R E C O M P E N S A

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Con un jadeo sordo despertó, los pulmones le exigían más aire del que podía soportar, la negrura en el lugar le obligaba a sólo enfocarse en su extraño sentir, y no en ninguna otra cosa. Había soñado con él, lo sabía, lo presentía. No había sido nada malo, nada bueno, pero sí algo muy intenso. No recordaba qué, y eso le comenzó a desesperar. De un jalón se deslizó hasta la orilla de su cama, y con sorpresa se removió unas misteriosas lágrimas de las mejillas. ¿Por qué había llorado? ¿Qué sueño pudo ser, y qué sentimiento pudo asaltarle, como para haber lagrimeado? Recordó muchas otras noches en las que despegó los párpados, luego de haber soñado, no recordando nada y sin embargo sintiéndose triste, molesta, con miedo o felicidad. Pero esta vez no ocurría de esa manera, no sentía nada de eso, sentía algo más allá, algo nada inteligible. Su única pista era él. Aquel sujeto que tanto había estado buscando en los últimos días, había invadido en el sueño. Deseó con cada fibra restaurar lo olvidado, con intenciones de poder volver a ver a ese espíritu misterioso en otra escena que no fuera el iceberg. Pero sabía cómo funcionaban estas situaciones: no recordaría ni con un milagro; bueno, quizás con un milagro sí.
Se levantó y prefirió que el bosque le diera la bienvenida.
El follaje rojizo y anaranjado, ya cerca de ser blanquecino por la nieve decembrina, parecía cuestionarle su expresión tan ávida. Ignorando se escapó corriendo al lugar más despejado de árboles que hubiera, quieriendo mirar el consuelo nocturno del astro lunar. Pero al conseguir el paraje deseado, notó su ausencia, era como si la luna se hubiera escondido detrás de las únicas nubes presentes en el cielo apagado. La ansiedad podía con ella, e intensificó su sensibilidad ante cualquier señal, sentía el frío del suelo, el fragor del ramaje, el silencio del bosque.

—¿Elsa? —una voz preocupada la salvó de una caída al nerviosismo en todo sentido de la palabra.

—Líder —suspiró la chica, podría distraerse un poco de lo recientemente experimentado.

—¿Te encuentras bien? —cuestionó la anciana, estudiando la expresión impregnada en la cara de la platinada.

—Sí, sólo... —miró al cielo— un corto desvelo.

—Llámame loca, pero un corto desvelo no te lleva a correr seiscientos metros sin descanso —opinó Yelana, Elsa observó por fin el cansancio en la mujer, debió correr tras ella—. Mejor no me llames loca.

—¿Qué la hizo seguirme? —se sentó sobre un tronco caído, y con el dorso acarició su frente.

—Parecía que harías una locura.

—Disculpe, corrijo mi pregunta: ¿qué hacía usted despierta? —le dirigió su mirada azul, que comenzaba a brillar más en tanto la luna abandonaba las nubes antes mencionadas.

—Cada cosa que he hecho esta noche, ha sido por ti —declaró, y Elsa la miró con las cejas fruncidas en duda—. Me despertaste por tu sueño. Estabas hablando mucho, y cosas muy diversas, cada una más curiosa que la anterior, fue así como decidí visitarte. Pero al estar a unos pasos de ti, saliste huyendo lejos.

La chica vio la oportunidad perfecta para tener más pistas sobre lo soñado, y se precipitó al frente de la anciana.

—¿Me escuchó hablar dormida? ¿Recuerda lo que dije? ¿Puede decírmelo? Por favor —por poco la sacude tomando su ropa, pero Elsa era respetuosa, así que el límite le fue decir cada pregunta en exclamaciones bastante sonoras.

—Claro que puedo decirte, pero necesito saber antes qué es lo que te trae tan pendiente. No dudes un segundo que no he notado tus salidas nada fortuitas de kilómetros de distancia.

La de pelo platinado se sentó de nuevo, en el mismo tronco.

—Es por el espíritu misterioso... —confesó; sabía que la líder no estaba enojada, ofendida, ni nada similar, sólo quería saber y estaba preocupada, por ello mismo decidió decir la verdad, además daría lo que fuera porque le contestara su anterior pregunta.

𝑱𝑭 𝒆𝒏 𝑭𝒓𝒐𝒛𝒆𝒏 𝑰𝑰Where stories live. Discover now