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Angus volvió a girarse hacia mí de pronto, alternando al receptor de su diálogo entre Kevin y yo.

—Sabía que tenías algo raro —dijo, señalándome acusadoramente—, desde el primer segundo supe que no eras sólo una puta, pero nunca imaginé que serías una policía… nos habéis tomado por tontos durante demasiado tiempo.

Tragué saliva. Curiosamente, no estaba tan atemorizada por lo que ellos harían conmigo como por lo que creía que le harían a Kevin. O más bien, sabía. Las reglas eran claras: “Quien traicione al club debe morir”.

Y Kevin los había traicionado.

—Reconozco que, con el numerito de sacarle la bala a ese chicano llegué a confiar en ti durante un tiempo, pero me temo que no eres lo suficientemente concienzuda como para esconderte durante mucho tiempo…

Aún mirándome, Angus alzó la mano hacia atrás, y Trevor Smith se acercó, servicialmente y le tendió algo.
No alcancé a ver lo que era hasta que Angus lo colocó delante de mis narices: mi mochila.

Con violencia la abrió y dejó caer en el suelo todos los informes que había dentro, cayendo desordenadamente sobre la madera.

Tragué saliva.

—Debería ser usted más cuidadosa, agente Lana Silday —dijo, arrastrando las palabras—. Ni siquiera nos ha hecho falta buscar mucho para encontrar esto. ¡Lo ha encontrado la propia muchacha que estaba limpiando la habitación!

Angus se agachó y agarró uno de los papeles: el informe completo sobre Kevin.

—Kevin Gerdam —recitó leyéndolo—. Miembro de Los Tigres de L.A… informador especial de la policía de California, protegido a cargo de la agente Lana Silday.

De pronto el hombre se carcajeó, y en sus ojos brilló una extraña  señal de locura.

—Qué bonito —bufó Trevor Smith.

Angus no dejó de reír mientras hacía una pelota con el papel y, con un brusco movimiento, me lo tiró a la cara.

—¿Qué hacemos Los Tigres con los traidores? —gritó Angus.

Algunos de los miembros del club comenzaron a gritar insultos y sentencias de muerte, otros guardaron completo silencio y miraron hacia el suelo.

—¿Dónde está mi padre? —exigió saber Kevin, provocando de nuevo el silencio.

Angus se giró hacia él, como planteándose si responder a esa pregunta. Finalmente su expresión volvió a endurecerse de forma maligna.

—El viejo y Martin han intentado evitar que hagamos lo que vamos a hacer… Pero las reglas son claras y hay que cumplirlas.

Volvió a acercarse a mí y me acarició la mejilla con una suavidad repugnante. Los gemidos de Nessie se hacían cada vez más audibles.

—Y tú, Lana… ¿No querías ser parte de Los Tigres? Pues entonces recibirás el mismo trato que tu “protegido”…

Kevin rugió y se liberó durante un segundo del hombre que lo agarraba. Se abalanzó hacia Angus, pero unos miembros de los Red Dragons no tardaron mucho en volver a sujetarlo.

—Ella no tiene nada que ver con nosotros, estaba aquí cumpliendo órdenes —gruñó.

Yo oía el sonido de mi corazón latiendo de forma realmente estruendosa, pero quedó acallado por la risa de Angus, fría como el metal.

—¿Os lo podéis creer? —dijo, girándose hacia los miembros del club—. Kevin se ha enamorado, ¿no es gracioso? ¡Qué ironía! Seguro que la dulce Lana sólo ve en ti un ascenso y un suculento aumento de sueldo, no dejas de ser un delincuente más.

—Te juro que te voy a matar, vas a desear no haber nacido, grandísimo… —volvió a decir Kevin.

Angus lo acalló con violencia.

—No gastes tus últimos momentos amenazándome, Kevin. Ahora vamos a terminar la reunión que estábamos teniendo, puesto que ya nos habéis interrumpido suficiente… Pero al final del día, los dos estaréis muertos y la vida volverá a ser la misma para todos —Angus se calló unos segundos antes de añadir algo más—. Míralo por el lado bueno… ¿No querías reunirte con tu hermano?

Y con una sola señal, el gigante que me sujetaba me arrastró hasta las escaleras que daban al sótano. Algunos tigres gritaban, sedientos de sangre y yo no podía controlar el intenso temblor de mis piernas.

Estábamos acabados.

***

Nos encontrábamos en el sótano, esposados a dos sillas de plástico.
El hombre que me había llevado hasta allí había bromeado al sacar las esposas, diciéndome que esa sería la primera vez que no fuera él el detenido.

Después nos dejaron solos allí, con dos centinelas posicionados en la puerta del oscuro sótano.

Las lágrimas caían por mi rostro, pero el pánico no me dejaba llorar correctamente. Era como si mi cerebro no supiera qué estaba ocurriendo.

—He sido una imbécil —musité, por enésima vez.

Kevin se encontraba a mi lado, con la cabeza gacha.

—No te martirices… sabía que esto iba a ocurrir tarde o temprano, pero no contaba con que también tú cayeras conmigo.

Suspiré y me quedé mirándolo.

—Sé que es absurdo decirlo pero… agradezco mucho haberte conocido. Ha sido el mejor mes de mi vida, incluso antes de que tú y yo…

Los ojos de Kevin me recorrieron, apenado.

—Si no hubiera hecho lo que hice, nunca te habría conocido —dijo con voz grave—, así que volvería a hacerlo. Mil veces.

Sonreí y el llanto llegó a mis ojos, lentamente. Sentía un intenso nudo en la garganta.

—Todo podría haber sido diferente si yo…

Él me interrumpió.

—Shh… no llores, Lana —me tranquilizó—. Lo hecho está hecho y no sirve de nada darle más vueltas... Pero, joder, ¿por qué tú?

—Lo siento, Kevin.

—Tenemos que hacer algo —propuso—. Seguro que hay una oportunidad de que puedas salvarte, tú tienes que sobrevivir, ¿entiendes?

Me sorprendió que él aceptara con tanta tranquilidad su propia muerte, y sólo en ese momento alcancé a ver el enorme agujero en el que Kevin había quedado tras la muerte de su hermano pequeño. Simplemente, él ya no concebía la vida y la muerte del mismo modo en que yo lo hacía.

—Lo eres todo, Lana —murmuró suavemente—. Lo único por lo que seguiría viviendo, así que necesito que tú lo hagas por mí.

Sollocé audiblemente.

—Te quiero —dije en un susurro.

A mi mente vinieron mil imágenes que habían transcurrido en poco más de un mes, me había enamorado tan intensamente de Kevin Gerdam que notaba cómo me ahogaba cada vez que recordaba su rostro por las mañanas, su nudismo deliberadamente molesto… y excitante. La primera vez que me besó, sobre una tarima mientras decenas de personas nos gritaban y vitoreaban… las mismas personas que ahora pedían nuestra muerte.

Y, en ese mismo momento, entre lloro y lloro, un sonido repentino cortó nuestra conversación de golpe.

Un disparo.

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 Sois amor <3

Peligro (#1 Trilogía MC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora