28.

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Los días pasaron indiscriminadamente. Kevin prácticamente no me dirigía la palabra, a no ser que estuviéramos delante de los demás tigres, con quien siempre manteníamos las apariencias.
Con la monotonía comencé a sentir un extraño vacío.

El señor Williams, mi jefe, seguía llamándome todos los días y terminaba colgando el teléfono con decepción tras comprobar que no tenía ninguna pista nueva que aportar al tema del tráfico de metanfetamina junto al club de los Red Dragons.

Por primera vez desde que llegué a Los Tigres, comencé a sentirme exactamente como debería haber sido desde el principio: sin mantener ningún tipo de relación extraoficial con Kevin. Y odié esa sensación.

No era tonta, sabía de buena tinta que, en cuanto acabara la misión y desbancáramos todo ese lío de mafias y bandas, Kevin iría a la cárcel, al igual que todos los demás. Y él también lo sabía.
No podía permitirme desarrollar ninguna clase de sentimientos reales, ni siquiera por Nessie.

Pero todo era muy difícil; que Kevin me ignorara sólo me forzaba a intentar llamar más su atención, especialmente al notar que volvía a desaparecer misteriosamente por las noches.

Esa tarde salí al patio tras escribir un par de informes de lo más inútiles, puesto que hacía días que no ocurría nada interesante.
En unas sillas cubiertas por una enorme sombrilla para protegerse del sol, encontré a Nessie sentada junto a Winston, el padre de Kevin. Ambos reían, divertidos. La verdad era que su relación era extraña, pero se veía tierna a la legua.

Ante ellos, en el gran césped verde, algunos miembros del club se encontraban jugando al fútbol. Entre ellos reconocí a Kevin, corriendo sin camiseta (para variar).
Enseguida me sorprendió la violencia con la que jugaban, empujándose, poniéndose zancadillas e insultándose entre ellos.
Kevin ni siquiera me miró, por lo que caminé rápidamente para sentarme junto a Nessie y Winston.

—Hola —saludé.

Ambos me miraron y sonrieron, complacidos de verme, al parecer. Me senté junto a Nessie.
En el campo de juego, el balón voló por los aires y Martin, el mejor amigo de Kevin, cayó pesadamente sobre mi falso novio.

Abrí los ojos desmesuradamente, pensando que estaba herido durante unos segundos en los que ninguno de los dos chicos se movió. Estaba a punto de salir corriendo hacia el campo cuando, de repente, Kevin le dio una patada a Martin, aún en el suelo.

—¡Serás nenaza...! —espetó—. Aprende a jugar, joder...

Nessie y Winston estallaron en carcajadas, pero yo me quedé estática.
Martin, a su vez, derribó de nuevo a Kevin cuando éste parecía recuperar el equilibrio, por lo que el resto de los jugadores comenzaron a reírse también.

—Eres tú el que no coge un sólo balón, Gerdam —gruñó Martin.

A mi lado, Nessie sonrió unos segundos, mirando hacia los chicos.

—¡Martin es un tramposo! —exclamó—. El único capaz de ganar a Kevin es Dylan.

Su mirada se cruzó un momento con la de Winston.

—Era —se corrigió la muchacha.

Yo los miré con curiosidad, arrugando ligeramente la nariz.

—¿Dylan? —pregunté.

Ella me miró, algo sorprendida.

—¿Kevin no te ha hablado de Dylan? —dijo algo confusa— ¡Conmigo no habla de otra cosa!

Winston le lanzó una especie de mirada de advertencia, avivando aún más mi curiosidad.

—Quizás para Kevin sea difícil hablar de él con alguien que no lo conozca... —opinó Winston—. En cambio tú... le conocías mejor que nadie.

Fruncí el ceño. ¿Quién demonios era Dylan? ¿A qué venía tanto misterio?
Nessie observó mi expresión de confusión un momento y finalmente apartó la vista de mí. Esa era la primera vez que veía a Nessie sin sonreír.

—Dylan era mi novio —explicó escuetamente—, el hermano de Kevin.

Abrí la boca, pero, de hecho, no tenía nada que decir, así que volví a cerrarla. No se me pasaba por alto que hablaban de él en pasado durante todo el tiempo, ni cómo Kevin había evitado el tema el día de mi cumpleaños.

—Murió hace un año y medio —añadió Winston, su rostro se había apagado completamente.

—¿Era un tigre? —pregunté, tratando de aclarar un poco mis ideas.

—No, no —dijo Nessie—. Tenía sólo diecisiete años.

Eso explicaba por qué yo nunca había sabido de su existencia, y, si no tenía ninguna relación verdadera con Los Tigres, Kevin no tenía obligación de hablarme de él. Aunque habría sido todo un detalle por su parte.

Los ojos verdes de Nessie se humedecieron un poco y de pronto entendí por qué ella se había mostrado tan reacia cuando yo le había preguntado si alguna vez había tenido algo con Kevin; para ella la única opción había sido Dylan.

—Lo siento mucho —me disculpé—. No debería haber preguntado.

Nessie alzó la mano, como quitándole importancia, aunque sin mirarme a los ojos.

—Solemos hablar de él, a veces es casi como si no se hubiera ido... —señaló con la cabeza hacia Kevin— él es quien peor lo ha pasado... Dylan y yo llevábamos enamorados desde niños, pero el sentimiento de perder a tu hermano, tu mejor amigo y tu persona más querida a la vez... Kevin quedó destrozado.

Supe que no sería una buena idea preguntar cómo había muerto Dylan, así que me lo ahorré. Lo averiguaría en otro momento.

—Desde entonces Kevin me odia —susurró Winston con voz amarga.

—¡Eso no es verdad! —exclamó Nessie, mirándolo.

El hombre le tomó la mano con suavidad y ternura.

—Lo es, Nessie. Desde que Dylan murió, Kevin no ha vuelto a verme como su padre. Y yo no he vuelto a sentirlo como mi hijo...

Me mordí el labio. El tono de voz de Winston y su dolor contenido amenazaba con hacerme llorar, pero lo que de verdad me provocó un intenso escalofrío fue la forma de hablarme que tuvo Nessie al volver a girarse hacia mí.

—Me alegra que ahora estés tú aquí, Lana. Durante un tiempo todos pensamos que Kevin sentía que ya no tenía ningún motivo para vivir, pero, de pronto, un día.... simplemente te trajo aquí y... se os ve tan enamorados —la muchacha entornó los ojos y habló un poquito más bajo—. Si te soy sincera... incluso llegué a pensar que Kevin no podría volver a ser el mismo y que sería capaz de cometer una locura...

Supe que en ese momento yo estaba totalmente pálida, aunque intenté disimular mi rostro atónito girando la cabeza y fijando la vista en la figura de Kevin, que corría a unos metros de nuestra posición, completamente ajeno a lo que nosotros estábamos hablando.

En ese momento sólo yo sabía que Nessie no estaba equivocada, Kevin había sido capaz de cometer una locura, y por eso yo estaba allí: los había entregado a todos a la policía, incluso a él mismo.

 

Peligro (#1 Trilogía MC)Where stories live. Discover now