Capítulo 31: Un Ángel

33 6 5
                                    

Nunca me había detenido a pensar cómo iba a morir, las pocas veces que lo hice pensé que me iría cuando ya no pudiera con la vejez, por causas naturales y no por... por odio. No sé cuánto tiempo he estado inconsciente, no sé si he regresado a Atlanta o si me encuentro todavía en donde sea que Thomas me tenía, pero lo único que estoy completamente segura es que me encuentro en un hospital; he trabajado casi toda mi vida en uno y los puedo reconocer con solo un etéreo sonido en el fondo de mi cabeza. Llevo días así, escuchando todo sin poder abrir los ojos; escucho a los doctores, el sonido de las máquinas, escucho a Ashley, a Shelddon y otras voces que no conozco. Estar en mi posición es como estar en una especie de limbo recurrente y solitario, es muy desesperante, pero de alguna manera tremendamente pacífico.

— Creo que deberías dormir un poco. Llevas días postrado en esa incómoda silla.

Escucho a Ashley hablar y me desespero por moverme, abrir los ojos una vez más, pero es imposible, es como estar en una eterna parálisis del sueño. Shelddon habla en un tono bajo pero su voz es tan ronca que no logró identificar lo que dice, solo sé que poco después se escucha una puerta cerrarse... O abrirse, no estoy segura, pero la inconsciencia vuelve a llamarme y caigo dormida nuevamente.

— No creo que despierte, Shelddon. Hoy no. Deberías ir a descansar, apenas el doctor tenga novedades. Nos lo hará saber.

Es Ashley una vez más, su voz suena agotada pero esta vez no escucho a Shelddon. Siento como nuevamente hay movimiento en la habitación y poco después no escucho nada más que el sonido de las máquinas, una vez más he quedado sola. Siento que no puedo moverme, siento que no puedo hacer más que esperar nuevamente la oscuridad me consuma, pero entonces la cabeza empieza a dolerme justo cuando pequeñas motas de luz ingresan por mis ojos.

Siento como mi ceño se frunce automáticamente y me quejo, pero sigo parpadeando hasta ver la iluminada estancia aséptica y atiborrada de flores. Sigo a los coloridos pétalos hasta dar con un par de enormes ojos azules que me regresan la mirada sorprendida. Miro como de los ojos ajenos comienzan a brotar grandes lágrimas que son rápidamente absorbidas por una espesa barba. Shelddon no pronuncia palabra solo me mira llorando.

— Hola...

Mi voz suena rasposa, como rota y es entonces que todo lo ocurrido me golpea de frente y antes de que lo note me encuentro llorando a la par del hombre a mi lado. No sé exactamente porque, pero siento la imperiosa necesidad de disculparme repetidamente por todos los problemas ocasionados, no tardo en darme cuenta que mi boca se mueve mientras roncos balbuceos se escapan de esta.

— No hay nada que perdonar Lizzie.

Las palabras entrecortadas de Shelddon me tranquilizan y me dejo abrazar cuando sin poder aguantar más se acerca a mi encuentro; sus brazos, su aroma, sus lágrimas. Sus labios buscan los míos sin perder permiso y lo acepto, correspondo pues necesito sentirme segura, sentirme amada y muy a mi pesar el hombre que más daño me ha hecho es el único que puede lograr lo que quiero.

Los minutos pasan entre lágrimas y tímidos besos hasta que Ashley entra a la habitación y chilla al verme despierta; lloriquea y me abraza tan fuerte que me quejo y se aparta apenada. Ambos ríen y lloran de felicidad y entonces caigo en la cuenta de que esos dos son mi familia, los únicos que siempre estarán para mí. Cuando la rubia nos deja para anunciarle al doctor mi progreso Shelddon suspira.

— Eres hermosa.

Aquellas palabras de Shelddon acompañadas con su dulce tacto me hacen reír un poco pero consciente del aspecto que debo tener le regreso la mirada un poco insegura.

— No me mientras más por favor.

Aunque su rostro parece apagarse sus ojos mantienen la mirada como dos cristales de fuego.

Apasionado TormentoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt