Capítulo IX: Consiente-Subconsciente

416 17 2
                                    

Grachi me conducía con templanza, venciendo la resistencia que hacían mis pies, que era mucho menor a la que mi mente oponía. Quien quiera que fuera Donni era importante para la niña y supongo que también para el padre. Una punzada de pánico me recorrió al recordar al padre de la niña, él y su mirada grave que me saca de quicio y me vuelve loca, Alessandro el indiferente hombre de negocios que no me quiso besar a noche e hirió mi ego, ¿Qué tal que estuviese ahí con su novia?, ¿Qué aria yo si los viese besándose? Ella será se señora D’Arce y aunque ese no es mi sueño no puedo evitar sentir como si me clavaran alfileres en el cerebro cuando recuerdo el hecho.

_Así que tú eres la famosa Armonía-dijo la misma voz chillona que había llamado a Grachi cuando logre, a rastras, llegar hasta el BBQ.

Asentí con un poco de vergüenza y con una extrañas sensación de familiaridad, la mujer que esperaba con su plato extendido a que el, Alessandro, quien de espaldas se concentraba en el sado, se me hacía conocida, era de estatura promedio, un poco gordita y de mejillas sonrosadas, sus cabellos eran negros como la noche y tenía las mismas esmeraldas del sr. D’Arce pero con toque tal de vitalidad que no se reconocería la familiaridad entre ambas. De inmediato lo supe, era Donni.

_Mucho gusto. Donatella D’Arce-continuó estrechando mi mano helada de nervios- soy  la tía favorita de Ally.

_Eres mi única tía-dijo entre risas Alessandro mientras colocaba en su plato una humeante hamburguesa- ¿Cómo no vas a ser mi favorita?

Rieron. Grachi me miró desconcertada y yo le devolví la mirada consternada por no saber de chiste que se mofaban mientras que mi subconsciente estaba boquiabierta, acalorada, con un abanico español echándose fresco e hiperventilando tal vez pues Alessandro se veía más hermoso que siempre, había en sus ojos el miso brillo de la noche anterior y esta vez no estaba apagado por alguna tonta regla moral, se veía tan joven, tan él que quise saltar a sus brazos. ¡Tan tonta yo! Alessandro no se permite sentir algo hacia mí, ¿acaso no me queda eso claro? Mi subconsciente me hizo ojitos de gato con botas, pero la ignoré esperando que alguien rompiera el berrinche de mi subconsciente.

_Ven querida acompáñanos a la mesa-dijo Donni arrastrándome también a una pequeña mesa de madera  donde habían dos mujeres ya sentadas.

Estando ya sentadas Donni me presento a las dos señoritas que alegres me recibieron al acercarme. Se trataba de sus hijas, Jhanell y Stevanah, un par de gemelas muy dispare, la primera era alta y rubia como el sol, con grandes ojos cafés expresivos y muy habladora, mientras que la segunda era baja de pelo negro como la madre  y de ojos esmeraldinos, era más bien callada pero irradiaba tranquilidad. Me agradaron a instante y no fue muy difícil responderles el cuestionario que sin motivo aparente adelantaron, no se aún porque les causaba tanta intriga saber de mí que solo soy otra simple nana.

_Entonces llevas apenas una semana-comenzó Jhanell

_si-conteste alegre- aunque parece que fuese más.

_ ¿A qué te dedicabas antes de entrar a trabajar aquí?-pregunto sagaz Stevanah- Almudena nos comentó que llegaste de algún lugar sin saber a dónde dirigirte.

Mentir no es mi especialidad y al parecer ellas conocían a Almudena así que mi mentira debía ser muy creíble. Pestañé un segundo ahogando un grito de pánico. ¿Qué decir? ¿Qué inventar? Nada se me ocurría. Hasta que a mi mente llegó la iluminación tras el recuerdo de las sabias palabras de mi buena amiga Fedra: “cuando tengo que mentir solo digo mi verdad acomodada”. ¡EUREKA!

_Ayudaba a mi abuela en su trabajo –comencé con seguridad- ella se dedicaba a resolver los problemas de los demás, era como una…una..

_Era entonces una psicóloga-agregó Alessandro sentándose a mi lado y acercando un plato con dos hamburguesas, Grachi quien se había subido a mis piernas recogió con avidez la suya y la empezó a devorar, yo en cambio Quede helada y mi corazón comenzó su carrera, ahora debía mentir frente a él. Mi subconsciente gritaba dando vueltas en círculo. Me calme y al instante continué.

Un Cuarto para las 12.Where stories live. Discover now