer en ella. Este ser frente a ella era tan... mágico. Tan abrasador para una controladora del hielo. No podía ni notar la manera en que JF se había paralizado. El sentir más puro de sorpresa... ¿lo han experimentado? ¿No? Pues Jack Frost estaba siendo la más pobre víctima de ello. Estaba en un punto medio entre creerse o no creerse que la chica estuviera conectando sus azules con los suyos propios. Parecía un sueño hecho realidad, ¿sería un sueño? No, es imposible que sea una fantasía solamente, ¿o será posible? Este debate se desplegó largamente en Jack, ¡y Elsa simplemente no lo notaba!
Sus ojos sólo recorrían al chico, en busca de algo que quizás no le gustara de todo él, pero era una empresa sin final, era mejor entonces concentrarse en qué era lo que le gustaba más.

¿Será su rostro juvenil pero recto?

¿Su aura bondadosa pero traviesa?

¿Quizás su cabello desordenado? ¡Oh, cómo adoró ese cabello!

¿Pero más que su fina nariz? ¿O que sus manos grandes? ¿O que sus juguetones pies?

¿Qué tal su conjunto de ropa que le iba tan bien como la luna a la noche? ¡Es que todo era fabuloso en ese adonis!

Parpadeó una, tres, ¡diez veces de manera seguida! Tan deprisa para no arrepentirse después de haber perdido el tiempo con los ojos cerrados en lugar de mirar al espíritu del invierno, de disfrutar la vista. Dio un paso hacia él, más por inercia que por voluntad misma. Ello pareció despertar del distintivo trance a JF, pero eso no evitó que él de igual forma se acercara quitándole unos centímetros a la distancia entre ambos fríos espíritus.

—¿T-tú... puedes verme...? —sonrió muy, muy emocionado, casi parecía explotar de felicidad— Dime, ¿puedes escucharme?

Otro paso.

—Te escucho... —aseguró Elsa, arrastrando las palabras, drogada de su nueva adicción: observar al chico de pelo blanco, sin medir aquella anterior pregunta, y sin extrañarse por su naturaleza— Te veo.

𝑱𝑭 𝒆𝒏 𝑭𝒓𝒐𝒛𝒆𝒏 𝑰𝑰Where stories live. Discover now