8.

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8-

Me desperté de golpe en un sofá, desorientada. ¿Dónde estaba? ¿Por qué me dolía tanto la cabeza?
Tardé unos segundos en recordar que estaba en el club de los Tigres de L.A., hospedada en una habitación de la parte superior del gran edificio.
Maldije al ron por hacerme sentir enferma en ese momento. Debía ducharme.
Me levanté con lentitud del sofá y miré hacia la cama instintivamente, buscando a Kevin, pero él no estaba allí.
Me abalancé con rapidez hacia mi teléfono y vi que eran casi las once de la mañana.
—Joder —gemí.
¿Dónde demonios se habría metido Kevin?
En apenas tres minutos llamé a mí jefe, el inspector Williams, y le informé en pocas palabras de que todo estaba saliendo bien el primer día. Después me metí a la ducha y no pude evitar resoplar al pensar que tendría que volver a vestirme cómo una estrella del porno.
Cerré el grifo al terminar y me dispuse a salir del baño, pero me percaté de que no tenía toalla. Mierda.
Abrí la puerta que daba a la habitación, para calcular qué posibilidades tenía de llegar hasta mi maleta y poder vestirme con tranquilidad.

—Hola, agente —me saludó una voz desde la habitación, y yo solté un gritito.
Mierda mierda.

Con rapidez me volví a refugiar en el baño, cerrando la puerta.

—¡No me llames así! ¿Tengo que repetirte lo peligroso que sería si alguien lo oyera?

Como única contestación recibí una risa despreocupada. Ese tío era idiota.

—¿Vas a desayunar o pasarás directamente a la comida?

Por el volumen de su voz supe que me hablaba justamente desde el otro lado de la puerta. Apenas medio metro y un pedazo de madera nos separaban.

—¿Desayunáis ron y vodka? —pregunté, poniéndome nerviosa.

Él volvió a reír.

—Yo suelo desayunar agentes de policía jóvenes, recién salidas de la academia. No me gustan las maduras —contestó.

Decidí que sería mejor no contestar y esperar a que se fuera, por lo que tras unos minutos sin oír nada, supuse que se había largado y volví a abrir la puerta lentamente. Asomé la cabeza y no encontré a Kevin en ningún sitio, pero sí visualicé claramente la toalla junto a la ventana. Me dispuse a salir desnuda, pero cuando había puesto un pie fuera capté por el rabillo del ojo que Kevin se encontraba tirado en la cama. Por suerte no me miraba, pero el ruido de la puerta llamó su atención y se volvió de nuevo hacia mí.

—¿Qué pasa, agente? ¿Vas a salir o te vas a quedar en el baño todo el día? —esbozó una sonrisa torcida—. ¿Quieres que entre contigo?

—Cállate —dije con desánimo—lo que pasa es que… no tengo toalla.

Él no se rió, sólo se quedó mirando hacia la puerta y el fragmento de mi cara que asomaba por ella.

—¿Estás desnuda? —preguntó, alzando la cabeza para llegar a ver dentro del baño.

—No —mentí.

Kevin lo supo y sonrió.

—Sí, ya —hizo el amago de levantarse—. ¿Te paso la toalla?

—No hace falta, me conformo con que te vayas de la habitación.

Aun así él se puso de pie y se dirigió hacia la toalla. La agarró firmemente y se acercó a la puerta.

—No sé por qué le das tanta importancia, ¿tengo pinta de no haber visto nunca a una tía desnuda?

Yo enrojecí furiosamente.

—No es eso —balbuceé—. Es sólo que tú bromeas con eso… y yo…

Esta vez su sonrisa no fue natural, parecía molesto.

—Tú misma lo has dicho, sólo bromeo. Sé que esto es serio y además no tengo quince años, por lo que puedo afrontar una situación sin tener que pensar en sexo constantemente —me pasó la toalla y yo saqué la mano para recogerla, mientras seguíamos mirándonos—. Y, sobretodo, no pienso acostarme con una poli.

Se alejó, dirigiéndose hacia la puerta. Tenía que reconocer que sus palabras me habían dejado pálida, me habían cogido totalmente desprevenida, pero ahora yo también estaba preparada para hablar.

—Me alegra que coincidamos porque yo jamás me acostaría con un delincuente de poca monta. No me va esa gente —grité.

Cinco segundos después, la puerta se cerró y supe que volvía a estar sola.

Peligro (#1 Trilogía MC)Where stories live. Discover now