Capítulo 2: ¿Quién diablos es ella?

185 24 19
                                    



No sé realmente si los restos de alcohol en la sangre están jugándome una mala pasada, si los golpes en mi cabeza han surtido efecto o si lo que todo el mundo dice de mí está lentamente volviéndose una realidad y comienzo a enloquecer.

De todas las cosas que no acabo de entender en este mundo esta es la peor, salir victorioso de una paliza de ocho contra uno, caer inconsciente en una patrulla y despertar en la sala de urgencias de un hospital con una mujer como "Ella" mirándome de ese modo. No pude emitir ni un sonido cuando la enfermera dejó la habitación. Simplemente es increíble.

Cuando Angie falleció no creí conocer a otra mujer con tal belleza y modos tan dulces, jamás. Pero la vida me sorprendía de nuevo, es como estar en trance. Quiero lucir relajado, actuar normal, pero, a decir verdad, siento que hasta las pestañas amenazan con caerse del impacto, me siento estúpido, nervioso, enojado. ¡Jodido Dios, como disfrutas con la tragicomedia que es mi vida día tras día! Miro a todos lados decidido a salir de esta mierda.

- ¡Joder! - Gruño, si hay alguna cosa que me irrita más que un interrogatorio, es que me atiborren de preguntas en un hospital. La verdad es que tampoco deseo volver a toparme con esa mujer, no, ni siquiera por casualidad, tampoco puedo quedarme aquí, estoy desesperado, ni un minuto más voy a soportar que alguien se me acerque a pincharme y quitarme sangre, quiero ver a mi hijo, quien sabe qué diablos hicieron esos policías con mi niño, si algo le ocurre por mi culpa no sé si voy a ser capaz de perdonármelo nunca.

Y pensar que todo esto fue culpa de aquel niñato universitario que por creer que su ego era más grande que el mío, me retó a unas pulseadas, maldito niño de papi, pero más imbécil yo, que como inmaduro que soy acepté sin notar que lo que vendría después sería algo malo, muy malo. ¿Cómo no pude imaginarme que el niño no aguantaría ser vencido? Fue por eso que me esperó afuera del bar con todos sus hermanos de fraternidad, infantes que cometieron el gran error de querer meterse conmigo.

No seré modesto, de hecho no recuerdo la última vez que intenté serlo, pero sé con qué clase de fuerza cuento corporalmente, no soy para nada un debilucho y tampoco soy un tipo de carácter precisamente adorable, por lo que siempre trato de no meterme con nadie, pero esta vez los efectos del alcohol me han jugado una mala pasada, aunque tampoco me iba a dejar hacer por esos mocosos. Yo no fui criado como los jóvenes de ahora, ridículos parásitos sin escrúpulos que lo único que hacen es succionar el dinero de sus padres, para cumplir sus caprichos, creyéndose reyes y señores del universo.

- ¡Jodida mierda! -exclamo de nuevo cuando intento moverme de la cama y mano punza, nadie regresa a verme, ¡¿qué coños?! Ha transcurrido mucho tiempo ya. Tengo que mover mi trasero e ir por mi hijo, antes de que Stephan y Darcy se enteren de lo ocurrido, y sinceramente no está en mis planes que ese par de manipuladores tengan una excusa para arrebatarme a mi hijo. Mi razón de ser.

Sin poder esperar más me pongo de pie para largarme. No puedo perder tanto tiempo para ir a casa, la verdad tampoco soporto este tipo de ambientes. Sin tener idea alguna sobre si debo pagar algún monto por mi ingreso, me acomodo un poco con la mano buena, ajusto mi ropa, dejo algo de dinero en la camilla y acto seguido busco mi cartera e identificación mirando a todas partes. Pero cuando creo que finalmente tengo todo lo que necesito y me dispongo a irme una voz impaciente me deja petrificado:

- ¿Dónde cree que va? -para cuando volteo a verla, la morena me regaña con uno de sus brazos en jarras, el rostro ceñudo y en su puño mi dinero. -Esto no es un bar donde va dejando su dinero en forma de pago -dice- ni tampoco puede entrar y salir cuando guste, usted está en observación y no se puede mover de donde le dejé -continua con forzada paciencia- ¿podría ser tan amable de regresar a la camilla de inmediato? -sugiere, pero se escucha más como una orden- yo no lo puedo creer...-concluye con indignación.

Apasionado TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora