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*Capítulo dedicado a mi mejor amiga ^^ ¡¡Ni siquiera los besos de Kevin podrían pagarte lo mucho que me estás ayudando!! *

29-

El empeño que Los Tigres ponían en parecer una gran familia normal y corriente era titánico.

El sábado, todos decidieron que haríamos una excursión hasta un campo cercano, donde pasaríamos la tarde en un picnic. ¿Cuándo se había visto antes un picnic de mafiosos y traficantes?

Me desperté sobresaltada de golpe, y comprobé, extrañada, que Kevin no estaba en la habitación.

Desde nuestra gran discusión, el día de mi cumpleaños, nuestra relación había sido distante y fría. Kevin llevaba todos esos días durmiendo en el sofá y ni siquiera había querido oír hablar de volver a su cama.

Por las noches no me hablaba si no era estrictamente necesario y yo me limitaba a esperar, tumbada en la cama, a que mis ojos quisieran cerrarse por sí solos, pero saber que él estaba allí, tumbado a pocos metros de mí, me quitaba completamente el sueño…
O al menos las noches que no se levantaba, creyendo que yo dormía profundamente, y se iba de la habitación a hurtadillas.

No sabía a dónde iba, pero lo que sí conocía perfectamente era la horrible sensación en el pecho que me inundaba al oír la puerta cerrarse. ¿A dónde iba? ¿Estaba con alguien más?

La simple idea ya me hacía daño.
Kevin parecía odiarme en ese momento y yo sabía que cada día él me gustaba un poquito más. A veces tenía ganas de gritarle: “¿No lo entiendes, Kevin? ¡Lo nuestro no puede ser! ¡Los sentimientos no importan cuando eres policía!”
Porque, al fin y al cabo… eran sentimientos hacia él lo que comenzaba a desarrollar, ¿verdad?

Para Kevin todo había parecido muy fácil: “La diferencia entre tú y yo es que yo no intento negar que hay algo entre nosotros.”
¿Cómo podría dejar de negarlo? Estaba en juego mi carrera, la seguridad del caso… yo misma estaba en juego.
Nunca me había gustado arriesgarme y mucho menos en asuntos amorosos. Los hombres no habían sido algo bueno para mí, los desengaños se habían sobrevenido en mi adolescencia… Confiar en Kevin no era una opción para mí.

Después de varios minutos pensando en todo esto uuuuuna y otra vez, finalmente agarré las bolsas que Nessie y yo habíamos preparado la noche anterior para el pic-nic de ese día. Antes de salir de la habitación cogí los informes policiales, desperdigados por encima de la cama y los devolví a mi mochila, escondiéndola bajo la cama. No podía ser así de despistada.

Bajé las escaleras con las bolsas en la mano y me dispuse a salir al salón principal del club cuando unos gritos llamaron mi atención y, de pronto, me quedé parada. Realmente era complicado mantener un secreto allí, o al menos yo siempre estaba en el momento y lugar adecuados para presenciar algo interesante.

—¡Eres un grandísimo hijo de puta!

No podría confundir esa voz en ninguna parte, era Kevin.

Una risa sarcástica resonó por el salón, acompañada por la maliciosa voz de Angus.

—Ten cuidado con lo que dices, Kevin. Soy tu superior, recuerda las reglas del club.

De pronto, un fuerte golpe. Como si alguien hubiera golpeado una silla o una mesa contra el suelo. Me estremecí y dejé las bolsas en las escaleras, a fin de concentrarme mejor en la conversación.

—¡Me importan una mierda las reglas del club! —gritó de nuevo Kevin—. No podéis hacer negocios con esos cerdos, eso va a destruir el club. Los Red Dragons sólo quieren hundirnos, llevan años intentándolo.

—Harías bien en respetar las normas, Kevin. Cualquiera de tus tonterías de mocoso puede costarte muy cara —oí que Angus comenzaba a caminar lentamente por la sala. Su voz se acercaba y alejaba suavemente—. Siempre te has creído mejor que los demás, al igual que tu padre. Por eso ahora él no es nadie aquí.

Supe que Kevin estaba endureciendo la mandíbula, conteniéndose. Simplemente lo supe.

—Los dos sabemos —la voz de Kevin sonó estridente, forzada— por qué mi padre ya no es el presidente del club.

—Pues entonces no lo olvides.

La voz de Angus sonó tan extraordinariamente cerca de pronto que me sobresalté. Sentí que, realmente, estaba al otro lado de la puerta, a pocos centímetros de mí.

Instintivamente di un paso hacia atrás, dando una patada involuntaria a una de las bolsas que antes había llevado en la mano.
Supe que ese ruido había sido completamente audible para Angus si de verdad estaba tan cerca como yo creía, por lo que recogí las bolsas con rapidez y abrí la puerta, fingiendo no haber oído nada.

Me sentí orgullosa de la sonrisa que fui capaz de componer al encontrarme de lleno con los ojos pequeños y negros de Angus. Sentí miedo por un segundo, miedo de verdad, pero fui capaz de disimularlo.

—¡Kevin! —dije, con voz aguda—. Dios Santo, llevo buscándote un buen rato. ¡Hola, Angus! ¿Cómo estás?

La expresión del presidente del club fue indescifrable durante los siguientes segundos, pero finalmente, sonrió ampliamente al verme. Ese gesto me provocó un nuevo escalofrío. Angus era un buen actor, mucho mejor que yo, de hecho.

—Vaya, Lana. No me digas que Kevin no te ha ayudado a bajar esas bolsas. ¡Será desconsiderado…!

Tras él, Kevin se encontraba con la cabeza gacha y los ojos llameantes de rabia. Sus puños estaban apretados.
Fingí no percatarme, pero en realidad me moría de ganas por ir, abrazarle y pasar mi mano por su pelo diciéndole que todo iría bien.

—¿Me permites? —preguntó Angus.

—Por supuesto —sonreí estúpidamente de nuevo.

Le tendí las bolsas y él las agarró con presteza. Tenía bastante fuerza a pesar de su edad.

—Las cargaré en una de las camionetas. Saldremos a hacer la excursión en quince minutos, así que estad preparados —dijo, con voz falsamente amable—. Y alegra esa cara, Kevin; hoy vamos a estar en familia.

En el siguiente momento, Angus se fue y yo me mordí el labio con fuerza, acercándome a Kevin. Él no me miraba, sino que seguía con la vista puesta en el suelo y los labios fruncidos. Durante un segundo, simplemente pensé que iba a echarse a llorar. Sus ojos transmitían la furia de un niño pequeño, perdido y ofendido.

Y entonces, simplemente no pensé.

Me acerqué a él y lo estreché entre mis brazos.
Al principio se resistió e intentó apartarse, pero tras unos segundos de insistencia, se dejó abrazar.

A día de hoy sigo sin saber cómo transmitir la sensación de tener a Kevin Gerdam pegado a mi pecho y sollozando sobre mi hombro.

Peligro (#1 Trilogía MC)Where stories live. Discover now