~ Capitulo 4 ~

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MARTINA.

Todo era duro, todo era como nunca había imaginado que pasaría, me odiaba por el capricho que cumplí, me odiaba porque tenía que separarme de mis padres.

Más encima, ahora, en el avión con un increíble antojo "frutillas", pero no frutillas sola, no, frutillas con crema y azúcar. Roberto estaba a lado mío mientras revisaba unas cosas en su bolso, no quería decirle, me daba vergüenza, pero cuando una mujer embarazada tenía un maldito antojo, se ponía insoportable. Me moví otra vez en el asiento, él dejó de hacer sus cosas para mirarme, con el ceño fruncido.

- ¿Te pasa algo? - Me preguntó, tan frío como siempre.

- No. - mentí, removiéndome de nuevo en mi asiento.

- No soy idiota Martina, ¿te pasa algo? - dijo mirándome seriamente, suspiré.

- Frutillas. - dije, él no me entendió para nada, frunció el ceño, entonces él...

- Ohhh. - dijo, pude ver una pequeña sonrisa de lado en su rostro, me sorprendí. Llamó a la azafata. - Señorita, disculpe, pero tiene por si acaso, ¿frutillas? - preguntó, suspiré con alivio, ella me miró y luego mi vientre, sonrío dulcemente.

- Sí, creo que tenemos. - sonreí, me miró nuevamente. - ¿Cómo las quiere? - preguntó, me sonrojé.

- Con crema y azúcar. - le dije, ella rió y se fue hacía no se dónde. - Gracias. - le dije a Roberto, él me miró y siguió con su trabajo.

Después de comer las frutillas y quedar totalmente satisfecha, me dormí escuchando música de mi IPhone. No sé cuantas horas pasaron, pero si sabía que ya estábamos en camino hacia la casa de Sebastián y mis nervios seguían.

Ya era tarde, noche, eran como las ocho y media al parecer. Ya había llamado a mi mamá y ella estaba bien al igual que mi papá. Este barrio si que era alto, habían subidas y era muy grande, con mansiones, ¡que casas!. Entonces nos detuvimos, abrí los ojos como platos.

El señor el cuál no conozco y creo que es el chófer de Yatra, bajó mis cosas y las dejo en mi habitación, cosa que aún no conocía. Al entrar en la mansión me fijé en ese auto nuevo, negro, obviamente era de Sebastián, él estaba aquí. No podía más con esto.

- Bien, te diré algunas reglas, ¿okey? - dijo Roberto, lo miré sin entender, ¿reglas?

- 1: No pasar al pasillo izquierdo, está prohibido. 2: Si sales es con María, nuestra ama de llaves. 3: No puedes decirle a nadie que estás aquí, en esta casa, si conoces a alguien claramente. 4: Cuando vayas a los controles de tu bebé, procura que nadie te siga, o te vea saliendo de aquí. 5: Y por último, no te acerques a Sebastián, no puedes estar cerca de él al menos que él lo quiera. Ósea, si el quiere acompañarte a los controles y todo eso, lo dejas, pero tú no, él si.

La última me sorprendió demasiado, no acercarme a Sebastián, estuvimos muy cerca una noche "pero con eso no basta". Asentí a todo lo que dijo Roberto y por último me enseñó ir al pasillo hacia la derecha 'nunca ir al pasillo izquierdo' me recordaba yo.

Al llegar a la pieza me quede asombrada, era un amplio cuarto, con una cama de dos plazas, un mueble de noche, una especie de escritorio, un ordenador, un placard gigante y por último, tenía acceso a una terraza. Era todo muy hermoso, decorado a la perfección, dejé mi bolso y me puse a chusmear, esta casa era enorme, seguro me perdía.

Empecé a desempacar para dejar mi ropa en el placard y todo dónde corresponda, cuando terminé con la ropa fui por los cuadros de fotos para dejarlos en el mueble de noche o en el escritorio, en el mueble dejé un cuadro con mis padres y en mi mesa de noche una con mi mejor amiga, Camila.

Capricho - Sebastini ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora