Pero no lo haría, se quedaría aguardando su llegada. Lo de anoche había cambiado completamente entre ambos, habían dejado sus sentimientos expuesto y unido sus corazones.

Aunque no haya sido una declaración directa, ambos estaban seguros de que sus sentimientos eran correspondido por el otro.

Hasta el más tranquilo manantial puede sufrir de bruscos movimientos —una voz tranquila se escuchó detrás suyo, Tomioka volteó realizando una reverencia al hombre, quien era acompañado por una de sus hijas como guia—. Al igual que la más refulgente estrellas, puede dejar de brillar.

El Pilar sintió algo removerse en su interior al oír lo último.

¿Es eso lo que atormenta tu mente, hijo mío? —siendo guiado se acercó a uno de sus majores cazadores, quedando a tan solo unos pasos—. El posible desvanecimiento de una estrella.

Giyu quedó en silencio, pues las palabras no podían ser sueltas por sus labios. Aunque deseara no podía negar su rotunda preocupación.

Oyakata-sama sonrió al no recibir respuesta, tomando aquello como una afirmación a su pregunta. Dándole un suave apretón a la mano de su pequeña niña, volteó para adentrarse a su hogar.

Era de esperarse, pero recuerda algo, hijo mío —dijo a punto de desaparecer entre las puertas—. Si no aceptas la oscuridad, ella no te dejará apreciar el brillos de los Astros. Después de todo.

—Las estrellas no pueden brillar sin oscuridad.

Las luces coloridas de pueblo o mejor decho ciudad iluminaban su camino

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Las luces coloridas de pueblo o mejor decho ciudad iluminaban su camino. Aquel lugar era enorme, con una mayor población de la que se había imaginado. Comenzaba a creer que su trabajo sería mucho más complicado de lo que esperaba.

A pesar de las desapariciones y muertes continuas, al parecer no se veía afectado el traqueteo común de los ciudadanos. Pues no sentía nada de temor en el aire.

Seiza suspiró y observó su vestimenta, llevaba su haori puesto y de bajo el traje de caza demonios, sólo que está vez llevaba una flada algo larga con una botas blancas. No se sentía muy cómoda con ellos. Pero su verdadera ropa había quedado destrozada luego de su misión anterior, por lo cual tuvo que aceptar una de repuesto hasta que terminarán de confeccionar su nuevo atuendo. En fin, su Sutārein se encontraba en su espalda, liada por unas telas para no ser vista como una peligrosa katana.

La Pilar estaba al tando de la rotunda negación a la existencia de su organización. Pues el cuerpo de cazadores de demonios no era reconocida por el gobierno. Por lo cual uno no puede andar con la espada en mano con calma. Porque estaba estrictamente prohibido.

A pesar de que ya ha anochecido aún hay mucha luz —murmuró la espadachín mientras caminaba por las calles menos transitadas—. Y aún no he encontrado nada.

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